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Conservadurismo popular y comunismo, "¡Ha muerto el liberalismo!"

El subtítulo del libro "Crisis del liberalismo auge del conservadurismo popular", plantea el otro eje, que es en mi opinión el político-ideológico. Santibáñez explica claramente, como en paralelo a la mencionada revitalización del nacionalismo, en el mundo y en particular en occidente se da una suerte de rebelión contra las élites.

Considera que es el conservadurismo popular, - más que el populismo, - la renovada formulación política que en occidente está reemplazando al liberalismo.

Un ejemplo acabado de ello puede ser el nuevo gobierno griego, que combina conservadurismo político, con tradición religiosa y liberalismo económico.

Adjudica a este desinterés de las élites occidentales con sus pueblos, más relevancia en el surgimiento del "Conservadurismo popular", que la desigualdad social, muchas veces planteada como causa de este cambio político. Pero el autor, también dedica espacio al análisis de la crisis de las élites argentinas, a la que adjudica una responsabilidad importante en la frustración del país, desde mediados del siglo XX hasta ahora.

Indaga sobre cuál ha sido la causa de su decadencia y pérdida de interés por la cosa pública. La realidad es que la élite política de finales del siglo XIX conocida como "Generación del Ochenta" no supo o no pudo gestar su sucesión política. Siguió gravitando en la primera mitad del siglo XX en la cultura, pero ya no en la política.

Sostiene que los países necesitan tener élites y confiar en ellas. La crisis del liberalismo y el surgimiento como alternativa del conservadurismo popular que plantea Santibáñez se explicaría por el resto de este tiempo.

Cuando al presidente francés Emanuel Macron, le preguntaron si era un globalista o un nacionalista, contesto que era "un patriota francés". Pienso que la pérdida del valor del patriotismo ha sido una de las razones principales de la crisis de las élites argentinas y recuperarlo es fundamental para que se recompongan tanto en sí mismas, como respecto a sus pueblos

El mundo muestra una convergencia de protestas sociales, que dan marco a las que tienen lugar en América Latina. Las que se realizan semanalmente en Honk Kong no cesan y por el contrario se intensifican, pese a las amenazas que públicamente ha expresado el Presidente Xi. En Irak la población salió a las calles reclamando contra el desempleo, la corrupción y la falta de servicios públicos. En el Líbano, las protestas apuntan contra la situación económica y el desempleo, reclamando también mayor democracia y cambios en la política económica. En Argelia las protestas de los viernes por más democracia se prolongan desde hace meses y Egipto las ha comenzado a tener contra el gobierno del presidente Sissi.

En Cataluña, la violencia en la calle lleva una semana, utilizando los grupos independentistas radicalizados la aplicación de la oposición de Honk Kong, distribuidas desde un centro establecido en Ginebra. En Francia los "Chalecos Amarillos" se han debilitado, pero no desaparecido y los extremistas ambientalistas derivan hacia protestas violentas en varias ciudades europeas. Se trata de expresiones convergentes, que tienen causas y condiciones diferentes, pero que evidencia una situación de malestar global.

En este marco, América Latina no es una excepción y la crisis de seguridad generada por el narco en México, es una amenaza a la paz social, aunque no sea una protesta social como tal. El gobierno de Andrés López Obrador (AMLO) ordenó la detención en la capital del estado de Sinaloa (Culiacán) del hijo del "Chapo Guzmán", quien ha reorganizado su cartel. Fue detenido en una batalla campal, en la cual murieron 8 policías y militares y fueron heridos 23. Aproximadamente 800 sicarios mejor armados que las fuerzas de seguridad, combatieron contra ellas durante varias horas. Tras la detención, el presidente ordenó la liberación, con el argumento de que era necesario preservar vidas. Algunas versiones sostenían que los sicarios disparaban contra la población, otras de que iban a asesinar a 20 solados que retenían.

La liberación del hijo del Chapo en estas condiciones fue un retroceso sin precedente del Estado Mexicano frente a los carteles de la droga. AMLO dijo que había tomado esta decisión para no enfrentar a las Fuerzas Armadas con la población, pero en forma casi inmediata envió 230 comandos de élite del Ejército hacia dicha ciudad donde cuarenta y siete narcotraficantes fugaron de la cárcel local. Preocupado por la situación, el presidente Trump se comunicó telefónicamente con su colega mexicano para expresarle la percepción de desgobierno que estaba dando México.

En Ecuador, el 1 de octubre el gobierno aumento a más del doble el precio de los combustibles, en el marco de un acuerdo con el FMI y ello precipitó protestas que obligaron al presidente a dejar la capital. A partir de una huelga de transportes, las protestas violentas se extendieron en la ciudad de Quito. Se sumaron los indígenas organizados en una Confederación, que ya precipitaron la caída de dos presidentes, Bucaram en 1998 y Gutiérrez en 2005. Tomaron el Congreso y los saqueos se extendieron a varias ciudades del país. El presidente dictó el "estado de excepción", y las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del control de la seguridad. Recuperado el de Quito, el presidente Lenin Moreno retornó a la capital. Durante los hechos de violencia, murieron 8 personas y los heridos fueron 1.507 aproximándose los detenidos al millar.

El gobierno denunció que detrás de los hechos está el ex presidente Correa -exilado en Bélgica y prófugo de la justicia ecuatoriana- y detuvo cubanos y venezolanos acusados de ser agentes de inteligencia que participaron en los incidentes. El presidente estableció el diálogo con los líderes indígenas y anuló el aumento de los combustibles que había detonado las protestas. También relevó al jefe del Comando Militar Conjunto y al jefe del Ejército, buscando satisfacer reclamos indígenas contra la dureza en la represión. Tras 12 días de protestas, la situación es incierta y no está claro si Moreno podrá mantener la gobernabilidad hasta finales de año.

En Chile, un aumento del transporte precipitó una ola de protestas sin precedentes en las últimas décadas. Los estudiantes secundarios salieron a las calles, participando en actos de vandalismo, dirigidos hacia las estaciones de subterráneo, cuya tarifa había aumentado. Fueron destruidas el 80% de ellas y repararlas requerirá 300 millones de dólares. Con los estudiantes salieron a la calle la extrema izquierda y sectores sindicales radicalizados. Los saqueos de comercios y depósitos se extendieron en amplias zonas de la capital (Santiago). El presidente primero quiso bajar la importancia de los hechos, luego caracterizó a los participantes en ellos de "delincuentes" y finalmente afirmó "estamos en guerra contra un enemigo poderoso". Decretó el estado de emergencia y puso a las fuerzas de seguridad bajo mando militar.

Fue desplegado el Ejército en la capital y se impuso el toque de queda por primera vez desde 1967. Durante los incidentes. Murieron 11 personas -todas con motivo de incendios y saqueos- se registraron casi 1.000 heridos y fueron detenidas 1.400 personas. Piñera anuló el aumento - que había sido de 800 a 830 pesos- y se abrió al dialogo, aunque sin interlocutores claros por ahora. Chile es el país de la región que más redujo la pobreza, pero es el que tiene menor posibilidad de ascenso social. Pero ello no es suficiente para explicar la magnitud y extensión de las protestas, que continúan, aún durante el toque de queda.

a política de la Administración Trump para provocar un cambio de régimen en Venezuela, Cuba y Nicaragua parece estar en un callejón sin salida. Es que ha fracasado la estrategia anunciada por el Consejero de Seguridad Nacional (Bolton) públicamente a fines de noviembre, de acuerdo a la cual la caída de Maduro iba a provocar un "efecto dominó", que precipitaría la del Castrismo en Cuba y de Ortega en Nicaragua.

Sin destino el alzamiento de Guaidó, Washington utiliza para desestabilizar a estos gobiernos, la misma política que no dio resultados con Rusia tras la ocupación de Crimea y con Irán, para frenar su desarrollo nuclear: aplicar sanciones económicas a empresas nacionales públicas y privadas y a funcionarios, dirigentes políticos y empresarios cercanos al poder.

En el caso de Nicaragua, se anunció la ampliación de sanciones a más funcionarios y figuras próximas al gobierno. Pero los regímenes totalitarios se fortalecen con el transcurso del tiempo si saben sobrellevar con éxito los momentos de debilidad. Esta situación ha permitido a Rusia y China aumentar su presencia e influencia en la región. Ambos apoyan a los tres regímenes amenazados por Trump. La primera lo hace con una presencia estratégico-militar y la segunda como un gran actor económico en el campo del comercio y en la financiación de obras de infraestructura. Por su parte la UE muestra diferencias con EE.UU. en esta región.

Mientras la Administración Trump insiste en que no descarta la opción militar para Venezuela, la mayoría de los países europeos la rechazan.

La crisis y recesión económica global que estalló en setiembre de 2008 afecta a todos los países del planeta. No hay territorios blindados. Como se señala en este trabajo, los ciclos de expansión y contracción son parte consustancial de la historia económica.

En la década del 90, en América Latina, el ciclo de modesta expansión que se extendió entre 1991 y 1994 fue seguido por la retracción derivada del «efecto tequila» y de la crisis asiática. Los efectos políticos de esta contracción económica fueron diversos y complejos, pero tuvieron mucho que ver con lo que se ha dado en llamar el «giro a la izquierda» en las preferencias electorales de un sector importante de la población.

La importante expansión económica que se registró en la región en los cinco años anteriores al estallido de la crisis, es decir entre 2003 y 2008, puso a la mayoría de los países en condiciones distintas –y mejores– de las que se derivaron del breve y más modesto ciclo expansivo de la década anterior. Al parecer, algo se había aprendido. Este es el contexto en el que estalló la actual crisis, que abre interrogantes sobre los efectos económicos y políticos en la región latinoamericana.

Los efectos políticos fueron muy importantes. En varios países de América Latina se vivieron años de inestabilidad, con la caída de los gobiernos de Jamil Mahuad en Ecuador (2000), Fernando de la Rúa en Argentina (2001), Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia (2003) y luego su sucesor Carlos Mesa (2005), a lo que habría que sumar el intento de derrocamiento de Hugo Chávez en Venezuela (2002). Con el tiempo, la región pareció dar un «giro a la izquierda». En muchos países los gobiernos cambiaron de rumbo: de sur a norte, fue el caso de Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Honduras, mientras que en México y Perú la izquierda perdió las elecciones, aunque por márgenes estrechos. Luego surgió AMLO en México

Es usual escuchar a las autoridades mencionar que en Chile "las instituciones funcionan" y, en gran medida, es así. Sin embargo, nuestra institucionalidad fue mayormente diseñada en la Constitución del 80 -en período de dictadura- bajo contextos muy diversos de exigencias de transparencia, rendición de cuentas y probidad. Si bien ha habido avances en estas materias que han alcanzado también a gran parte de nuestras instituciones, no cabe duda que es necesario evaluarlas a la luz de estas nuevas exigencias y de la alta desconfianza ciudadana imperante. Existen varias propuestas sobre la mesa, tanto de centros de estudios y universidades, como de los propios partidos y el Gobierno. Dejemos de ser reactivos y anticipémonos a los conflictos.

Si bien muchas señales estaban ahí, era difícil prever lo que hemos visto. Las desigualdades en nuestro país, la crisis de confianza en nuestras instituciones, la baja participación electoral, las colusiones y las bajas condenas a delitos de "cuello y corbata", pueden ser algunas de las causas del gran malestar social.

Las escenas de violencia y vandalismo que se han visto, en ningún caso son justificables, sin embargo, esto no obsta -y no implica una excusa- entender qué las origina. De este modo, se podrán buscar políticas y acciones para prevenir estas situaciones en el futuro. Pero a mi juicio, lo más impresionante ha sido la falta de respuesta y empatía de las fuerzas políticas.

Los gobiernos Latinos se han quedado pegados en el discurso de la violencia y vandalismo -bajando el tono en las últimas horas- y dando cuenta de la contingencia, como si estuviéramos frente a un caso de una catástrofe natural.

La oposición se ha visto paralizada y, a pesar de intentar esbozar propuestas, no ha logrado tener la fuerza de presionar al gobierno a pronunciarse sobre el fondo de las demandas que origina el malestar social, ni de retirar el Estado de Emergencia y toques de queda.

Si bien la desconfianza ciudadana hacia las instituciones políticas es muy alta y es probable que un acuerdo nacional de las fuerzas políticas sea visto como insuficiente, se requiere una salida política donde se deje de mirar la pequeña ganancia.

Para esto es necesario incluir la mirada de la sociedad civil y academia y abrir más espacios de participación ciudadana a organizaciones sociales, federaciones estudiantiles y movimientos sociales, entre otros. Las posibles soluciones no pueden salir de cuatro paredes y deben considerar las miradas de las nuevas generaciones.

El milagro y el oasis chileno era una ilusión que muchos creímos. Ahora no es el momento de reproches, más adelante podremos analizar con más calma qué nos trajo a este punto. Igual en Venezuela.

"¡Ha muerto el liberalismo!". La sentencia se lanzó en el 2008, cuando se derrumbó la economía mundial.

Los teóricos responsabilizaron del hundimiento del aparato financiero al sistema impuesto por Margaret Thatcher, desde Gran Bretaña, y George Bush, desde Estados Unidos, en la década de 1980, y previeron que no sobreviviría a los daños que había causado.

No obstante, resistió y todo parece indicar que se fortaleció, a tal punto que hoy, a raíz de la crisis en Chile, se reitera a viva voz la sentencia: "¡Ha muerto el liberalismo!".

El liberalismo es una corriente económica, impulsada por el estadounidense Milton Friedman, que plantea otorgar absoluta libertad a los mercados. La teoría, sin embargo, no es infalible y el capitalismo falló en el siglo XX, con la crisis de 1929, y también en el siglo XXI, con la del 2008.

¿Y quién era responsable del fracaso? El francés Michel Rocard, quien sin ser economista sabía mucho de economía, señalaba directamente a Milton Friedman, de quien dijo en una entrevista en el 2008 al diario Le Temps de su país que lamentaba que estuviera muerto, porque "lo habría llevado ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Con su idea de que el funcionamiento de los mercados es perfecto, dejó toda la codicia, la voracidad humana para expresarse libremente".

"¡Ha muerto el liberalismo!", se grita en calles y plazas de Chile. Existe consenso: estudiantes, trabajadores, amas de casa, empresarios, todos saben que el sistema una vez más ha fallado. Y la confusión sigue adelante, pues Milton Friedman no explicó cómo se tendría que actuar en situaciones como estas. Entre las décadas de 1950 y 1970, el mundo tuvo un crecimiento promedio de alrededor de 5% anual, impulsado por la inyección económica que Estados Unidos aplicó en Europa y Japón, devastados por la Segunda Guerra Mundial. El período fue de prosperidad, no se generaron crisis económicas ni financieras. Pero llegaron los constantes aprietos financieros, el desempleo creció, el endeudamiento externo se multiplicó, y ahora casi la mitad de la población mundial vive con menos de 5.50 dólares al día y el hambre afecta a una de cada nueve personas en el mundo.

En ese feo escenario, cómo fue posible que la economía de Chile creciera y otorgara a sus habitantes un ingreso per cápita de 20,000 dólares, superior al que existe en el Perú o al de cualquier otro país del continente y que la pobreza solo alcance al 8% de su población. El sistema tiene imperfecciones, porque si no fuera así, hoy no estaríamos ante violentas manifestaciones de descontento social. Y ante la sentencia "¡Ha muerto el liberalismo!", bien valdría preguntarnos si seremos capaces de transformar el sistema o si este resistirá, como ha sucedido hasta ahora. Capaz, en una década más se repetirá: "¡Ha muerto el liberalismo!".

En pleno viaje con tráfico liberado, algunas voces masculinas comentan: ¿cuál es la verdad?, ¡me perdí en medio de la historia latina! Mientras tomo un café, escucho a una a voz imperativa sentenciar: ¡está loco! Y cuando retorno a casa, los míos sugieren: ¡hay que ir a verla! ¡Está buenaza! La suerte estaba echada, había que complacer a la curiosidad y saber ¿por qué tanta expectativa genera el estreno de una nueva versión de un archi conocido personaje de la ficción? Lo vi en mis años mozos en medio de toda la pila de revistas de comics alquilados que leía lenta y calmadamente huyendo de la realidad. Por alguna extraña razón la ansiedad me invade en los momentos previos al espectáculo. Quería saber qué de especial tiene esta nueva versión del guasón, las risas, las bromas o el jajas, como lo llaman algunos, y del que tanto se ha escuchado hablar últimamente. De principio a fin saboreo un sibarita coctel de suspenso, emoción, angustia, tristeza, resignación, algo de alegría y hasta cierto grado frustración.

Ha culminado la película y aflora en mí la empatía. Me solidarizo con ese pedazo humano, con este vómito de una sociedad que lo engulle con exquisito sadismo para devolverlo como el más repugnante bocado de un pestilente mundo.

¡Pobre guasón!, un ser imaginario en el mundo de DC Comics, pero que es tan real para estos lares como cuando el Estado desadaptado no atiende la salud integral de la población como lo dice y manda la Constitución, valorando más al foráneo que al dueño de casa, por ejemplo.

Un tipo herido que tiene que rebuscar irónicamente la poca resiliencia que le queda luego de intentar a diario levantar la cabeza porque ‘los normales’ lo pisotean con su indiferencia, no sin antes, claro, de clamar por redes sociales oraciones que lo hacen ver como buena gente, cuando en realidad preparan su venganza para apuñalar por la espalda. Para ellos eso sí que es sano.

Desde el estreno de esta película, la mayoría funge de psicoanalista ciudadano graduado en la sala de cine. ¿Será que recién se preocupan por la salud mental del país?, o será que ya se enteraron de que en breve cerrarán cerca de 150 centros de salud mental comunitario a nivel nacional, según pudo anunciar recientemente la ministra de Salud, Zulema Tomás Gonzáles. ¡Bah, no creo!

La gente crítica y juzga lo que lleva dentro. Ya lo decía Carl Jung, padre de la psicología analítica, "la psique del hombre debería ser estudiada porque nosotros somos el origen de todo mal". ¿Quién no se ha sentido en algún momento como el Joker?, más aún cuando la violencia, en cualquiera de sus formas, no es considerado delito en tu país, pero sí se hizo justicia primero con el plagio. ¿A quién no le han venido esos pensamientos?, sobre todo cuando el ser más dulce y sublime cría discapacitados sociales que necesitan ser siempre los martillos en una relación, ¿qué clase de locura es esa?

Vivimos en una sociedad donde queremos ser los ejemplares discípulos de Yisus y empezamos a pregonar que ya se han reportado en Lima cerca de tres casos en los que se sienten identificados con la personalidad del Joker, sino pregúntenle al director del instituto nacional de salud mental Honorio Delgado Hideyo Noguchi, Freddy Vásquez.

Eso sí que es terrible frente a una versión falsa lanzada a nivel nacional en la que una asesina dice que le cerraron el paso de su vehículo y que por ello perdió el control del timón y así no más mato a dos jóvenes, cuando las imágenes y los peritos dicen todo lo contrario, y aun así la han librado de purgar 6 meses de prisión preventiva. ¡La mentira ya está institucionalizada!

El escritor alemán Hermann Hesse alguna vez se autodescribió así "… mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez, y a locura, y a ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos." Lo suscribo, no quiero mentirme. Es una tremenda alucinación responsabilizar a una película por la caótica salud mental que vive todo un país, donde el suicidio se toma como táctica para alcanzar la gloria populista, en donde la moralidad de los padres de la patria descansa en falsedades que engrosan sus currículos, donde obsesionarse con una mujer no es escándalo, sino que importa más el sentir lástima por el "soldado caído" que no entiende el NO de una dama. ¡Basta ya de hacernos los payasos y levantar el dedo acusador para salpicar con nuestra locura a otros! Practiquemos la cordura diciendo la verdad, por más dolorosa que fuera.

En los casos de Bolivia y Argentina, la elección no la marca tanto lo sucedido en la región, sino que la definición será entre el continuismo, mediante la reelección presidencial de Evo Morales y Alberto Fernández, respectivamente, o el cambio. Las crisis políticas, sociales y económicas en América Latina parecen estar terminando con el sueño conservador de terminar con la ola progresista de principios de este siglo, que aparenta volver renovada y con nuevos bríos. Entre los fuegos de octubre y diciembre hablarán las voces del pueblo.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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