Contra el poder

Lo socialmente inconveniente

La semana pasada en el artículo “Armas de distracción masiva en Guayana”, me llovieron críticas destructivas y constructivas. Pero resulta extraño que algunas cosas, aún siendo obvias ante cualquier ser con mediana inteligencia, debe ser negado por una especie de sistema de creencias que filtran la realidad para dejarla olvidada en lo inexistente, por considerarse socialmente inconveniente.
¿Qué es socialmente inconveniente?, y ¿por qué se niega su existencia a pesar de convivir con ella?. Un ejemplo de ello lo vemos en el mundo de la economía. John Kenneth Galbraith hace un “mea culpa” en su ensayo “La economía como sistema de creencias” y afirma que durante el siglo pasado, la economía fue acusada reiteradamente, y no sin fundamento, de no ser utilizada como ciencia, sino como un credo. Añadía que la economía excluyó los análisis socialmente inconvenientes, al menos hasta que alguna combinación de presiones (la necesidad de acción práctica, la intuición social de los no profesionales, la herejía competente dentro de la profesión) trastornaba la opinión aceptada. Ese mecanismo censurador de análisis socialmente inconvenientes se ha repetido a lo largo de la historia. Y es por eso, que sabemos cosas, comentamos cosas, pero públicamente no las debatimos por temor a convertirnos en herejes. Pues cuestionamos un sistema de creencias con argumentos socialmente inconvenientes. ¿Inconvenientes para quién?.
Se me antoja decir que de allí en adelante se prostituye el lenguaje, pues debes definir aspectos de una realidad, pero sin abordar la realidad desde todos los frentes, es decir, otros análisis que cuestionan una opinión aceptada y que dan origen a la dialéctica.

Ejemplos abundan, citemos a Telesur, una señal de noticias que analiza la realidad latinoamericana desde nuestra visión, creencias, y porque no decirlo, desde nuestras contradicciones. Y que es calificada por el gobierno norteamericano como un análisis socialmente inconveniente.
Hoy cuando por primera vez, se debate públicamente las contradicciones del modelo capitalista y se desmontan los argumentos del Fondo Monetario Internacional, surge la incógnita del día después. Y ante el miedo al cambio, por obligar a una sociedad que se había resignado a no crear, se dan los últimos intentos por detener un movimiento social inevitable, con el mediocre argumento de lo socialmente inconveniente.

¿Y si debatimos sobre socialismo?, socialmente inconveniente. ¿Y si analizamos las consecuencias negativas para los colombianos del Plan Colombia?, socialmente inconveniente. ¿Y si analizamos el consumo de heroína en la sociedad norteamericana?, socialmente inconveniente. Ahora bien, ¿quiénes tienen interés y el poder de cerrar las puertas al análisis considerado socialmente inconveniente?, obviamente quien se vea perjudicado con el análisis. Y volviendo al área de la economía, Galbraith afirmó que los modelos económicos aceptados en el pasado no fueron necesariamente los que iluminaron la realidad. Sirvieron a menudo para distraer la atención de cuestiones de gran urgencia social. Advirtiendo o denunciando que la economía no fue una ciencia, sino un sistema de creencias útil y conservador. Y sabiendo que esto ocurrió, añade que debemos abrir la mente o cerrarla menos a la posibilidad de que vuelva a ocurrir.

En cada rincón del planeta, donde exista una dinámica social y una lucha de intereses, habrá un análisis socialmente inconveniente. Incluyendo el Vaticano. Y el apego al buen uso del lenguaje, puede alejarnos de ese análisis superficial y mediocre, utilizado por quienes yo señalo emplean armas de distracción masiva. Quienes por su modo de actuar, sí son socialmente inconvenientes.


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David Javier Medina


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