Glosario de ideas comunes y rechinantes de un hipotético cambio político

He estado leyendo algunos documentos que debieran pasar al archivo de algún historiador del presente que se atreva a reconstruir, dentro de unos 20 años, esta peculiar etapa de nuestra historia contemporánea. Aparte de algunos discursos, que no por disonantes, son menos pintorescos, como la amenaza de unos “coñazos” de un gobernador a los partidarios de una precandidata de un proceso que, según el discurso también horrendo y pintoresco de un alto dirigente del Partido de Gobierno, está en “pico´e zamuro” (yo también, de vez en cuando, le meto al folklore), ha habido la producción de nuevos textos que recogen algunas ideas comunes que, no por ello, son menos disonantes, y por ello reflejan el “sentido común” político de la época. Me faltan algunos documentos importantes, a punto de salir, como el que recogerá los acuerdos del reciente “Encuentro Nacional por los Derechos del Pueblo” que reunió a varias decenas de grupos, organizaciones e individualidades que hoy se proponen unificar las luchas por varios derechos (salario digno, derechos políticos, liberación de presos políticos, etc.). Me parece muy importante porque es un esfuerzo serio de construir una alternativa desde las luchas populares (desde la izquierda, incluso), a este desastre que constituye además un fiasco y una monstruosidad, que la conceptualización histórica resume en el término “bonapartismo”, o “cúpula burocrático-militar” o, incluso, “autoritarismo lumpenburgués”, entre otros términos descriptivos que no agotan esta monstruosidad. 

Comienzo mi glosario extrayendo algunas palabras del documento “PRINCIPIOS COMUNES DEL PROGRAMA MÍNIMO DE GOBIERNO DE CAMBIO, UNIDAD Y RECONSTRUCCIÓN NACIONAL” que firmaron los precandidatos a la primaria del sector opositor agrupado en la llamada “Plataforma Unitaria”. 

Debo decir que es significativo que haya salido un documento como este. La tradición electorera criolla siempre ha despreciado los textos programáticos, porque el personalismo, que nos viene desde el siglo antepasado, nos hace creer que teniendo definido quién es “el Hombre” (o “la Doña”), lo demás sobra. Casi siempre, esos textos nunca leídos, terminan en la papelera, perdidos en lo profundo del archivo de la PC, junto a unas fotos de “Leslie” mostrando las nalgas, o en la biblioteca de algún intelectual asesor, junto a mamotretos incómodos como “La montaña mágica” o “Ulises”, cuyos lomos se ostentan para echárselas uno de “culto”, aunque nunca los hayan abierto. No hace falta, en realidad. El marketing político resume la “propuesta” en pocas frases o, mejor, una foto del “Hombre” o “la Doña”. Lacava y Maduro hasta han popularizado muñecos como de Mattell (por cierto, me retaron a escribir sobre “Barbie”; lo estoy pensando), como parte de su “revolución cultural” que deplora el profesor amigo Cecil Pérez con demasiada moralina para mi gusto y con cierto temor de romper definitivamente con lo que él mismo ataca. Pero ese es otro tema.

Empecemos, pues, nuestro glosario:

CAMBIO POLÍTICO: La primera disonancia empieza aquí. Los asesores de la oposición han establecido una polémica acerca de qué va primero en ese “cambio político”: si el “encuentro” y la “unidad”, o la ruptura. Incluso hay politólogos que elaboran teorías acerca de la necesidad de darle “incentivos” a Maduro (en realidad, a la cúpula bonapartista) para que “entreguen” el poder, suave y dulcemente a la hora de una derrota electoral gubernamental. Por su parte, la “Doña” insiste en su lema de llegar “hasta el final” (lo cual no es muy original: todos llegaremos al final; como dijo Keynes: todos moriremos), estableciendo una “clave de ruptura” (Julio Castillo, dixit), y en eso la sigue el propio Diosdado Cabello y el gobernador este que ofreció unos coñazos como expresión sublime del amor cristiano que profesa. De modo que el asunto no es quién gana las elecciones, sino cómo hacer para que los perdedores “entreguen” sin coñazos (y sangre). Yo, por supuesto, no quiero sangre; pero la lectura de la historia muestra que la violencia es una constante en todos los cambios. Solo nos queda desear paz y amor, pero tener la espada por si acaso, como la tenía Pedro el día que capturaron a su líder (¡ah, vaina! ¡se me pegó hacer alusiones bíblicas!).

RECONCILIACION: En sana lógica, se reconcilian los que antes estaban juntos, pelearon y ahora se echan de menos. Pero, tanto la unión inicial como el sentimiento de nostalgia de esa armonía original, son ampliamente discutibles. Habría que analizar quiénes se pelearon, por qué y cuáles son los sentimientos actuales entre los divorciados. Tal vez la noción se refiere a reconstruir ese conjunto de acuerdos de convivencia que, desde la familia, hasta en la negociación entre patronos y trabajadores, permiten que las relaciones fluyan. Por ejemplo, las parejas se prohíben hablar de política; sobre todo antes de acostarse a hacer el amor. Otro ejemplo, las autoridades universitarias de la UC (y las demás universidades autónomas) acompañaron en su política de cuasi-insurrección, gobierno “interino-paralelo”, etc. a la oposición; pero antes Chávez había aprobado el pago de unas deudas inmensas y, después, hay acuerdos con el gobernador Lacava para recuperar el espacio físico de algunas instalaciones universitarias. Esta es una reconciliación para algunas cosas. Desde otorgar un Premio Nacional de Literatura a un escritor claramente opositor, hasta sacarse el Drácula una foto sonriente con la rectora long play (larga duración). La cuestión es que hay asuntos muy difíciles de resolver así. No es la simple convivencia; es para dónde conducir el país y quiénes lo hacen. Ni siquiera en el seno de los participantes en la primaria hay acuerdo en la privatización de PDVSA, por decir algo. Además ¿qué se hace con los corruptos? ¿Qué se hace con los violadores de derechos humanos? El Aissami sigue jugando al escondite mientras el fiscal se afana en condenar unos sindicalistas y reparar en algo la arbitrariedad de los 33 hombres capturados sin ton ni son por estar en un establecimiento “de ambiente”. Algunos nostálgicos se acuerdan del “Pacto de Punto Fijo; pero no recuerdan que ese acuerdo implicó la exclusión de un factor fundamental: el PC.

EMERGENCIA HUMANITARIA: Excelente. Hay que desarrollar planes de emergencia para alimentar la población, atender la salud, recuperar los servicios, refaccionar las escuelas, etc. En fin, atender a los más pobres de los pobres. Mis recuerdos musicales se remontan a los setenta, a aquella balada de los Hollies: “No es una carga, es mi hermano”. Ajá, pero ¿quién administrará los fondos de esa emergencia? ¿De acuerdo a qué criterios? Lo digo porque hace poco leí un informe acerca de los famosos planes de ayuda a África, que no han resuelto para nada el problema de la pobreza extrema en ese continente. La cosa no se resuelve aludiendo al amor por la Humanidad. Mucho menos tiene que ver Dios en esto (mejor no toco el tema de Dios: ya es muy conflictivo de por sí)

CONSTITUCIÓN: Me acordé de una vieja canción de Franco de Vita y un dúo de reggaetón de hace años. El coro decía algo así: “Y ¿dónde está el amor? que ya se me olvidó”. La Constitución es como el amor: todo el mundo dice que lo siente, pero todos le hacen caso omiso. La Constitución está suspendida desde hace mucho, pero esa suspensión, ese Estado de Facto, se “institucionalizó” con un bodrio jurídico llamado “Ley Constitucional”, cuyo título es un sarcasmo demasiado obvio: la llamada “Ley Antibloqueo”, que precisamente bloquea la Constitución misma.

ECONOMIA: Mis recuerdos musicales de nuevo van hacia principios de los setenta. Viene a mi mente aquella balada de los Bee Gees “¿Cómo remendar un corazón roto?”. Y la letra parece un diagnóstico de nuestra situación: ¿Cómo detener la lluvia en su caída? ¿Cómo oscurecer el sol? ¿Cómo hacer para que el mundo deje de girar? La tarea es enorme. Hay unas frases por ahí que sugieren algo: “expansión de sus recursos financieros internacionales (o sea, pedir prestado al BM y al FMI, digo yo) y de la recaudación interna (¿aumentar los impuestos?). Reasunción de nuestro rol como proveedor de energía seguro y confiable (o sea, recuperar con grandes inversiones de capital internacional el servicio de electricidad, en su generación y su distribución), conectado a los procesos geopolíticos (¡upa! recordar que estamos en tiempos de guerra fría) de transición energética regional y global, aprovechando nuestra diversidad en fuentes de energía fósil y fuentes de energía renovable (o sea, aprovechar el petróleo: ¡cuándo no!)”. 

DERECHOS HUMANOS: Mejor espero un poco para comentar este concepto a la luz de los encuentros por las luchas del pueblo, en un próximo artículo.

ESTADO DE DERECHO: Idem

PLURALISMO: Estoy de acuerdo.

ALTERNABILIDAD EN EL PODER: Totalmente de acuerdo también. Y esto representa una verdadera revolución cultural, más allá del madurista Superbigote o de la izquierdista “descolonización”. Hacer entender que no se trata de “El Hombre” ni de “la Doña”, sino de un verdadero programa político para el futuro, para poder tener futuro, me parece fundamental. En este sentido, me gusta que vuelvan a ponerse sobre el tapete el tema de la privatización de PDVSA, o acerca del Estado de Derecho, el pluralismo y, por supuesto, los derechos del pueblo en general. Al menos, eso nos da esperanza de que el debate vaya más allá del personalismo, verdadera tara de la cultura política de los venezolanos. 

“El mundo tiene los límites del lenguaje” dijo una vez el filósofo Wittgenstein y en eso coincidió el poeta criollo y cumanés Ramos Sucre. Tal vez faltó decir que también el lenguaje limita al mundo. Es posible que debamos amplificar el glosario. O buscar otros significados a las palabras. 



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Jesús Puerta


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