Presidente Maduro en la UBV la culpa no es de la vaca

Estimado presidente Nicolás Maduro, la Universidad Bolivariana de Venezuela tiene en su documento rector, que la misma es una creación del Consejo Nacional de Universidades del 1 de julio de 2003, constituye una significativa señal de los cambios que se inician en la educación superior venezolana y de los cuales hemos de hacernos cargo como ciudadanos de esta patria, porque es en la educación donde se juega la posibilidad de que cada generación encuentre su propio lugar en el mundo, abriendo espacios para asumir responsabilidades impulsadas por la fuerza creadora.

Es la concreción de uno de los tantos sueños que tenia nuestro comandante eterno Hugo Chávez, con respecto a la educación universitaria en Venezuela, como lo recogen sus palabras emotivas cuando dice que ese va a ser un día de fiesta, el día que vayamos a inaugurar la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) que va a funcionar en el edificio, en el conjunto de edificios de PDVSA de Los Chaguaramos, allí va a funcionar la Universidad Bolivariana, estamos haciendo el proyecto y vamos a hacer algunos acondicionamientos de instalaciones. Era la visión que tanto quería y añoraba de una universidad distinta para nuestra patria, sobre todo educación universitaria para el pueblo, sentenciaba nuestro comandante Chávez que le vamos a dar prioridad a los muchachos pobres para que ahí duerman algunos, puedan comer, sobre todo, los muchachos pobres que tengan buenas calificaciones, esas dos variables hay que juntarlas: que trabajen y que se esfuercen bastante para darles ese premio. Muchos muchachos que se quedan después del bachillerato quieren estudiar y no pueden porque aquí nunca se pensó en ellos, bueno sí se pensó, para que paguen; porque aquí se han creado universidades privadas como arroz, institutos universitarios, institutos de tecnología hay por todos lados.

En la cercanía de sus quince primaveras, que ha hecho la revolución por consolidar estas palabras de nuestro comandante Chávez. En los actuales momentos tenemos nombrado por usted presidente Nicolás Maduro, al camarada Cesar Trompiz como rector de la Universidad, un egresado de nuestra casa de estudios, de lo cual tendríamos que sentirnos orgulloso, siempre y cuando reuniera las condiciones mínimas establecidas de conformidad con lo establecido en el Reglamento General de la Universidad Bolivariana de Venezuela, de fecha 16 de enero del 2009, publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 39.116, de fecha 09 de febrero de 2009. La cual señala en su artículo 31, que para ser rector o rectora de la universidad, tiene que poseer incuestionables condiciones éticas y morales, título de doctor o credenciales equivalentes y contar con una trayectoria personal, profesional y académica meritoria en alguna universidad nacional venezolana, como trabajador académico ordinario durante diez (10) años por lo menos. Algunos de estos requisitos el camarada Cesar Trompiz no los posee y no se le puede señalar que no tenga ganas de hacer un buen trabajo por la universidad, sin embargo somos los primeros que como revolucionarios tenemos que dar el ejemplo de que las leyes se cumplan.

En 1918, en la ciudad de Córdoba un grupo de estudiantes señalaban que las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. En las circunstancias que nos ha tocado vivir, todavía algunos de estos acontecimientos no se han hecho presente, sin embargo el detonante que inicio esta reforma, fue la elección rectoral, una acción totalmente extraña que nunca ha ocurrido en la universidad. En los actuales momentos podemos decir, que nuestra máxima autoridad del país y la revolución, confía en uno de nuestros egresados para que dirija los destinos de nuestra universidad, así no tenga las credenciales debidas, pero no confía en ninguno del profesorado que durante tanto tiempo ha estado esforzándose en crecer políticamente y académicamente, para acompañar el proceso de transformación universitaria.

Sería una utopía, ver un nuestra universidad elecciones de todas nuestras autoridades, que no sean impuestas a dedos y que tengamos que conformarnos con solo acatar sus designios. En esta última campaña presidencial, los señalamientos de factores externos hacían que nos hiciéramos más fuertes y que aceptáramos con ahínco y orgullo patrio, cuando usted presidente Maduro decía, que los problemas de los venezolanos, los resolvemos nosotros y no ningún extranjero. Entonces presidente, no se puede ser luz hacia fuera y oscuridad hacia adentro, porque entonces los problemas de la ubv no lo podemos resolver los y las ubevistas, será que los que están más distantes conocen y saben más de nuestra realidad y es por eso, que tenemos que acatar tranquilamente que nos traigan a un conjunto de trabajadores que saben que existe la universidad, pero que no pertenecen a la misma.

Con cada uno de los rectores, que han pasado por la universidad, se han visto desfilar equipos de Fundacite, del Ministerio de Educación y más recientemente, la importación del equipo de Funda Ayacucho. Cada uno de estos equipos, trae consigo una patente de corso y un conjunto de directrices, que dejan cicatrices en la universidad, una impronta del castigo impuesto por aquellos que les importa poco, que todo este proyecto se vaya desvaneciendo en el tiempo, integrantes de tribus nómadas que se dirigirán luego hacia otro destino en donde se decidan castigarlos o premiarlos, una vez superada la prueba. No son señalado nunca, aquellos que traen e imponen equipos a su antojo, como que fueran fichas en un tablero, que parecen estar uncido de un Dios bendito y con el cual, asustan muchas veces a sus feligreses.

En todo esto, lo triste es que se señala a los que se quedan en la universidad, los docentes, administrativos y obreros, como que fueran ellos los culpables de su decaimiento, aquellos que han callado con los dientes apretados, cada decisión injusta, que no gritan con voz fuerte, cuando se comete algún atropello, que triste que seamos nosotros los que terminemos cargando la culpa, ya no es la vaca.

Solo nos quedará reflexionar, si quince años de calma no bastan.

 

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Adrian Avila

Profesor universitario

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