Como un episodio soez, lamentable y devastador, pero sobre todo tardío por fin la justicia y sociedad norteamericana comienzan a condenar expresiones socavadas por su ultra derecha la cual de propuesta política ha pasado al asalto y ahora amenazan con convertirse en una espiral hacia una guerra civil y secesión.
Desde 1885 viene su mal racista, auspiciado por la corporación KU—KLUX—KLAN la cual tuvo su origen en plantadores contra las luchas cívicas de los negros cuando estos lograron la abolición de su esclavitud, todo un modelo colonial que justificó el asesinato, maltrato y cárcel contra este importante sector dentro de su sociedad.
Después de esto los monopolios empresariales de Norteamérica pasaron a utilizar las tres K—K—K con lo cual aún hoy han extendido esta subcultura justificando matanzas de personas con piel negra. En aquel momento se inició la persecución de activos miembros del movimiento obrero particularmente de comunistas, proponiendo extinguir sus ideas revolucionarias. Hoy, continúan en sus barrios.
Sus antecedentes de violencia sobrepasan los tres últimos siglos de matanzas en contra de obreros y trabajadores lo cual tuvo otro importante antecedente con los ahorcados de Chicago, mártires obreros cuya lucha sirvió como ejemplo para conmemorar cada primero de mayo en el mundo.
Ahora la intimidación se ha desatado, primeramente, por parte de sus diversos policías quienes cometen todo tipo de abusos en contra de inocentes, provocando con esto más terror. Por eso les ha tocado condenar con penas muy altas a los asaltantes ultra republicanos del Capitolio. Dos de aquellos ex—líderes que se presentaban orgullosos por su obra, acaban de ser sentenciados con los cargos de conspiración sediciosa a diecisiete años de prisión.
La participación de veteranos de su ejército pertenecientes al grupo de ultraderecha Los Orgullosos van siendo procesados uno a uno tras la recomendación del gobierno Demócrata para donde un juez ha calificado aquellos actos como terroristas, pues sus acciones han tratado de influir en labores propias del gobierno al recibir amenazas y nuevamente ir al uso de la fuerza.
Aun cuando los fiscales piden penas de hasta treinta y tres años de prisión, calificadas como las más altas y largas las cuales van a caer sobre los participantes del brutal asalto republicano al Capitolio.
Con esto, el gobierno norteamericano ha colocado una toalla de agua helada que retrase la incorporación de un diálogo con los republicanos y aumente la cohesión. Nada evitaría lo inevitable: una guerra civil en su territorio donde incluso algunos representantes al congreso hablan de una nueva secesión.
