La revolución es un sentimiento no simple expresión

La revolución es como dijo el Ché, algo que se lleva en el corazón para morir por ella y no en los labios para vivir de ella. Esa revolución que ha de transformar nuestra sociedad, con la construcción del hombre y la mujer nueva, para que nazca la patria grande y bonita necesita el concurso de patriotas comprometidos, de verdaderos revolucionarios cargados de amor, de solidaridad, de lealtad y moral revolucionaria, que puedan transmitir ese mensaje a su entorno.

No se puede pretender construir la revolución teniendo como paradigma el odio visceral, la calumnia, la mediocridad, la prepotencia y el oportunismo. Un revolucionario verdadero, es aquel que cuanto más importante es dentro del proceso se viste de mayor humildad, es el primero en cumplir con sus tareas y da ejemplo de disciplina en el trabajo.

El revolucionario tiene como principio la defensa de los derechos de sus semejantes, el respeto a los demás, el sacrificio en aras de alcanzar la máxima suma de felicidad para el pueblo, la honestidad y sobre todo la conciencia de clase, que es la base de todas sus actuaciones.

No basta con propalar a los cuatro vientos que se es revolucionario, hay que demostrarlo con hechos, con la conducta tanto pública como privada, con el arrojo y la pasión en defensa de los postulados del proceso, con la solidaridad y entrega por el bienestar del colectivo.

La claridad ideológica es indispensable para poder ser revolucionario y ello pasa por tomar decisiones que beneficien no a individualidades o grupos afectos a quien las toma, sino del colectivo que espera de la revolución; justicia, honestidad, trabajo en beneficio del desarrollo del país y claridad y transparencia en las ejecutorias de sus dirigentes.

La revolución no es un trampolín para buscar poder y beneficios personales, la revolución es disposición al sacrificio, a la entrega total en defensa de los intereses de la patria y de sus ciudadanos. Es la sumatoria de la participación activa y protagónica del soberano, donde el dirigente en ejercicio del gobierno se somete a la voluntad y mandato de sus electores, a quienes debe respeto y obediencia como servidor público y nunca como autócrata, engreído que pretende que se haga su voluntad.

Un revolucionario jamás llevará al terreno político, académico o laboral sus querellas personales contra camaradas, para extrapolarlas como armas en contra de estos a través de la manipulación y la práctica delictiva de la calumnia, la maledicencia y siembra de cizaña entre compañeros para alcanzar su venganza y la satisfacción de su ego. Quien así lo hiciere es el peor renegado y el más peligroso enemigo de la revolución y de cualquier proceso, porque carece de conciencia de clase y de moral revolucionaria. El revolucionario siempre está dispuesto a perdonar y a ofrecer apoyo a quien se equivoca para a través del amor revolucionario enseñarle el camino de la alborada de la libertad.

En nuestro proceso estas desviaciones persisten y hay que luchar hasta enterrarlas para siempre porque de lo contrario estaremos creando un monstruo, que de revolución solo tendría la nomenclatura, pero jamás la esencia y la arquitectura requerida para la lucha de liberación.

Es necesario meditar mucho sobre estas fortalezas y hacer acopio de ellas más que nunca, para enfrentar con éxito el reto que tenemos el 26S, que no es cualquier cosa. Se trata de consolidar y profundizar el proceso bolivariano o dejarlo a merced de la jauría de la derecha para que a través de la captura del parlamento lo desmorone y regresemos a las infaustas prácticas de la IV República.

Si esto ocurriera hay que decir adiós a las misiones: Barrio Adentro, Milagro, Madre del Barrio, Ribas, Sucre y todas las conquistas que hemos alcanzado en estos once años de revolución y regresaríamos a las consabidas y sangrientas persecuciones, que durante los 40 años de la partidocracia, tiñeron con sangre, de estudiantes, obreros, campesinos, amas de casa, militares y profesionales de diferentes disciplinas, valles, montañas, calles y carreteras de nuestra geografía nacional.

No hay que olvidar las masacres de Cantaura, Yumare, Caño La Colorada y las centenas de desaparecidos en los TO y en los sótanos del Edificio Las Brisas, de Caracas, sede de las diabólicas bandas armadas de AD y COPEI, disfrazadas de cuerpo de seguridad de estado, que practicaban toda clase de torturas aprendidas en las academias de la CIA y en la Escuela de las Américas. Valga decir que Luis Posada Carriles (Alias Comisario Basilio), terrorista refugiado y protegido en Estados Unidos fue profesor destacado en las diferentes especialidades, para arrancar “verdades” a los detenidos políticos.

Este 26S debemos demostrar que llevamos la revolución en el alma, en el corazón, como lo que es un sentimiento.

Periodista*

CNP 2414

cd2620@gmail.com cadiz2021@yahoo.es


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Cástor Díaz*

Periodista CNP 2414

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