¿A dónde fue el Socialismo

La genialidad de Marx y Engels se demuestra cuando, en contraste con sus contemporáneos anarquistas y demás “socialistas”, nunca detallaron cómo sería la sociedad que sucedería al capitalismo. Se limitaron cautelosamente, en actitud muy científica, a definir al “comunismo” como “movimiento histórico real”. Es decir, sólo una tendencia que cabía presumir de los encuentros conflictivos entre otras tendencias de mediano y largo plazo del sistema capitalista. Con eso se curaron del “utopismo” que consideraron de mayores virtudes literarias que políticas o científicas.

Aun así, los fundadores del “socialismo científico” establecieron algunas premisas teóricas. Por ejemplo, vincularon estrechamente la lucha de clases, el principio dinámico del cambio social, con el nivel de las fuerzas productivas, o sea, el dominio técnico de la especie humana sobre la naturaleza. Por supuesto, en su época, aún no había evidencias de la devastación del modelo capitalista industrial en el planeta. De modo que el resultado de la lucha de la última clase explotada, que era además la más reciente fuerza productiva, el proletariado, tenía que ser diferente de la que obtendría la lucha del campesinado o la pequeña y mediana burguesía, y otra clase correspondiente a niveles diferentes de avance de las fuerzas productivas.

Por eso, los seguidores de Marx, especialmente los alemanes de principios del siglo XX, consideraban como más probable que la revolución socialista proletaria tenía que darse en los países europeos industrializados, o sea, Inglaterra, Francia o Alemania. Incluso la experiencia, fallida, pero muy ilustrativa, de la Comuna de París, así lo indicaba. No fue así. Todos sabemos que la primera revolución exitosa que se llamó socialista y de inspiración marxista, tuvo lugar en la atrasada Rusia. La menos industrializada, la menos culta, la menos democrática nación de Europa.

Lenin consideraba en sus escritos que la rusa sólo había sido sólo el prólogo de la revolución europea. Murió con esa creencia que nunca se terminó de realizar. Al contrario, la historia cogió para otro lado. Por eso, los dirigentes comunistas rusos y de la naciente Internacional tuvieron que inferir nuevas premisas de la teoría aceptada. En la Unión Soviética triunfó (con sangre) la visión de que primero había que consolidar el poderío de Moscú, antes que embarcarse en el “ultraizquierdismo” de la Revolución Permanente que proponía Trotsky, haciendo una interpretación más apegada a la letra de los fundadores.

Para los demás países, la línea cristalizó en la llamada “revolución por etapas”, que implica una alianza con la burguesía “nacional“ y el campesinado, en una etapa de “liberación nacional”, que sólo después, cuando las fuerzas productivas avanzasen lo suficiente, pudiera convertirse en una lucha por el socialismo. Esta estrategia justificó en China, por ejemplo, una alianza de largo aliento con el Partido de la Burguesía Nacionalista (Kuomintang) que, en ocasiones, ocasionó sangrientos costos al PC chino (genocidio de Shanghai de 1927). Luego del “percance”, de nuevo Stalin, basándose en los intereses geopolíticos de la URSS, obligó al PC chino a aliarse nuevamente con el Kuomintang para enfrentar a Japón, ya aliado con Hitler, que amenazaba la frontera soviética al norte de China desde 1937. Esa alianza PC-Kuomintang duraría hasta el final de la guerra mundial, en 1945. Esas tensiones China/URSS se profundizarían después.

Para América Latina, también era válida la política de la “revolución por etapas” de la III Internacional. Por eso, líderes y teóricos de la estatura de José Carlos Mariátegui fueron expulsados del PC, por atreverse a plantear una serie de herejías: que había que pelear directamente por el socialismo, tomando en cuenta la experiencia social de las comunidades campesinas indígenas. Por eso también, durante un trecho importante los PC consideraron “loquito” a Fidel y sus barbudos quien, encima, quebró una parte de la estrategia de “coexistencia pacífica” URSSS-EEUU con la exigencia de los misiles en la isla, en octubre de 1960. El deslumbramiento con la lucha guerrillera provocó, es sabido, muchas divisiones en los PC latinoamericanos. Un error garrafal, por supuesto, con el cual todavía hay por ahí algunos ilusionados.

Entre tanto, los pronósticos de Marx y Engels no se confirmaron. Lejos de irse diluyendo el estado y la burocracia en los países socialistas, a través de la profundización de la democracia de base como en la Comuna de París, ambos, así como las desigualdades sociales, se fortalecieron. El internacionalismo quedó sustituido por la defensa de los intereses estratégicos de la URSS o China como potencias. El “desarrollo de las fuerzas productivas” se hizo con un costo ecológico terrible, así como con un despotismo nunca visto, pues se basaba en chantajes ideológicos y políticos, aparte de los muy concretos de una represión inédita. Las burocracias del Partido, el estado y los militares, se fundieron, sustituyendo a los trabajadores. Y el gran Déspota (Stalin, Mao, etc.) sustituyó, como Luís XIV, al estado. En la década de los 90, se derrumbó la experiencia.

Ese fue el sino del “socialismo del siglo XX”. ¿Se debió a que la revolución se dio en países atrasados y se optó por hacer una “modernización forzada” impulsada por un nuevo estamento, la burocracia despótica, que terminó por usurpar a la clase y hasta a aliarse con el gran capital transnacional, como hizo China? Lo peor es que tampoco el proletariado de los países industrializados logró una revolución. Se amoldaron a las reformas del sistema, el estado de bienestar, posibilitado por la renta neocolonial. ¿Entonces el sujeto revolucionario tampoco cumplió? ¿Acaso pecaron Marx y Engels de inocentes, de no considerar el “lado oscuro” de la historia? ¿De confiar demasiado en una serie de excepcionalidades que terminaron por frustrarse? ¿Convirtieron a la clase obrera en un Mesías y creyeron en él en una nueva religión?

En todo caso, todos estos son temas a revisar y no olvidar, cuando hoy de nuevo nos preguntamos ¿y adónde se fue el socialismo?


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Jesús Puerta


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