En nombre de Dios, deje a Palestina en paz

Estado palestino a colonias  israelíes : la anexión con total impunidad

Una historia de referencia sobre los cien años de guerra contra los palestinos de la mano del principal historiador estadounidense de Oriente Medio, contada a través de acontecimientos cruciales y de la historia familiar En 1899, Yusuf Diya al-Khalidi, alcalde de Jerusalén, alarmado por el llamamiento sionista a crear un hogar nacional judío en Palestina, escribió una carta dirigida a Theodore Herzl: el país tenía un pueblo indígena que no aceptaría fácilmente su propio desplazamiento. Advirtió de los peligros que se avecinaba y terminó su nota diciendo: "en nombre de Dios, que se deje a Palestina en paz". Así, Rashid Khalidi, tataranieto de al-Khalidi, comienza esta amplia historia, el primer relato general del conflicto contado desde una perspectiva explícitamente palestina. Basándose en una gran cantidad de material de archivo sin explotar y en los informes de generaciones de miembros de la familia -alcaldes, jueces, eruditos, diplomáticos y periodistas-, ?La Guerra de los Cien Años en Palestina? pone en entredicho las interpretaciones aceptadas del conflicto, que tienden, en el mejor de los casos, a describir un trágico enfrentamiento entre dos pueblos que reclaman el mismo territorio. En su lugar, Khalidi traza cien años de guerra colonial contra los palestinos, librada primero por el movimiento sionista y luego por Israel, pero respaldada por Gran Bretaña y Estados Unidos, las grandes potencias de la época. Destaca los episodios clave de esta campaña colonial, desde la Declaración Balfour de 1917 hasta la destrucción de Palestina en 1948, desde la invasión israelí del Líbano en 1982 hasta el interminable e inútil proceso de paz.  Original, autorizada e importante, ?La guerra de los cien años en Palestina? no es una crónica de victimismo, ni blanquea los errores de los dirigentes palestinos ni niega la aparición de movimientos nacionales en ambos bandos. Al reevaluar las fuerzas desplegadas contra los palestinos, ofrece una nueva y esclarecedora visión de un conflicto que continúa hasta nuestros días.

los dirigentes sionistas jamás han renunciado a su voluntad de conquistar toda Palestina

Desde 1947, los dirigentes sionistas jamás han renunciado a su voluntad de conquistar toda Palestina. El 5 de junio de 1967, tras una guerra relámpago con frecuencia denominada “Guerra de los Seis Días”, Israel ocupó el Sinaí egipcio, el Golán sirio y los territorios palestinos de Gaza y de Cisjordania, incluido Jerusalén Este. Luego del tratado de paz egipcio-israelí de 1979, Israel devolvió el Sinaí a Egipto, pero la ocupación militar de los territorios palestinos y del Golán sirio continúa hasta nuestros días. Jerusalén fue anexada ilegalmente en 1980; el Golán, en 1981.

La ocupación consiste en la presencia de un régimen militar impuesto a todo un territorio y a su población. La colonización, por su parte, consiste en confiscar a los palestinos tierras y recursos –principalmente hídricos– y en instalar colonos en el territorio ocupado. La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU del 22 de noviembre de 1967, fundada en la “inadmisibilidad” de la adquisición de territorios por la fuerza, exige el retiro de Israel de esos territorios. Pero Israel cuestiona la interpretación de la resolución y afirma que exige el retiro “de” territorios y no “de los” territorios (es decir, de algunos, pero no de todos). Israel también refuta la noción de “ocupación” de los territorios palestinos, so pretexto de que el pueblo palestino no disponía de un Estado independiente antes de la ocupación.

El Cuarto Convenio de Ginebra de 1949 reconoce que Palestina es un territorio ocupado, y por lo tanto prohíbe la implantación de población, la explotación económica y la destrucción de propiedades públicas o privadas, salvo por “necesidades militares”. Adoptado el 17 de julio de 1998, el Estatuto de Roma, que dio nacimiento a la Corte Penal Internacional, prohíbe la colonización. El Estatuto considera incluso que la transferencia directa o indirecta de población de la potencia ocupante hacia un territorio ocupado constituye “un crimen de guerra”.

Sin embargo, desde 1967, la colonización jamás se ha detenido. Las colonias se concentran principalmente en y alrededor de Jerusalén, a lo largo de la “línea verde” –es decir, de la frontera de armisticio de 1949 franqueada en 1967 por Israel–, en el Valle del Jordán y en zonas estratégicas que atomizan el territorio palestino. En 2013 se contabilizaban más de 550.000 colonos en Cisjordania, y los proyectos de construcción no han dejado de intensificarse. En 2002, Israel decidió construir una red de muros que penetran profundamente en Palestina y anexan a Israel los grandes bloques de colonias y las regiones acuíferas palestinas, y al mismo tiempo acorralan ciudades, pueblos, campos de refugiados y hasta vecindarios de Jerusalén. Condenadas regularmente por Naciones Unidas, Europa e incluso Estados Unidos, consideradas como el principal obstáculo a la paz porque impiden cualquier viabilidad del Estado palestino, las colonias no dejan sin embargo de extenderse, y los dirigentes israelíes prevén la anexión de las principales. Con total impunidad.

El ‘status quo’

Durante todas estas décadas, Israel ha seguido ampliando sus colonias, pese a las condenas de la ONU y la comunidad internacional. Y eso ha ocurrido, recuerda el historiador, con todos los gobiernos israelíes, ya fueran halcones o palomas, Laboristas, o del Likud o el Kadima. "Se denominen más como de derechas o de izquierdas, el primer elemento para tener en cuenta la relación entre Israel-palestina, Palestina-Israel es que son sionistas, y el axioma del sionismo es conseguir el máximo de territorio posible con la mínima población palestina", asegura Ramos Tolosa. “El propio David Ben Gurion dijo que ninguna persona sionista puede nunca renunciar a ninguna parte de Eretz Israel, y esto es clave”, señala.

Con los años, dice el historiador, las propuestas de máximos se han apoderado del conflicto, y la solución negociada parece más lejana. Hoy, “en el debate de los poderes israelíes está mantener el 'status quo' de ocupación o ampliarlo, no cumplir las resoluciones internacionales”. Mientras, Hamas sigue sin reconocer el derecho de Israel a existir. La Autoridad Nacional Palestina acude a la ONU y a una comunidad internacional que parece incapaz de desatascar el conflicto.

"El hecho es que no hay ya ningún contacto, ni siquiera en temas de seguridad, entre la Autoridad Palestina y el Gobierno de Israel", apunta Jesús Núñez. "Todos los vínculos están rotos, y esta nueva anexión es una decisión unilateral por parte del Gobierno de Netanyahu, apoyado por Estados Unidos", añade.

Décadas después, guerras, revueltas y acuerdos fracasados, el conflicto entre Israel y Palestina parece muy lejos de su solución. A la lucha por la tierra se unen ahora otros intereses y conceptos, además de generaciones de ambos bandos traumatizadas. Conceptos como la justificación religiosa o los intereses geopolíticos, propios y ajenos han envenenado aún más la disputa. Pero el control de la tierra fue, es y será uno de los principales elementos de esta, aparentemente, eterna lucha.



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Antonio J. Rodríguez L.


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