Yulimar Rojas, con su peculiar hablar y la palabra "Juácata", de nuevo estremece las redes

Yulimar Rojas, se ha convertido en la imagen del Banco de Venezuela. Eso comenzó a manifestarse desde un tiempo atrás, unos meses diría yo. Y no es para menos, siendo ella lo que es, la mejor atleta que hemos tenido hasta ahora y una de los mejores del mundo, con los records en el salto triple olímpico y del planeta, acercándose ya a la meta de los 16 metros, marca muy alta y que quedaría por años como referencia. Aunque su actual marca de 15.37 mts., ya lo es. A ella, frente a sus competidoras, se le ve muy sobrada y esto, sin duda, es motivo de orgullo para los venezolanos.

En los últimos días, ha estado en pantalla una cuña en la cual, nuestra excepcional atleta, quien además goza de una enorme simpatía personal y exhibe un hermoso y enorme deseo de comunicarse a su manera, la de una típica muchacha humilde de un barrio o aldea cualquiera del oriente del país, como quien esto escribe, usó la palabra "Juácata".

Yulimar, según los registros, la formalidad de los papeles, nació en Caracas, pero es hija de orientales y se educó en un barrio muy humilde de Puerto La Cruz, llamado Pozuelos, pero no en el área original de ese pueblo colonial y menos en la urbanización de más o menos clase media que allí se construyó, sino en la parte de arriba, donde se instaló una multitud de humildes, en ranchos o viviendas muy precarias. Tanto que Yulimar suele recordar como su rancho "se mojaba", para decirlo en la jerga oriental, en los momentos de lluvia.

Muchos de esos barrios, comúnmente llamados "marginales", nacidos en Puerto La Cruz, en los alrededores de las ya "viejas" instalaciones petroleras y urbanísticas, se poblaron de sucrenses y margariteños que venían a esta ciudad, entonces "próspera", en busca de trabajo. Así como en sus novelas "Casas Muertas" y luego "Oficina N° 1", Miguel Otero habla del desplazamiento de muchos pueblos, empezando por Ortiz, del Guárico, hacia las zonas donde brotaba el petróleo, la nueva economía y la "prosperidad", del mismo modo, hacia el naciente pueblo del Tigre, nacido en ese espacio, se desplazaron margariteños y sucrenses con el mismo sueño. Más tarde, el camino conducirá, a gente de la misma procedencia, al naciente pueblo de Puerto La Cruz, antes una pequeña aldea de pescadores, cercano al área portuaria de Guanta, donde está el puerto hacia el cual se bombea el petróleo desde El Tigre, que sería destinado a llenar los barcos que llegaban y aun llegan, aunque en mucho menor cuantía, de distintas partes del mundo.

Hablando hace cosa de minutos con mi amigo Luis García, Cronista de Puerto La Cruz, por cierto de padres sucrenses, le contaba como más o menos en 1975, no recuerdo el motivo, revisando la matrícula del Liceo Calatrava de esa ciudad, me hallé que más del 70 % de la matrícula de estudiantes, estaba formada por muchachos nacidos en Margarita y Sucre o hijos de padres de esa procedencia.

Por cierto, la hoy llamada ciudad de Lecherías, señalada "como una de las más ricas del mundo", juicio que me parece exagerado, pero usado por algunos de esos personajes que llaman "youtuber", para 1965, año en el cual llegué a residenciarme en Barcelona, era apenas una aldea de pescadores poblada por sucrenses y margariteños.

Lo anterior sirve para explicar cómo Yulimar, aparte de la herencia familiar, se formó en un ambiente de orientales que, en buena medida, habían sido o estaban influidos por la cultura de los pescadores de la costa sucrense y margariteña. Su manera de hablar, esa que alguna gente exquisita descalificó por las redes, es propia de los espacios y cultura de sus ascendientes y la multitud en medio de la cual se formó.

Por haber explicado en las redes el significado de la palabra "Juácata" que Yulimar usa en la cuña más reciente del Banco de Venezuela, que no es otro para nosotros sino rápido, sorpresivo y hasta contundente y haber calificado de muy original que quien creó el texto que ella pronuncia, al ponerla a usar palabras inherentes a su cultura y léxico habitual, me trato burlonamente. Y además me dijo, que "en eso no había nada de original, pues esas palabras se usaban en Nicaragua y El Salvador".

En efecto, en esos países, según el Drae, se utilizan las palabras Juácata y guácala, con el mismo significado, asco. Para los orientales, e insisto en esto, pues que yo sepa, en mis años mozos, esas palabras no se usaban en espacios regionales distintos al que he mencionado, se trata de palabras con diferente significado.

Pues huácala, en cierta medida, significa también lo mismo que en los países antes mencionados, asco, pero entre nosotros también, de manera general, se usa a manera de rechazo. Es decir, para los orientales de Venezuela, huácala es una palabra con significado diferente a Juácata.

En muchas oportunidades he oído a Yulimar usar esa palabra. Quizás por esa misma observación, quien elaboró la cuña, en lo que respecta a la expresión oral, en mi parecer pareció muy acertado ponerla en la boca de nuestra insigne atleta. La originalidad a la cual me referí, no está en la palabra, sino que en la cuña, el autor del texto, se atreviera a ponerla en boca de Yulimar, inspirado en el hecho que forma parte de su cultura y forma de expresarse de manera habitual. Y fue tan acertado que generó ese debate y hasta despertó interés en aquella como extraña palabra.

Lo sorprendente es que la figura de Yulimar, nuestra más grande atleta a lo largo de la historia, por su color y hasta peculiar forma de hablar, simplemente la de una típica oriental de las aldeas de pescadores, yo la veo como una muchacha de Caigüiré Abajo en Cumaná, de Cariaco, Mariguitar o San Antonio del Golfo, produjo una reacción racista contra ella y por supuesto una masiva y aplastante respuesta en su defensa, pese quienes en esto último estuvieron, no sabían el significado de aquella palabra.

Hubo quien, pese hablar en defensa de ella, pensó y eso dijo, se trataba de un error de dicción, como una palabra mal pronunciada y una forma de hablar demasiado localista. No hubo error alguno y el localismo tiene tanta pertinencia y valor como otras formas culturales.

Es costumbre, no se trata de nada nuevo, que a los deportistas famosos se les utilice para promocionar a productos y empresas. Ha sucedido que quienes esas propagandas elaboran ponen a hablar a sus personajes de manera convencional, como en aquellas viejas novelas, donde a un campesino aparecía expresándose como un citadino y hasta culto. Al personaje se le desdobla, acicala para que el mensaje llegue "limpio" al gusto del consumidor.

En el caso de la cuña del Banco de Venezuela, no hablo por el banco, sino por la cuña y su autor, se rompe con esa vieja e irreal tradición de los "creadores" propagandísticos. En este caso, se permite y hasta facilita que Yulimar Rojas, quien es por encima de todo, la más grande atleta que hemos tenido y una de las más grandes del mundo, en una cuña comercial se exprese con autenticidad, sin remilgos ni acomodos ajenos a ella. Pues la joven mujer que ha batido todas las marcas en su especialidad y amenaza con imponer una que sería imbatible por años, dejará una recuerdo imborrable en el mundo y un motivo de orgullo para los venezolanos, habla de esa manera, en su tono y usa palabras extrañas y "del bajo mundo", ese que hiere la sensibilidad de la gente "culta".

Uno de los grandes méritos de la narrativa moderna, incluyendo de manera particular, al llamado "boom literario latinoamericano", es haber hecho uso del lenguaje coloquial y popular, ese que habla Yulimar Rojas, para hacer hablar a sus personajes. Donde los campesinos, pescadores, hombres y mujeres de las barriadas populares, de las aldeas, montañas, hablan tal como le es habitual en su mundo real.

Por supuesto he eludido hablar lo que hubo en el fondo de esto, porque sé, lo he observado, que quienes intentaron descalificar a Yulimar, por su forma de hablar, que es un descalificar al lenguaje popular mismo, tenían un fin que no alcanzaron, pues la sensatez de la mayoría, de un lado u otro les hizo fracasar.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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