MUDifalencias

La inteligencia no está solamente en aprender de los libros, de tener una destreza académica limitada o realizar bien las pruebas que la miden. Refleja sí un mayor aforo para entender lo que nos rodea.

Pero si tuviéramos que llenar el saco de ella, habría que meter además capacidad para razonar, prever, solucionar problemas, pensar de forma inconcreta, comprender ideas enredadas, aprender prontamente y aprender además de la rutina, o quizás mejor de la experiencia o mucho mejor aún de los coñazos que da la vida… Así más o menos entiendo, que meditó sobre la inteligencia, en 1997, Linda Gottfredson.

La inteligencia, indudablemente, que es para algo. Esto sí parece verdad. Pero esto no lo afirma Linda. Lo afirmo yo. ¿Se nota?

Si no es para algo la inteligencia, entonces, ¿para qué existe? Por tanto, si una persona inteligente no trabaja para algo que denote que tiene la aptitud de marras, entonces, ¿cómo puede considerarse inteligente? ¿Ni siquiera inteligente para comprender lo más elemental tampoco?  

Al menos [yo] me veo obligado a entender que si voy es porque voy y no porque vengo o porque vaya a venir, porque, ¿es necesario irse para volver? Pudiera ser, pero no, también es una posibilidad. Lo que puede ser, a lo mejor no es, ni será. Vaya usted a saber, y hay que tratar de saberlo.

Comprender esto al menos constituye un asomo adecuado de que poseo inteligencia. Si no sería por tanto un político tradicional; vale decir, un ser sin inteligencia, pero con discurso inteligente, que usaría de señuelo para llevar a los inteligentes latentes a la brutalidad más impensada. A la que a mí, como político tradicional, me interesa pues. Un político tradicional, me resulta por tanto, un espectro divertido de agudeza. 

Pero me dispongo hablar hoy de economía, de lo que por cierto no sé ni la O por lo redondo, pero que observando los yerros tan prolongadamente porfiados de los embustidores profesores mudistas, Guerra y Ochoa, me siento como rebuznantemente convidado –no lo niego– para tal atrevimiento, porque me da la impresión de que hablar de economía política (que no es más que hablar de la economía burguesa) es como departir también acerca de si la brujería es efectiva o no para alcanzar el éxito mercantil. Bueno, al menos para los brujos y brujas, pareciera que es así. El embarazo es para los pobres embrujados y embrujadas. ¿No?

Para ello me voy a basar en gente entonces que supuestamente sabe de eso. Específicamente en dos premios Nobel de economía que, ojalá los hubieran merecido por sus conocimientos profundos sobre el tema, y no como Obama que mereció el suyo sin saber un carajo de paz, como a cada momento lo demuestra. Se trata pues de Paul Krugman y Joseph Stiglitz.

Y es bueno aclarar que en los casos de Guerra y Ochoa, lo más que pudieran merecer, como premio, estaría entre la copa del burro o máximo un Guaicaipuro de Oro. Y ni siquiera por lo que saben de economía burguesa, sino más bien por sus sobresalientes modos histriónicos que han exhibido durante incontables presentaciones en Aló Ciudadano al lado de ese personaje de una tan docta hidalguez… Pero entremos en materia.

Luego de la juerga bulliciosa de la economía gringa por las razones delictivas de su sistema estructural, el analista francés del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de Francia, Fabio Liberti, había dicho que 2010 fue un annus horribilis para la integración europea, debido a que Europa utilizaba usualmente sus crisis para disparar su integración, pero que grietas surgirían con esta crisis financiera que obligó a rescatar a Grecia y a Irlanda para salvar al euro, pero donde en ambos casos el Fondo Monetario Internacional fue invitado a participar en los enormes desembolsos, hecho que muchos vieron como una verdadera deshonra para Europa. Paul Krugman expresó, haciendo referencia a que los apuros europeos actuales comenzaran en Grecia, que sus desarreglos (los de Europa) tenían el talante de una tragedia griega clásica en la que un hombre de linajudo carácter logra su hundimiento debido al desperfecto inexcusable de un orgullo desmedido y que, sufre una crisis penetrante, porque el logro del que está más hinchada (el euro) está hoy en serio peligro y se suponía que fue él la ganancia de una estupenda y grande empresa que no fue más que la voluntad ejercida durante varias generaciones para traer la paz, la democracia y la prosperidad compartida, a un continente anteriormente -y con frecuencia-  destrozado por la guerra. En fin, toda una colosal frustración, sería lo que está en perspectiva.

Después de todo, nadie se imaginaba hace un año lo que sucedería, decía en 2010 un analista principal del European Policy Center de Bruselas, mientras que América Latina crecía, incluida Venezuela con un modesto 1,6%. Fíjense aquí una diferencia apreciable con Guerra y Ochoa, quienes tienen doce años presagiando una catástrofe económica para Venezuela. Vean lo que significa pues el “tapamarillismo” técnico de estos profesorales economistas escuálidos.

Pero es que también el dizque socialista Rodríguez Zapatero ha tenido que sumarse a la austeridad, porque España se la está viendo muy mal con un desempleo grosero, por lo que se ha visto impelido, y debido a su déficit fiscal de 11%, a reducir los salarios públicos en un 5%, congelar las jubilaciones y recortar 6.000 millones de euros en inversiones. Me gustaría saber qué opinan Guerra y Ochoa sobre este panorama español, mientras que en la Venezuela caótica de sus malas intenciones ocurre justamente lo contrario que en esa su amada y admirada España cañí y no cañí.

Bueno, en torno a estas austeridades presentes, tanto en Estados Unidos como en Europa para combatir la crisis económica, Stiglitz por su parte dice que condenan a sus ciudadanos a la debilidad en tanto que al mismo tiempo favorecen a la banca, porque el capitalismo se encuentra hoy en un terrible dilema (esto lo digo yo): que por encima del interés de los países y sus pueblos, está el de la banca que no puede colapsar… Stiglitz concluye diciendo que, la austeridad condenará a Estados Unidos y a Europa a un bajo crecimiento y al estancamiento, con lo cual se socavarán no sólo las economías sino los cimientos de sus propias sociedades, y que, por ello comprende cabalmente la actitud de los “indignados” que han tomado las plazas en las grandes ciudades españolas, sorprendiéndose más bien de que se hayan tomado tanto tiempo para ello luego de repasar indicadores económicos como la elevada tasa de desempleo (bestial entre los jóvenes); y todo, por proteger a los bancos, coño.

En Venezuela ocurre todo lo contrario, y ya se tomó nuevamente el ritmo vigoroso de crecimiento económico con la consiguiente repartición más justa de la riqueza, por supuesto, doctrina medular de la Revolución.

¡Ah Guerra y Ochoa! ¿Y entonces? ¿Es la economía burguesa la que está en crisis, o no? ¿Y esto no nos indica por tanto que entre nosotros, concretamente, hay una economía que marcha hacia el socialismo? Marx y Giordani se los están comiendo, vale. ¿La razón? Pues que ellos no son economistas burgueses: el primero es abogado interruptus y luego filósofo, materia en la que se doctoró; y el segundo ingeniero. ¡Qué ironía! ¿No?

Marx por cierto dice que el ser humano es trabajo, actividad, que es un ser activo y que su dimensión práctica debe prevalecer sobre la teórica, debido a que no puede entenderse él sólo como un animal racional, dado que, si su capacidad de pensamiento prelara sobre su capacidad de acción, entonces se produciría una situación injusta que nos viene de las sociedades esclavistas. Es mi caso, por ejemplo, que soy esclavo de mi estupidez, ya que no tengo otra actividad a los 70 que no sean las especulaciones que escribo por la condescendencia de Aporrea.

Pero apunta Marx también, que a través del trabajo el ser humano transforma la naturaleza (no sabiendo ciertamente si concebía él que fuera racionalmente; pero pienso que sí) y ocupa un puesto determinado en la sociedad, por lo que la esencia humana no es algo abstracto inherente a lo particular, sino más bien al conjunto de las relaciones sociales, como diría en la sexta tesis sobre Feuerbach.

También Marx avanza sobre el concepto de alienación, que entiende que se da, justamente en el trabajo, porque aquello que debiera realizar al hombre, precisamente la actividad, como él mismo dice, es lo que terminaría cosificándolo, lo que lo esclavizaría para convertirlo en algo inhumano, en algo distinto de lo que es. Así pues que, en la medida que el trabajo no humaniza al humano, se convierte en alienante, por lo que siempre estará en la mira de Marx, pero también de Chávez.

Bueno, paro aquí porque se me desalentó el cerebro.

Pero juro que me provocaba profundizar.  

canano141@yahoo.com.ar



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Raúl Betancourt López


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