La negación: mecanismo psicológico de relevancia política

Una cosa es escribir un panfleto y otra producir un análisis fundamentado. Es la diferencia entre por un lado, la agitación, con su ramillete de consignas y frases hechas, buena quizás para la acción inmediata, y por el otro, la reflexión, donde se utilizan categorías de las diversas disciplinas sociales con audacia, pero también con seriedad. En los procesos políticos hacen falta las dos cosas: el panfleto y el conocimiento. Pero, así como es importante distinguirlos, es fundamental diferenciar la diatriba, donde reina la erística, el arte de “ganar” las discusiones haciendo trampas, respecto de la discusión argumentada. En otra ocasión me referiré a la erística. Por ahora, me interesa el otro tipo de discusión: la argumentada.

Debo recalcar que en los análisis de los resultados de las pasadas elecciones del 8 de diciembre, es muy importante hacerse cargo de la labor intelectual y echar mano de conceptos de la historia, la sociología, la antropología, la economía, la semiótica y la psicología. Esta vez, me referiré a un mecanismo psicológico, caracterizado por el psicoanálisis, que se está haciendo presente en casi todos los análisis que he leído hasta ahora: la negación.

La negación es un mecanismo de defensa inconsciente del Yo que se dispara, entre otras cosas, frente los hechos que puedan perturbar la estabilidad de las creencias que constituyen la realidad para la vida del sujeto. El individuo no se da cuenta de que está negando informaciones, hechos, constataciones, precisamente porque para él son dolorosos. Son inaceptables porque implican la devastación de aquello que hasta entonces les había permitido vivir con cierta seguridad en sí mismo y en lo que le rodea. Por eso hablamos de que es un mecanismo inconsciente. Por eso, la primera reacción frente a la muerte súbita de un ser querido es la negación, el “no puede ser”. Igual, si se pierden unas elecciones, se lo niega. Por eso los discursos de Marícori Machado, Pompeyo Márquez, Capriles y otros. No sólo se niega la derrota en el supuesto referéndum nacional, sino que se habla de una “victoria”.

Cuando ocurre esto, la racionalidad, la consciencia, se reduce a una capacidad de buscar o inventar razones, explicaciones más o menos complicadas y rebuscadas, denominadas racionalizaciones, cuya función es, precisamente, evitar el dolor. El miedo se convierte en el ventrílocuo de la razón. El miedo amenaza la propia identidad, el amor propio básico para poder vivir diariamente. De allí surgen los consuelos religiosos. En realidad, Papá no ha muerto, sigue viviendo en alguna otra parte. Por eso, la negación es inevitable para cualquier ser humano cuando la situación se presenta amenazante para sus propias convicciones e identificaciones básicas. Si perdimos Caracas, Barinas, Maracaibo, Valencia y otras ciudades importantes, es porque en esas ciudades la gente está “alienada”, como dijo la Ministra de Educación.

Por ello también, los individuos literalmente no escuchan, se niegan a leer o a enterarse de argumentaciones e informaciones adversas. Para él son sólo ruidos, o “trampas” del adversario. La incapacidad de aceptar, se convierte en incapacidad, incluso, de entender. La negación tiene efectos cognitivos. Frente a los hechos, buenos son los prejuicios y estereotipos que, al simplificar la realidad, no me exigen el esfuerzo de repensar todos mis conceptos. Los chavistas son malandros, mentirosos, totalitarios. Los opositores están todos “disociados”, alienados, aburguesados.

No estoy de acuerdo con la supuesta caracterización de “disociación psicótica”. Sí pienso, y lo he observado, que las racionalizaciones de los individuos para negarse a las realidades que le son dolorosamente insoportables, pueden dar lugar a explicaciones que requieren la suposición “lógica” de nuevos “hechos” y “razones”, que se van agregando hasta llegar a ser discursos muy coherentes. Si estas elaboraciones llegan al colmo del invento creído, es decir, inventos que el inventor no cree que lo sean, ahí sí empieza la psicosis, la desconexión total de la realidad “normal”. Por ello esos discursos que se ven en las redes sociales, esos llamados “a la calle”, a dar “una respuesta contundente”, la letanía de “las trampas” del CNE, los “hilos de los Castro”, etc. Pero también la insistencia de una “victoria aplastante” de parte del chavismo. Son sólo negaciones y racionalizaciones frente al dolor de que “el dinosaurio (o sea, el adversario) aún está allí”, como en el famoso cuento breve.

Lo interesante es observar qué hacen los dirigentes políticos con esos mecanismos psicológicos. Para ellos es fundamental utilizarlos para mantener la identificación de sus bases sociales. Por ello repiten esos delirios, esos estereotipos. Esto yo lo llamo “labores de mantenimiento”. La cuestión es que la política debe ir más allá, porque no hay que apostar a que todos se van a volver locos. Puede que todavía haya muchos cuerdos. Pero además, los hechos son tercos.

 



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Jesús Puerta


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