Operaciones de bandera falsa, mentiras para la muerte

 

Las operaciones de bandera falsa son operaciones encubiertas conducidas por gobiernos, corporaciones y otras organizaciones, que buscan generar la percepción, de que fueron realizadas por el “enemigo”. Estas operaciones buscan justificar bajo el casus belli (causa o motivo que puede provocar una guerra), las pretensiones y objetivos predeterminados por el fabricador de la “Operación de Bandera Falsa”.

Son muchas las operaciones de bandera falsa, que han justificado cualquier cantidad de crímenes, para lograr los objetivos de las potencias imperiales. En Roma, una noche del 19 de julio. Un gran incendio estalló sobre los tejados de la ciudad. Para nadie era un secreto que el emperador de entonces, Nerón, quería construir una serie de palacios a los que el llamaba Nerópolis, y que coincidió con el extraño incendio que fue añadido a los cristianos. Desértica casi toda la ciudad, producto del incendio, los deseos Nerón, fueron consumados.

También el caso del USS Main, en 1898, es un ejemplo de operación de bandera falsa. El acorazado estadounidense, explotó convenientemente y sin esperar ningún tipo de investigación, los medios estadounidenses, culparon al imperio español. La guerra de Estados Unidos contra el imperio español, fue clave en el declive del imperio global de España. A finales de 1898, los Estados Unidos, no se encontró sólo con el control de Cuba, sino de las Filipinas, Puerto Rico, Guam y las Islas Hawai.

Estas son, unas de las mayores operaciones de bandera falsa de toda la historia de la humanidad, mentiras para la muerte:

Vietnam, los misiles fantasmas y las provocaciones

En la noche del 4 de agosto de 1964, el presidente Lyndon B. Johnson, sentado en su despacho de la Casa Blanca, ante las cámaras de televisión, declaró  que dos días antes, el destructor USS Maddox, había sido atacado por lanchas torpederas de Vietnam del Norte, mientras se hallaba en aguas internacionales, en el Golfo de Tonkín. Dijo, asimismo, que unas horas antes –de aquel día 4--, otras torpederas norvietnamitas habían atacado, en las propias aguas del golfo, al destructor USS C Turner Joy. Finalmente, añadió que ni el Maddox ni el Turner Joy estaban realizando ninguna actividad hostil hacia Vietnam del Norte, ni participaban en labores de Inteligencia para apoyar los ataques que las naves torpederas de Vietnam del Sur estaban perpetrando contra las instalaciones costeras de su vecino del norte.

Tres días después, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Resolución del Golfo de Tonkín, que autorizaba al gobierno de Johnson a usar toda la fuerza necesaria para “castigar” a Vietnam del Norte por esa agresión y para intervenir, abiertamente, en la guerra.

Unos años después, se reveló que lo que había sucedido en el Golfo de Tonkín, no había sido ninguna agresión gratuita de Vietnam del Norte, sino una grave provocación del Maddox, que estaba apoyando activamente los ataques de las lanchas torpederas del régimen sudvietnamita a las costas de Vietnam del Norte, motivando una justa respuesta, en defensa propia, de la pequeña marina norvietnamita. Se supo, además, que el informe sobre el Turner Joy había sido mentira. El propio Lyndon Johnson reconoció en sus memorias que lo del “ataque” al Turney Joy fue una falsedad para reforzar la declaración que iba a hacer aquella misma noche del 4 de agosto en la Casa Blanca.

Esto costó a la humanidad, la vida de tres millones de vietnamitas y 58.000 militares estadounidenses, aproximadamente. La secuela de esta guerra imperial y fabricada desde los medios de comunicación, es incuantificable… 

11 de Septiembre, terrorismo hecho en casa

El 11 de septiembre del 2001, nació el discurso del terrorismo. Enemigo útil, moldeable y movible que el imperialismo estadounidense ha construido en el imaginario mundial, para lograr sus objetivos hegemónicos. Nació, producto de los abominables atentados llevados cabo en contra del pueblo estadounidense, que cobró la macabra cifra de casi 3 mil muertos.

El 11 de septiembre del 2001, nos despertamos con la noticia de que dos aviones comerciales, secuestrados por terroristas islámicos pertenecientes a Al Qaeda, se habían estrellado contra las famosas “Torres Gemelas”. Uno de los símbolos financieros más importantes de Estados Unidos y del mundo. Nos contaron que unas personas con cuchillos, nacidas en Afganistán, burlando todos los rigurosos sistemas de seguridad del país más poderoso del mundo, habían secuestrado dos aviones y se habían inmolado contra el famoso World Trade Center. También nos dijeron, que casi paralelamente al atentado de las torres, otro avión se estrellaba en el pentágono, sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

Esto (palabras más o palabras menos) fue lo que nos contaron, pero nunca respondieron las numerosas preguntas que se generaron después de los sospechosos hechos de ese fatídico 11 de septiembre del 2001. Como por ejemplo:

¿Por qué se cae (con los rasgos propios de una demolición) el edificio 7, que jamás fue impactado por nada?

¿Por qué no encuentran ningún tipo de rastros o muestras del avión que supuestamente se estrelló contra el pentágono?

¿Como se puede explicar, la explosión visible, inicial al impacto de los aviones, y la caída de las torres, en forma de demolición?

¿Por qué, tras las alertas recibidas, se reforzó la seguridad en las bases y embajadas extranjeras de los Estados Unidos, y no en los aeropuertos norteamericanos?

¿Cómo es posible que ninguno de los cazas que alberga el Pentágono pudiera defenderlo en la jornada del 11-S, sobre todo teniendo en cuenta que el ataque contra ese ultraprotegido centro militar y político se produjo casi una hora después del ataque contra la segunda de las Torres Gemelas?

Muchas preguntas, pocas respuestas. En un articulo titulado “11-S: Entonces, ¿cómo fue? de Juan Gelman, se relata minuciosamente algunos testimonios vivientes de la tragedia, que ponen en duda absoluta, las versiones oficiales del imperialismo.

“Los sobrevivientes, en primer lugar. Personal de las Torres que se encontraba en el subsuelo B1, ubicado a 330 metros debajo de los pisos 93 a 98 donde impactó uno de los aviones, sintieron que “vibraba el suelo, las paredes comenzaron a resquebrajarse y todo temblaba”, declaró William Rodríguez, empleado de mantenimiento: era una explosión que venía de subsuelos inferiores. Segundos después, Rodríguez escuchó el estallido de arriba y supo luego que se trataba de la embestida del Boeing 757 contra el edificio, en tanto Felipe David, compañero de tareas, irrumpía con quemaduras graves en el rostro y los brazos gritando “socorro”. Anthony Saltalamacchia, supervisor del servicio, escuchó al menos diez explosiones procedentes de abajo antes de salir de la trampa. Los testimonios coinciden, pero ninguno fue tomado en cuenta en el informe del Senado.

Los pilotos consideraron imposible que un avión se haya estrellado contra el Pentágono. Señalaron que el agujero en el muro es más grande que el que podría causar un 757 y estimaron inverosímil que éste se deslizara luego durante 10 segundos en el césped del interior, como muestra una filmación oficial. El comandante (R) de la Marina Ralph Koistad, piloto de combate con más de 23.000 horas de vuelo, reflexionó: “¿Dónde están los daños provocados por las alas del avión en el muro del Pentágono? ¿Dónde las 100 toneladas del Boeing, los grandes fragmentos del aparato que siempre se proyectan lejos del lugar del accidente? ¿Dónde están las partes de acero de los motores, dónde el tren de aterrizaje, que es de acero?” (www.vigli.org/PDF911). En efecto, no estaban, ni un solo desecho se encontró dentro o fuera del Pentágono.

Los pilotos subrayaron otro aspecto: las maniobras de los aparatos que chocaron contra las Torres eran impracticables. Del capitán (R) Wittenber, con 35 años de experiencia en la fuerza aérea de EE.UU. y en varias líneas comerciales: “No creo posible que un presunto terrorista entrenado en un Cessna 172 entre en la cabina de un Boeing 757 o 767, pueda hacerlo volar vertical y horizontalmente y lograr virajes de 270 grados a gran velocidad, el avión sería incontrolable. Es ridículo pensar que un aficionado pueda ejecutar esas maniobras manualmente. Yo no podría hacerlo y soy absolutamente formal: ellos tampoco”. Los testimonios de unos 500 ingenieros civiles y arquitectos confirmaron desde sus especialidades que la versión oficial de los atentados “es un cuento de hadas” (John Lear, piloto comercial, 19.000 horas de vuelo).

El arquitecto Frank De Martini y otros afirmaron que la solidez de las Torres tornaba inimaginable que se derribaran sólo por el choque de un avión. “Fue claramente el resultado de una demolición controlada y programada para que se produjera en medio de la confusión imperante”, manifestó el ingeniero Jack Heller. Esa clase de demolición no se improvisa. Sus autores, ¿sabían previamente con exactitud el día y la hora de los atentados?

Pareciera que sí.

Diferentes organismos de profesionales exigen que se investigue a fondo la tragedia que costó  la vida de casi 3000 trabajadores. Para el piloto Glen Stanish, se trató de “una operación interna, concebida, organizada, cometida y controlada por un grupo muy vasto de criminales en el seno de nuestro gobierno federal de EE.UU. Utilizada como una razón falsa, un pretexto, una mentira, para invadir dos países extranjeros ricos en recursos naturales, para extender un imperio, para modificar las fronteras de los países del Medio Oriente y como elemento de la ‘guerra antiterrorista’ o, mejor dicho, de la guerra contra la libertad”. Hay más de cien periodistas y artistas que piensan lo mismo. “Nunca creí la historia de la destrucción de las Torres Gemelas el 11/9”, selló Sharon Stone (pdf.lahamag.com, 2-08). Que algo sabe en materia de historias.”

Irak; El cuento de las incubadoras y las armas de destrucción masiva

Como parte de los preparativos para un ataque militar contra Irak, la guerra mediatica por parte de los transnacionales de la mentira, se desarrollaba perfectamente. Era necesario generar la imagen de un Saddam Hussein " satánico, despiadado y sobre todo lunático" y de que representaba una "amenaza a todo el mundo". 
 
En ese contexto, muchos de los medios repitieron las mentiras con que se preparó el terreno para los bombardeos y la invasión de la guerra del Golfo de 1991.

 
Uno de los cuentos más sensacionalistas, fue contado por una niña llamada Nayirah que con lágrimas en los ojos, afirmó ante el comité del congreso para los derechos humanos, que cuando Irak invadió a Kuwait, en agosto de 1990, unos soldados sacaron 312 bebés de incubadoras del hospital al-Adden y los dejaron en el suelo para que se murieran. Ese cuento fue una "prueba" clave para demonizar a Irak y pintar la guerra de Estados Unidos y compañía como una misión de "rescate" para "restaurar la democracia".  

Pero, como informan John Stauber y Sheldon Rampton en su libro: ¡Los residuos tóxicos son muy saludables! “Lo de las incubadoras había sido una macabra mentira.”  
 
Lo de las incubadoras lo inventó Hill & Knowlton (H&K), la mayor compañía publicitaria del mundo en ese entonces, que trabajaba para el gobierno kuwaití.  

Pero, como comprobaron Stauber y Rampton: "Ni H&K ni el congresista Lantos mencionaron que Nayirah era miembro de la familia real kuwaití. De hecho, su padre era Saud Nasir al-Sabah, el embajador de Kuwait en Estados Unidos, y él estuvo en el salón durante el testimonio. Tampoco se mencionó que Lauri Fitz-Pegado, la vicepresidenta de H&K, preparó y ensayó el testimonio. Después, incluso los investigadores kuwaitíes confirmaron que era falso".  
 
Pero para cuando se supo la verdad, Estados Unidos ya había lanzado su ataque y matado a 200.000 iraquíes. Stauber y Rampton añaden: "Después de la guerra, investigadores de derechos humanos trataron de confirmar el testimonio de Nayirah pero no encontraron testigos ni pruebas. Amnistía Internacional, que se dejó engañar, tuvo que retractarse. Nayirah no ha dicho nada". 

El imperialismo estadounidense, invadió Irak en marzo del 2003, con el famoso argumento de la búsqueda y exterminio de las “armas de destrucción masiva”, que el régimen de Sadam Husein guardaba. Millones de personas en el mundo marcharon exigiendo que no se llevara a cabo la Guerra y denunciaron que el verdadero motivo de las potencias occidentales que invadieron el suroeste asiático, se debía al control del petróleo.  

Más de un millón de iraquíes han muerto desde el comienzo de la guerra desencadenada por Estados Unidos, según el estudio, elaborado por el instituto británico Opinion Research Business

Hoy en día, hasta los lideres de la criminal coalición que desencadenó la masacre que ha sufrido el pueblo iraquí, reconocen que le mintieron al mundo entero, con las supuestas armas de destrucción masiva, principal argumento para la invasión a Irak. 

Eduardo Galeano, ha denominado esto como la mentira más grande y trágica de los últimos tiempos.


                                          adaleduardo@hotmail.com
 
 



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Adal Hernández


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