La desesperación de Olavarría


Jorge Olavarría se ha convertido en una piedrita en el zapato de la oposición. O tal vez sea su conciencia más lúcida, su más impertinente “Pepito Grillo”. En el ya ampliamente difundido artículo de El Nacional, Olavarría evidenció el desastroso “funcionamiento”, la total escasez de inteligencia política y, lo más importante, ha esbozado una sospecha que cualquiera puede tener acerca de la conducta de ese sector político: los dirigentes de la oposición no desean en realidad el Referendum Revocatorio.

Hay muchas razones por las cuales la oposición no ha logrado una política coherente, despilfarrando los recursos mediáticos, económicos y políticos, de los cuales aún disponen, pero muy menguados. En primer lugar, la realidad histórica del agotamiento de los partidos políticos “puntofijistas”, socavados en su autoridad política por su propia conducta degradada, su incapacidad y corrupción, pero también por la ejecución de un proyecto neoliberal que incluía la desnaturalización de los elementos populares de su accionar político, el desplazamiento de sus dirigentes “históricos” de las posiciones de poder gubernamental por un cuerpo de tecnócratas instalados en ministerios claves y en PDVSA, y una feroz campaña mediática deslegitimadora contra los mismos partidos políticos como institución. Este es el germen del surgimiento como hongos de ONGs y “asociaciones civiles” que pretenden representar directamente las posiciones políticas de grupos económicos muy definidos (ver el caso de SUMATE y su vinculación con la VENOCO de Carmona y Pérez Recao).

Esa descomposición política, que ya venía desde 1983, se agudizó en 1989 y culmina en 1993 y 1998, es lo que explica esa pugna feroz por el liderazgo que ha determinado lo que bien narra Olavarría en su tan comentado artículo: la pugna por el aplauso “de la galería” (léase los sectores más reaccionarios y extremistas), por la figuración mediática inmediata, el entrampamiento de los “dirigentes” en una competencia de gritos con “líderes” empresarios, tecnócratas de PDVSA, militares golpistas y fascistas y una sospechosa “sociedad civil” de grupitos financiados desde el exterior, que han dirigido en la práctica todos los desastres que han ejecutado con “agendas ocultas” incluidas. Resultado: incoherencia tras incoherencia, error tras error, precipitación tras precipitación, derrota tras derrota. Conociendo al enemigo, su infantilismo reaccionario, se justifica entonces la estrategia discursiva de Chávez, que logró hacer caer una y otra vez a los incoherentes fascistas.

Pero ahora, después de haber fracasado tanto como para tener que firmar un acuerdo con el gobierno en el cual se comprometen a “respetar” la Constitución, la oposición vuelve a meter la pata con lo de las firmas del referendum, sin tomar en cuenta ni siquiera las advertencias de Petkoff, Quirós Corradi y el propio Olavarría. ¿Por qué? ¿Es la misma torpeza de siempre? ¿El mismo inmediatismo de figuración mediática? En parte; pero hay otras acciones sospechosas de que hay otro motivo para estos erroes. ¿Cómo interpretar, por ejemplo, la estrategia de ataque contra el CNE emprendida por Acción Democrática, expresada en el cacerolazo contra el doctor Carrasquero y las agresivas declaraciones de Ramos Allup? Podría verse como una táctica para desinflar a Enrique Mendoza, quien ahora sí asume ante las cámaras la jefatura de la Coordinadora Democrática, frente a la cual mantienen una táctica distancia Primero Justicia y Proyecto Venezuela. Pero ¿cómo es eso de que los adecos y los de PJ van a recoger sus propias firmas? ¿cómo compaginar la voluntad de hacer el referendum con la cultivada desconfianza hacia el árbitro, el CNE? ¿No será que hay otra táctica por detrás?

Los adecos, aunque degradados, siguen siendo adecos. No hay que subestimarlos. Ellos seguramente ven que, incluso en el caso negado de ser revocado Chávez, el chavecismo mantendría la mayoría en la Asamblea Nacional; tendrían que echar para atrás un conjunto de leyes que han beneficiado a un pueblo organizado, aparte de intentar sustituir los otros Poderes Públicos en los cuales no tienen confianza. Ellos seguramente aprecian que ni sumando los tres principales precandidatos de la oposición logran batir a Chávez en intención de votos según las encuestas. Es decir, que por la vía democrática no podrán contra lo que representa social y políticamente Chávez. Por eso, y porque CAP ha llamado abiertamente a la subversión armada, puede pensarse que nuevamente está en marcha un plan terrorista, fascista y golpista, que pasa, precisamente, por quemar la posibilidad de algún éxito de la Coordinadora de Enrique Mendoza.
¿Especulación? Por supuesto, pero completamente pertinente para mantenernos alertas los demócratas y defensores de la constitución de este país.


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Jesús Puerta


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