Fortaleciendo la Práctica Revolucionaria

Como se sabe, las patrullas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) iniciaron, desde hace ya varios meses, con el objetivo fundamental de fortalecer el proceso de formación de cuadros, la discusión de tres preguntas claves planteadas por el Sistema de Formación Socialista Simón Rodríguez. El debate ha sido horizontal y fructífero. Recordemos que las tres preguntas son: ¿Qué papel está llamado a jugar el pueblo de Bolívar, al inicio del Siglo XXI?. ¿Qué desafió implica construir nuestro propio socialismo en la historia de la humanidad? . ¿Cómo cambiamos la cultura del poder del capitalismo por una cultura del poder socialista, o cómo se construye una cultura del Poder Popular Socialista?

En estas preguntas ideológicas se manifiesta nuestro sentido de pertenencia, así como las premisas y desafíos de nuestro proceso histórico, el significado de construir nuestro modelo de socialismo bolivariano; que hemos denominado, el rescate de nuestra memoria histórica. De igual manera, los principios y los valores de ese socialismo, como fuerza liberadora para la construcción de la democracia participativa y protagónica de una nueva cultura del poder.

Ahora bien, el mencionado rescate de nuestra memoria histórica –o mejor dicho, el desarrollo de nuestra conciencia histórica-, como se ha dicho en otras oportunidades, debe realizarse como un proceso integrador; donde se organicen los hechos históricos de tal manera, que se avance y se profundice en el conocimiento de los mismos, conscientes de su carácter universal. Es decir, como plantea I. Meszaros, debe ser un proceso que lleve a la percepción de un cambio y “no meramente como un lapso temporal”; que no permita que seamos “atrapados por el particularismo anecdótico” y que podamos convertirlo en “universalidad moralizante”.

Por lo tanto, como se ha planteado, el nacimiento de Simón Bolívar El Libertador, su formación inicial, sus viajes a Europa, su juramento en el monte sacro; y todos los hechos que se desencadenaron en este “lapso temporal” – desde que nace el Gran Simón hasta nuestros días-, no son aislados; obedecen a una causalidad histórica que los convierte en una “universalidad moralizante”. Esta es, sin duda, la necesidad de la emancipación de Nuestra America –aun pendiente-. Es la línea estratégica fundamental que integra todo el proceso histórico, sin obviar especificidades ni antecedentes –ni proyecciones futuras, por supuesto-, en el análisis profundo de los acontecimientos. Dicho análisis debe apuntar decididamente al mencionado desarrollo de la conciencia histórica, para seguir fortaleciendo la practica revolucionaria.

Todo ello, para estar cada día más conscientes, como se ha pregonado, de quiénes somos, de dónde venimos, en qué coyuntura histórica nos encontramos y hacia dónde vamos. Precisamente, uno de los elementos integradores fundamentales en este proceso de construcción, con sus desafíos teórico-prácticos, es el pensamiento bolivariano con toda su trascendencia y vigencia histórica. Son los conceptos, las ideas, los planteamientos filosóficos, que prefiguran el proyecto emancipador e integracionista para Nuestra America. Recordemos lo que planteó nuestro Libertador, en el discurso pronunciado en la Sociedad Patriótica de Caracas, el 4 de julio de 1811: “… Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar y para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy una traición… ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no bastan?... Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos”. Y en la carta de Jamaica, el 6 de Septiembre de 1815: “…¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un Imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?”. De la misma manera, en un discurso pronunciado el 2 de Enero de 1814: “… permitiéndome el honor a que únicamente aspiro, que es el de continuar combatiendo a vuestros enemigos; pues no envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi patria no esté completamente asegurada”.

Por otra parte, la ética socialista sobre la que debe centrarse nuestra reflexión, es en la construcción de una conciencia revolucionaria, en la necesidad de una nueva moral colectiva, que sólo se logrará mediante la lucha por la transformación material de la sociedad y el desarrollo de la espiritualidad de los que habitamos estas hermosas tierras. Esta construcción debe llevarnos a fundamentar la convicción de que si nosotros mismos no cambiamos, de poco valdría cambiar la realidad exterior. De allí, la enorme importancia de la formación de cuadros y la consolidación del partido de la vanguardia revolucionaria. Reconocimiento aparte, debe hacerse en este sentido a la labor que vienen desempeñando nuestros delegados, nuestras delegadas en el Congreso Extraordinario del PSUV.

Por tanto, es urgente el fortalecimiento de una institucionalidad cuyo valor supremo sea la práctica de la justicia y la equidad. Que frente a las contradicciones del derecho y la justicia sean capaces de decidir por la justicia, sin minar las bases del derecho. Debemos practicar una tolerancia activa y militante, en esta sociedad en transición, donde conviven distintas religiones, culturas y concepciones de la vida.

Al mismo tiempo, por supuesto, propiciar el respeto mutuo y el cumplimiento a cabalidad de los derechos civiles y políticos: derecho a la libertad de conciencia, a pensar y expresarse libremente; a la vida, a nacer y vivir en un ambiente sano, no contaminado, en una sociedad solidaria; entendido todo esto como derechos innatos de todo ser humano. Es decir, profundizar y acelerar la construcción de la patria nueva; la de una democracia amplia y participativa, con pluralismo, cooperación, solidaridad, desarrollo integral del ser humano, en paz y con mucho amor.

Nuestra ética socialista busca, entonces, afianzar los valores inalienables que deben estar presentes en nuestra vida cotidiana. Como dijera Ernesto Ché Guevara “El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”; por lo tanto, lo que debe tener sentido para los revolucionarios y las revolucionarias, es amar al prójimo; tener presente la corresponsabilidad moral, sabiendo que todos somos ética y moralmente responsables de lo que ocurre en la sociedad. Tal corresponsabilidad parte del conocimiento de que la pobreza, no es solo el problema del otro o del Estado, sino que es el problema de cada ciudadano. Estar conscientes que los intereses del colectivo están siempre por encima de los individuales, sin que ello signifique que se niega al ser social individual; la seguridad de que el ser humano sólo puede realizarse en los otros seres humanos. Como una compañera escribió recientemente: “Se trata de comprender y aceptar que el ser en sí mismo, no tiene sentido de trascendencia histórica, ésta se logra cuando se vive en función de la felicidad de todos. De tomar conciencia del supremo valor de la vida, que reafirma nuestra condición humanista; el valor del trabajo creador y productivo, como fuente de todas las cosas que el ser humano ha construido a lo largo de su existencia”.

Entonces camaradas, continuemos fortaleciendo nuestra conciencia del deber social; sigamos avanzando en la profundización de la unidad, pero la unidad verdadera, de corazón, porque si algo tenemos en común compatriotas, es el anhelo de la concreción del sueño bolivariano, el objetivo primordial de transferir más poder al pueblo y en que somos mayoría porque “…el eslabón más alto que puede alcanzar la especie humana es ser revolucionario”.

Patria Socialista o muerte!

¡Venceremos!


sentirbolivarianobarinas@gmail.com


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Adán Chávez Frías


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