Socialismo, Democracia y Mercado

Está en debate el tema del socialismo en este siglo, después de las fallidas experiencias que tuvieron lugar en Europa del Este en el siglo XX.

¿Cuál socialismo?

¿Cómo transitar hacia él, previa ruptura y superación del control capitalista en la conducción del Estado y sobre la sociedad civil?

¿Qué hacer con la propiedad privada sobre los medios de producción, distribución y servicios en sus diferentes escalas y en los distintos sectores?

¿Qué hacer con el mercado?

¿Puede haber un “socialismo de mercado”?

¿La economía debe seguirse basando en un sistema de precios o es posible regirse por un sistema de equivalencias en función del cálculo del valor en cada caso?

¿Es posible hacer socialismo con las herramientas del capitalismo?

Cierto que el mercado surgió con anterioridad al capitalismo. Pero no menos cierto es que el mercado es consustancial a este sistema de dominación.

¿Es posible hacer socialismo sin eliminar la propiedad privada sobre los grandes medios de producción, distribución y servicio, solo introduciendo la economía de equivalencias y redistribuyendo más justamente el ingreso nacional por vía impositiva y a través de programas sociales, aumentos de salarios, bonificaciones…?

Esta claro ya, dadas las mencionadas experiencias fallidas, que la propiedad estatal con planificación burocrática-centralizada, lejos de conducir al socialismo, nos lleva inexorablemente un a súper-estado burocrático y a una gran crisis estructural. Por eso hay explorar nuevas rutas y dar respuestas a estas y otras interrogantes.

* Interés y actualidad de estas preguntas.



Entonces, ¿qué hacer con el tema de la planificación?, ¿cómo relacionar esta cuestión con la propiedad, gestión y el mercado dentro de un proceso de orientación socialista capaz de superar integralmente el capitalismo y alcanzar felicidad espiritual, bienestar material, avance cultural y educativo, estadios superiores de salud y conocimiento, espíritu solidario, desarrollado armónico con la naturaleza, igualdad de derecho entre géneros, generaciones, razas, etnias y libertad para toda la sociedad?

Estas preguntas y las reflexiones que sugieren han cobrado especial interés y actualidad a la luz de lo que pasó con el socialismo en el siglo XX, del replanteo del socialismo en el contexto del nuevo siglo, de las controvertidas respuestas chinas y vietnamita a la crisis de su “socialismo de Estado” y de la discusión que tiene lugar hoy en Cuba, después de evidenciarse allí la necesidad de un cambio del modelo predominante estatista-burocrático y de la superación de la dualidad económica creada a raíz del periodo especial.

* Actualidad del espíritu del Che y el problema de la transición.



En este contexto recobran actualidad las reflexiones de Ernesto-Che- Guevara y su espíritu de búsqueda, justamente en la víspera de su ochenta aniversario.

Y recobran fuerza especialmente sus críticas al cálculo económico, a la planificación burocrática, al culto al mercado, y a la unilateralidad en cuanto a los estímulos materiales a costa de la conciencia socialista. Su insumisión respecto a lo que veía en tren de fracasar o cargado de anti-valores propios del orden a superar.

La cuestión es que todo esto merece ser tratado con su mismo espíritu, sin apego al dogma, sin sacralizar sus reflexiones y búsquedas. Y, además, teniendo presente todo el desarrollo del pensamiento revolucionario socialista en las últimas tres décadas del siglo XX y en lo que va del siglo XXI.

Aquí quiero insistir en la necesidad de concebir el socialismo como transición y como construcción hacia él, desde determinadas niveles del desarrollo capitalista.

Transiciones después de una ruptura con la dominación y la hegemonía del capital: procesos siempre cargados de herencias, mecanismos, “culturas”, prácticas, sistemas…imposibles de superar por decreto o al instante; menos aun dentro de los estrechos márgenes de las revoluciones, o de los procesos hacia revoluciones, escenificadas en un país o un grupo limitado de países.

Transiciones revolucionarias más o menos difíciles, tortuosas, lentas, aceleradas, accidentadas…

Y es dentro de esas transiciones donde se necesita ubicar la justa relación en cada periodo entre formas de propiedad, sistemas de gestión, áreas de mercado y áreas de no mercado, valores y precios, espiritualidad y materialidad, seres humanos y naturaleza, tecnologías apropiadas e industrialización, procesos nacionales y procesos continentales y mundiales, Estado y sociedad, participación y coerción…

Si el capitalismo es un sistema de dominación integral (económico, social, político, militar, cultural, ideológico) el socialismo debe ser un sistema de liberación integral.

Por eso no es válido, ni en el terreno económico en particular, ni en el modelo en su conjunto, aislar una de otra, estas cuestiones esenciales.

* Proceso progresivo y ascendente de socialización.



El paso de lo privado a lo social, y del Estado a la sociedad autogestionada, del mercado al no mercado, de la explotación a la no explotación, de las bases tecnológicas del industrialismo capitalista al desarrollo socialista (con tecnologías apropiadas y no agresiva contra la vida) …y la erradicación de todas las modalidades de discriminación, marginación y subordinación, opresión y violencia en dirección a una sociedad de seres humanos libres espiritualmente y libres materialmente, es ante nada un proceso progresivo y ascendente, sin exclusión de campos de acción.

Los grados de avances en la socialización deben medirse en cada uno de esos aspectos interrelacionados.

Lo viejo no se puede suprimir de sopetón, pero tampoco debe perdurar más de lo necesario; nunca se debería actuar por debajo de lo que posibilite transformar y reemplazar en el sentido anticapitalista y socialista la acción conciente de las fuerzas de vanguardia y la conciencia y determinación de los sujetos sociales del cambio. Y en este orden pueden darse situaciones variadas, combinaciones temporales y cambios ascendentes.

Una cosa es el mercado sin regulación y otra cosa es un mercado regulado por normas y acompañado de procesos que posibiliten su progresiva extinción. Igual una cosa es un mercado total y omnímodo y otra un mercado parcial acompañado de otras formas de intercambio.

Una cosa es un mercado en el que concurran solo las ofertas de empresas capitalistas privadas, y otro en el que concurran empresas de propiedad y gestión social, pasando temporalmente por diversas combinaciones en cuanto a participación de empresas con variadas formas de propiedad y de gestión (asociativas, cooperativas, colectivas, gestionadas, co-gestionadas, privadas, mixtas...).

Una cosa es un mercado dominado por monopolios y oligopolios privados y otro aquel en el que concurran empresas socializadas y cooperativas socialistas acompañadas o no de otras formas no hegemónicas de propiedad privada, individual y mixta.

Una cosa es hablar de una transición con un mercado sujeto a desparecer y con presencia de modalidades de propiedad privada o mixta en vía de superación, y otra es hablar de “socialismo de mercado” con creciente presencia de la concurrencia del gran capital transnacional.

La transición al socialismo puede ser compatible con procesos de mercado y presencia de propiedad privada o mixta de diferente rango. Pero el avance hacia el socialismo pleno requiere, mediante esfuerzos sostenidos de socialización, tanto de la superación de la propiedad privada sobre los medios de producción, distribución y servicios, como del mercado y de la explotación del trabajo asalariado.

Esto último implica a su vez la superación de todo estatismo basado en el trabajo asalariado, en la planificación centralizada y en la apropiación y/o el poder de decisión de la burocracia sobre el excedente.

El proceso hacia el socialismo, por tanto, en el campo económico debe implicar predominio ascendente de diversas modalidades de propiedad social y de la propiedad pública y/o estatal autogestionada o cogestionada por los(as) trabajadores(as); predominio del intercambio equivalente, basado en el valor real de las mercancías, predominio de la planificación descentralizada, democrática, participativa…

En lo político-institucional debe haber cada vez más democracia, cada vez más participación, cada vez más auto-organización, cada vez mas poder de decisión de la sociedad, cada vez menos Estado, menos represión…hasta su completa extinción.

En cuanto a relación de género, el socialismo es inseparable de la igualdad de derechos en la familia, en la sociedad, frente al Estado. Es inseparable de la plena superación del patriarcado.

Y ese sentido la igualdad de derechos dentro de las diferencias objetivas, es absolutamente válida tambien para el tratamiento del problema generacional, racial y étnico.

Todos son procesos progresivos, no automáticos. Pero todos deberían ser llevados a cabo con la mayor aceleración posible y en forma integral, al compás de la necesaria continentalización y mundialización de la revolución y el tránsito al nuevo socialismo.

De lo contrario, el socialismo se queda trunco, mediatizado, con tendencia a involucionar, a colapsar y/o a restaurar paulatinamente los anti-valores y mecanismos de la sociedad que se propuso superar.

* El caso Cuba



El punto de partida cubano es otro: allí ha tenido lugar la expropiación de la propiedad privada capitalista en amplísima escala y se ha cumplido la fase del traspaso por vía revolucionaria de lo privado a lo público, junto a la conquista de la independencia frente al imperialismo. Solo que en ese proceso la estructura económica pasó a manos del Estado y no propiamente a la sociedad, de los/as trabajadores/as, y el partido, los movimientos sociales y los órganos de poder de la sociedad civil se amalgamaron con la burocracia estatal, perdiendo capacidad de socialización y democratización progresiva.

El caso cubano, a mí entender, es inverso, o más bien diferente, al del resto del continente: porque de lo que se trata allí es de convertir lo estatal en social, sustituir la planificación burocrática y centralizada por la planificación democrática-participativa, la gestión burocrática por la autogestión o cogestión obrera y popular, la centralización política por la participación democrática.

Se trata tambien de superar la dualidad entre estatismo y área dólar de la economía por un proyecto de transición único e integral, que tenga de mercado y de pequeña, mediana propiedad privada y propiedad mixta, lo imprescindible y/o necesario en cada momento; con tendencia a superar la relación propiedad estatal- explotación del trabajo asalariado, a socializar sin estatizar y a des-estatizar sin privatizar, auspiciando la propiedad colectiva, la cooperativización socialista, la autogestión, la auto-organización y la democracia participativa y directa.

Y esto entraña vencer y reemplazar el poder burocrático, algo bastante distinto a derrotar la gran propiedad privada capitalista, el dominio oligárquico- imperialista y las garras del capital transnacional. Distinto, menos complejo y menos traumático, pero no fácil.

Esta idea de socialización de lo estatal y democratización socialista, claro está, nada tiene que ver con el “modelo chino”, eficaz como vía de restauración paulatina, social-democratizante y “no traumática” del capitalismo; lo que en el caso cubano, sería todavía mucho más negativo (incluso en lo relativo a su soberanía), dada la dimensión de su economía y de su país y la cercana gravitación del imperialismo estadounidense y de la mafia cubano –americana de Miami.

En Cuba –ya lo han dicho intelectuales cubanos y cuadros político con mucha autoridad y experiencia- lo que está a la orden del día y podría lograr el máximo de consenso es la superación del poder de la burocracia en la economía de Estado y en el sistema político institucional, la sustitución del modelo actual por un nuevo modelo de orientación socialista, hacia un socialismo participativo y profundamente democrático, y hacia un relevo generacional.

Otra opción, a mi entender, habrá de generar contradicciones y situaciones no deseables.

Está claro, además, que a nivel continental el reencuentro revolucionario es imposible al margen de la necesidad de abrazar los nuevos socialismos, capaces de superar el capitalismo neoliberal y su seudodemocracia, y el mal llamado “socialismo de Estado”.



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Narciso Isa Conde


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