En la Venezuela de antes, era tradición diabólica que si ganaba AD, eliminaban de los cargos públicos a los inscritos en Copei, y cuando los copeyanos llegaban al gobierno, de inmediato raspaban a los adecos. Justamente porque esos partidos siempre fueron fichas de la misma clase capitalista y el imperialismo, la estabilidad laboral del pueblo era atropellada por el clientelismo.
La burguesía y sus partidos de ayer y hoy, todavía trafican con la comida de la gente (puestos de trabajo) para comprar votos y obediencia automática, por ello es común que tanto empleados públicos como trabajadores y obreros sean víctimas de la opresión de funcionarios jefes, pues la tradición cuartorrepublicana impuso que para tener empleo había que servir incondicionalmente a un grupo y obviamente izquierdistas e independientes eran desechados.
En época puntofijista el funcionario debía mostrar currículo político que diera fe de su labor al servicio del partido gobernante, y de allí que miles de venezolanos tuvieron que acercarse forzosamente a AD y Copei para conservar su empleo, tener un salario y alimentar a sus familias. No obstante, en sus conciencias creció la indignación por el chantaje y su posterior apoyo a Chávez fue un acto de liberación y ruptura contra el viejo y decadente régimen bipartidista.
Los revolucionarios fuimos marginados del mundo del trabajo, menos los que renegaron de sus ideas a cambio de limosnas. En tiempos de revolución hay que advertir sobre los errores del viejo eurosocialismo real para que nunca la dirigencia socialista del PSUV se burocratice o se aburguese y termine pareciéndose al tradicional enemigo oligarca.
Sólo con mayor participación popular eliminaremos desigualdades entre funcionarios y ciudadanos a fin de inmunizar al nuevo Estado revolucionario contra antivalores capitalistas.