Los técnicos de nuestras miserias

Cuando la fe del hombre se despedaza, la sociedad se rompe en su raíz. Esta maraña conflictiva utilizada no por la iglesia católica, sino por el grupito de obispos que trabajan exclusivamente para la dominación del hombre por el hombre, son los que verdaderamente ponen en crisis a la iglesia cristiana, porque no se quieren convencer que el hombre de hoy, anda como ayer, en la búsqueda de su libertad, de su justicia y de su valor.

Una catástrofe mundial nos acosa en lo político, social, económico, cultural, religioso. En el mundo hay confusión, creciente infortunio, un sufrimiento extraordinariamente agudo. La repuesta del imperio capitalista no tiene soluciones.

¿Cómo están reaccionando los pueblos? .

A medida que avanzan los pueblos dentro de esa reforma capitalista, que se llama neoliberalismo, se encuentran que todos, lideres, filosofías, doctrinas, cambios, todo ha fallado en el estricto sentido cristiano y ahora la fe cristiana por culpa de ese grupito sedicioso se distancia de su verdad y se hace parasito que se opone al sentido y a la razón humana, embadurnándonos con una teoría ilegal, ilegitima, porque se avocan a defender los traumas y nos exponen ante las esperanzas desgraciadas que solo nos conllevaran a convertirnos, como ellos siempre lo han querido, en hombres temerosos, timoratos, incapaces de enfrentarse a la vida y a la defensa de nuestras naciones. La pobreza, el hambre, la miseria, de hombres y pueblos, la dibujan y la esperanzan con el cielo y por eso en sus teologías inventadas son los tesoros inapreciables que nos deshumanizan de todos los valores naturales.

Estas mismas concesiones la utilizó Cristo, pero él nos enseño que teníamos que luchar contra ese demonio y esa lucha se convirtió en la esperanza de redención que lo llevo a la muerte. Hoy ese grupito que mato a cristo, continua vivo y luchan por volverlo asesinar pues hacen todo lo contrario porque están sentados a la diestra de los poderosos y necesitan sumisión, borregos, que los adoren y ellos saben que como los hombres estamos despertando se acerca el Apocalipsis definitivo de sus falsedades.

En Venezuela, ese grupito se avalancha con sevicia, premeditación y alevosía, actúan como una secta de locos fanáticos adoradores del imperio estadounidense, mas que la teoría cristiana, se dan al trabajo politiquero, queriéndonos arrebatar nuestras esperanzas, nuestras luchas y nuestros sacrificios que por tanto tiempo ha sido una carga de eclosión histórica.

Ellos, no se han dado cuenta que estamos viviendo un momento en el cual levantamos de nuevo nuestras banderas de Cristo y de Bolívar y que en este mundo de imperios y oligopolios, vive un sistema denigrante, humillante y que ellos son el ombligo de sus opulencias, lo que los hacen los espantosos criminales que no tienen perdón, pues ellos son una maquinaria técnica que ayuda a fabricar nuestras desgracias. Ellos desconocen que la iglesia está en crisis y que esta se debe a su ceguera y a esa falta de autoridad moral. ¿Por qué no se preocupan de sus problemas? La pederastia y la pedofilia. Su corrupción la ha convertido en una inversora mercantilista por la que nos exigen como “hombres de Cristo” que el socialismo humano y democrático tiene que ser execrado por antiimperialista y verdadera esperanza del hombre de hoy. Estos obispos que viven a costillas del pueblo, que no tienen otro oficio sino el de defender a los enemigos de Cristo, cerraron sus ojos para no ver, taparon sus oídos para no escuchar y exigen culto a la pobreza, la miseria, al hambre, porque quieren un hombre mentalmente paralítico, un hombre educado con sus embustes y misterios creados por los embaucadores de un ideal sucio y oscuro.

Es bueno que esta cúpula de “catoliquitos baratos” se interesen en las realidades y las necesidades del país, esa jerarquía técnica de nuestras miserias, que domina a la Conferencia Episcopal de Venezuela (CEV) quienes respondieron al proceso de la reforma constitucional de espaldas al 80% del pueblo, reaccionen y se dediquen a estudiar de verdad a Cristo, a Bolívar y al pueblo de Venezuela.


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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