Petro y la Colombia posible

En México hace unos días pude hablar con un par de amigos colombianos, psicóloga, historiador y fotógrafo entre otras cosas disertamos en la cantina 4/20 del Centro Histórico de esta enorme ciudad acerca de la suerte de su país, que a veces siento como mío. Esa Colombia la cual parece tener de cuando en cuando una suerte de esperanza para el fin de la violencia y la desigualdad.

Le comentaba yo a estos amigos de la necesidad de que Petro cumpliera su periodo constitucional, de la necesidad de profundizar en las reformas sociales necesarias para el bienestar y claro aparecía siempre en una conversación esperanzadora, eso de la violencia interiorizada que tiene su población, desde la llamada Guerra de los Mil Días. Esa violencia que salta como canguro y de manera cotidiana.

Y es que el que conozca a nuestra vecina nación podrá ver como hasta hace un par de años los comentarios de política se hacían en pequeños círculos y en voz baja, para evitar que orejas o chivatos te señalaran como posible enemigo. Había temor a todas las tendencias y colores, esmeralderos, narcos, paracos, polis, agentes de "inteligencia", etc. Y no es que el temor se haya acabado, pero existe un delgado barniz institucional que da una sensación de seguridad a la hora de conversar e incluso de discutir acerca de temas delicados en algún café, bar, cervecería, mercado o calle de Bogotá.

Me contaban mis amigos "La violencia en Colombia fue de tal magnitud que pedir un dulce conocido como Liberal, podía conducirte a la muerte a balazos o a machete" La violencia ha sido de derechas e izquierdas y de tal magnitud que poblaciones enteras se desplazan, que familias desaparecen, que el hermano llega a disparar contra el hermano, la muerte política en Colombia no ha tenido diferencias políticas, sociales y no se le reservo jamás el derecho de admisión, por ahí hace poco vi un documental de Jesús Abad Colorado, extraordinario fotógrafo colombiano: https://patrimoniocultural.bogota.unal.edu.co/el-testigo/

La sola conquista de la paz, ya le daría a Petro estatura histórica y para la posteridad. El presidente colombiano le apuesta a la paz con justicia, con garantías sociales, con mejoramiento de las condiciones de vida y claro que será un duro trajinar, tendrá que transitar muchas veredas y se topara con callejones sin salidas y en otros casos le intentaran tapar los rayitos de luz que le iluminen el camino por donde podría transitar.

Les comento a mis amigos en la conversa en México de que he dictado uno que otro taller de fotografía Ciudad Bolívar al sur de la capital de Colombia, y que por he visto el ajetreo, las dificultades, la pobreza y también una zona de trabajadores y de seres humanos que luchan por dignificar su vida cotidiana. Que camine por esos espacios vitales, que tuve que Aguzar la vista, el oído y note las palabras, los comentarios, los gestos, las picaras miradas de personas que le están apostando a la paz en Colombia, que no están en la comodidad de un futón a las 11 de la mañana, y si de esos que se levantan a las 5 de la madrugada para ir al campo o a la ciudad a trabajar o a estudiar deseando que Colombia sea un mundo mejor para vivir.

Colombia vive una interesante transformación, no es una batalla en las calles y si una discusión viva y permanente, quizás muy pocos presidentes vivieron tales niveles de expresión y movilización civil. Pero es parte del juego democrático. Me gusta el talante democrático del presidente Petro, es un civil en el debate civil y de formas y estilos democráticos. No interviene teléfonos, no persigue a la oposición, no se apodera de los medios de comunicación, no se parece en nada o casi nada al gobierno que nos toca vivir a los venezolanos.

Mientras a los enemigos de Petro dentro y fuera de Colombia los acompaña la marcialidad y la ofensa, veo a Petro mas cercano a nuestro poeta mas icónico, parece que Andrés Eloy Blanco hubiera hecho este poema dedicado al actual presidente de Colombia:

COLOQUIO BAJO EL OLIVO

Por mí, la flor en las bardas

y la rosa de Martí,

por mí el combate en la altura

y en la palabra civil;

para mí no hay negro esclavo,

para mí no hay indio vil,

para mí no hay perro judío

ni hay español gachupín,

el bravo ataca el sistema

y respeta al paladín,

el Cid abre herida nueva,

no pega en la cicatriz

y es pura la niña mora

como las hijas del Cid.

Por mí, ni un odio, hijo mío,

ni un solo rencor por mí,

no derramar ni la sangre

que cabe en un colibrí,

ni andar cobrándole al hijo

la cuenta del padre ruin

y no olvidar que las hijas

del que me hiciera sufrir

para ti han de ser sagradas

como las hijas del Cid.

Hoy más que nunca resistir es vencer, resista compañero presidente Petro.



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Yuri Valecillo


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