La maldición que nos tocó

Los venezolanos tenemos fama de bochincheros, informales, nuevos ricos, derrochadores y pare de contar. Además, en materia política nuestro subdesarrollo es total.

Los partidos son traficantes de influencias sin principios; practican el canibalismo y la corrupción campea en la administración pública. Nuestros líderes son rústicos e incultos, sin asomos de Harvard o refinamiento alguno, y el Gobierno se maneja como una bodega.

Nuestras escasas virtudes incluyen tener candidatas buenas para Miss Universo y, desde luego, petróleo.

Lo curioso es que estamos ubicados al lado de un país donde parece ocurrir todo lo contrario. El Gobierno funciona de manera impecable.

Bogotá y otras ciudades parecen tacitas de plata, limpias y ordenadas.

Gobernantes y políticos son personas cultas; los presidentes y ministros se escogen entre familias distinguidas, casi siempre hijos o nietos de ex magistrados. La ciudadanía es ordenada y respetuosa, y hasta en las pachangas se conducen con recato.

La verdad es que uno no se explica cómo un país tan serio y formal tiene una frontera común con otro tan distinto.

Así pues, cuando alguien se entera de que dicha frontera sirve para que los sicarios, paramilitares, prostitutas, narcotraficantes y demás especímenes de esa calaña circulen entre un país y el otro, cualquiera pensaría que salen de Venezuela para colarse en Colombia. Pero lo que ocurre es lo contrario, y ese país ordenado y pulcro lo que hace es enviar al degredo, es decir, a nuestra patria, todo aquello que le estorba.

Para empezar, desde hace años nos están enviando a los más pobres, a los depauperados y a los que ahora se conocen como "desplazados", que huyen de la guerra interna y la violencia paramilitar.

Actualmente parecen empeñados en un proyecto perverso y deliberado de exportar toneladas y más toneladas de drogas a través de nuestro territorio, con la idea de que la que no embarquen hacia Estados Unidos o Europa se quede para el consumo criollo.

Los militares gringos y sus cipayos colombianos no han acabado con la guerrilla ni con la droga y ahora pretenden empatucarnos en el problema a modo de excusa para intervenir en nuestros asuntos.

Augusto Hernández
augusther@cantv.net


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