Crisis y guerra económica

Hay que insistir con el tema porque nos golpea a diario.

En primer lugar, hay que asumir que hay una crisis en el país. Pero la nuestra, está enmarcada por la del capitalismo mundial. Los ramalazos de ésta se sienten aquí, especialmente a través de tres variables fundamentales: el precio del petróleo, la presencia de los capitales chinos y rusos, y los apoyos que reciben internacionalmente los enemigos de la izquierda latinoamericana.

La caída de los precios del petróleo se debe a bajos niveles de crecimiento, en ocasiones simples recesiones (cero inversiones), a nivel mundial, lo cual determina un bajo consumo de petróleo, cuya demanda puede ser satisfecha por las reservas norteamericanas, alimentadas además por el crudo producido por la tecnología del fracking. A esto se agrega la estrategia de Arabia Saudita de mantener la producción alta y los precios bajos para quebrar a las empresas del fracking del sur de EUA. Por eso, la OPEP no llega a acuerdos de reducción de su producción para subir precios: puede perder mercados. Aparte de que, luego de los acuerdos nucleares, Irán volverá a colocar en el mercado mundial varios millones de barriles adicionales.

Los capitales chinos y rusos se hacen presentes en nuestro país, así como en el conjunto de América Latina, para financiar, con inversiones gigantescas, distintos proyectos. Son deudas pagadas con petróleo. Aquí hay, evidentemente, intereses geopolíticos. El decadente imperialismo norteamericano tiene áreas de conflicto ya “caliente” con los aliados euroasiáticos: Ucrania y zonas del Pacífico. Por eso a China y Rusia les interesa estar aquí. Por eso nos deben interesar noticias como los problemas recientes en la bolsa China.

Nuestra crisis, en sus detalles, por supuesto, es diferente a la de los países europeos: la española, la portuguesa, o, la más grave, la griega. La deuda externa de Venezuela, aunque es grande, no llega a las proporciones monstruosas de la de Grecia, que va más allá del 120% del PIB del país heleno. O sea, que para pagarla hay que destinar la totalidad y media de todas las inversiones, producciones y compras que hacen los griegos durante varios años. Según varias fuentes confiables, incluso de oposición, nuestra deuda no llega al 30% del PIB. Además, el estado venezolano ha cumplido disciplinadamente con el pago de intereses de esas deudas y no se avizora, a pesar de los anuncios malintencionados de los enemigos, un default, una falta de pagos. Por otra parte, el estado venezolano continúa con la inversión social, que ronda el 60% de nuestro presupuesto en educación, salud, vivienda, etc. Esto es inaudito para los europeos.

Lo que ocurre es que, como dijera Vladimir Acosta, ha habido errores políticos importantes (extensión del anclaje cambiario, mantenimiento de varios tipos de cambio, estatizaciones sin garantía de buena gerencia, conflictos con firmas extranjeras, etc.) que han abierto la posibilidad para que los enemigos del proceso bolivariano puedan hacer de las suyas.

Esto es evidente con el caso del dólar especulativo (el de “Dólar Today”) cuyas cotizaciones criminales están afectando, ya no sólo al venezolano de a pie, sino incluso a la gran burguesía que, en boca de dirigentes empresariales, han criticado el daño que ocasionan a la economía venezolana esos verdaderos ataques bélicos al bolívar. Aquí se coaligan los intereses de los enemigos políticos residenciados en Miami, el narcotráfico y una fracción política colombiana de ultraderecha y anti-venezolana, vinculada también al paramilitarismo. Las casas de cambio de Cúcuta, prevalidos de una decisión del gobierno colombiano del año 2000, mantienen esta artillería cambiaria con el fin ya explícito de hacer implosionar al país.

Es esta complejidad lo que los venezolanos debemos entender; y los líderes explicar y volver a explicar. No veo esa capacidad de liderazgo en la oposición, mediocre en general. Del lado chavista, se aprecia indecisión y cierta reticencia; pero aún pueden tomarse decisiones que ayuden a enrumbar las cosas hacia un escenario mejor.


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Jesús Puerta


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