Soñando con el salario y los rumores ¿Cuánto vale un maestro?

Uno vive de cuentos o cachos, no tanto de los que, como decimos en el lenguaje coloquial, "nos echan", sino que uno mismo se inventa para hacer la vida más placentera. Como los que ahora nos echan y nosotros mismos nos echamos, pues si los creemos, es un echárselos, acerca de un aumento salarial. Un tema que se ha vuelto un sueño y hasta oculto; uno ya no quiere hablar de él, pues es como empavarnos y hacer que nunca ese aumento llegue. Callar es como mejor, pues de repente, cuando uno menos lo espera llega. ¿Acaso no son bellas esas sorpresas, como cuando a uno le regalan algo inesperado?

Por ejemplo, algo de esto hay en lo que la dirigencia sindical aliada al gobierno, imagino por razones elementales, deseosa que eso llegue, ha optado por llamar a un documento que va a presentar o las autoridades respectivas sobre el aumento salarial, "documento de apoyo al gobierno". La táctica es elemental, se intenta llegarle a quienes tienen el poder de decisión con una declaración que pareciera ser innecesaria, pero ellos quieren envolver su reclamo, como con cierta humildad, en un empaque a primera vista hermoso y atractivo. Y segundo que, lo fundamental no es hablar del salario, pues eso es como de mal gusto y hasta pavoso, tanto que de inmediato todo paraliza, hasta la reunión que pudieran tener las partes involucradas en el asunto. Por eso hay que protegerse en los burladeros; si el objetivo se logra ¡chévere cambur!, si no, todo sigue como viene, ¡aquí no ha pasado nada! Nada cambia. No sentimos calambres ni malestar alguno.

Como se dice arriba, el cuento, vamos a llamarle así, para decirlo como el narrador en la novela "La Tía Julia y el escribidor" de Vargas Llosa o el Félix B. Caignet, el célebre escritor cubano de novelas radiales como el "Derecho de Nacer", "esta arrancado de la vida misma", fue escrito en 1995, siendo entonces presidente de Venezuela, el Dr. Rafael Caldera.

Desde tiempo atrás, cuando la empresa petrolera extractiva estaba en manos de los gringos, esta había creado escuelas en sus campos, pues dentro de ellos, habían construido viviendas de dos categorías, la de primera clase para todos los trabajadores de diferentes orígenes, incluyendo venezolanos que llegaron a ostentar importantes cargos gerenciales, pues de allí viene aquello de "empleados de confianza" y la de segunda para los trabajadores u obreros. Esos empleados de confianza, eran aquellos ganados para la idea que la empresa era lo primero y hasta rodilla en tierra.

Dentro de la lógica y el proceder capitalista, lo que incluye crear condiciones para que los trabajadores se hagan más productivos, el gran capital concede a sus trabajadores ciertos "beneficios". Uno de ellos, aparte de la vivienda dentro del campo de trabajo, lo que le reportaba beneficios de distinta naturaleza, un algo así como "burro amarrao, leña segura", era prestar el servicio de educación dentro del campo mismo, lo que también les garantizaba unos niños educados de acuerdo al interés del capital, pues para eso, se cuidaban de escoger a maestros domesticados y alienados, para que se reprodujeran en sus alumnos.

Ese proceder, como tantos, pues los gerentes siguieron siendo en buena medida los mismos, lo repitió la empresa después de la nacionalización. Nunca voy a olvidar cuando, por mediación de un familiar que ocupaba un cargo en la entonces llamada CVP, acudí con otros dos amigos, a una entrevista con la esperanza de trabajar en ella. Ya en ese momento, había suspendido la militancia en el MIR, vuelto a la vida legal e intentaba retomar mis estudios universitarios y andaba en el "puro pele" y a saltos de mata. Estábamos a mediados de la década del sesenta.

Los amigos que, a esa entrevista acudieron conmigo, uno apenas era un bachiller recién graduado y el otro había alcanzado el sexto grado en una escuela nocturna. Los tres gozábamos del beneficio que el entrevistador era amigo del familiar que nos consiguió esa oportunidad.

Supongo que no por casualidad pura, pues no puedo imaginarme otra cosa, el entrevistador, quien había hablado previamente con cada uno de nosotros por separado para preparar la entrevista, oportunidad en la cual leyó, llamémosle así el currículo, de cada uno de nosotros, me escogió a mí de último.

Me hizo preguntas extrañas al propósito que allí nos tenía, como relativas a la literatura, filosofía y yo, quizás por la pedantería propia de un joven, sin darme cuenta, caí en el juego y empecé, como decía mi suegro a "echar de mi pecho maravillas" y a opinar de acuerdo a mi formación académica y sobre todo a la derivada de mis relaciones de la militancia en el MIR al lado de intelectuales y haber adquirido el raro vicio de la lectura de la filosofía, literatura e historia . La entrevista no salió de allí, de donde creí que, dadas mis respuestas y muestras del conocimiento que entonces tenía, pese mi juventud, pero por mi rica experiencia y afortunadas relaciones, había sido aprobado y entraría a trabajar en esa empresa.

Al terminar la entrevista, durante la cual el entrevistador me dio muestras por demás agradables, tanto que me despidió de manera muy cordial, hasta con un fuerte abrazo, hablé con los dos amigos que me esperaban para irnos juntos, tal como habíamos llegado, pude saber que a ellos, el entrevistador que fue el mismo, sólo les hizo preguntas relativas al currículo que presentaron a manera ratificar lo allí expuesto.

Aquello me llamó la atención, me deprimió y me hizo sospechar que por mi currículo, supongo que sólo por eso, de estudiante de la UCV en dos carreras, Derecho y sociología, los tiempos aquellos de cuando aún la lucha armada continuaba, el entrevistador, me marcó como sospechoso y hasta peligroso, no digno de entrar en aquella empresa que, aun siendo venezolana, pero en fin de cuentas era manejada por un gobierno que adversaba, además se consideraba ella y quienes le servían herederos de la cultura gringa e imperialista.

Justamente, esa sospecha que desperté en él, un experto en ese tipo de entrevistas y entrenado para cazar polizontes, le llevó a entrevistarme de aquella singular manera. Supo que no podía abordarme por el tema político porque sabía que lo evadiría o daría respuestas de su gusto. Por eso me abordó por el asunto de la literatura para conocer mis gustos, opiniones y de esa manera evaluarme. No es nada difícil formarse una opinión acerca de la tendencia política de alguien a partir de la literatura.

Mis dos amigos, por fortuna, entraron a trabajar en la empresa en tareas que yo podía cumplir, fui excluido.

Decía pues que para 1995, bajo el gobierno de Caldera, la empresa petrolera nacional, como la gringa, prestaba a sus trabajadores los mismos servicios dentro del espacio del campo. Había pues en ellos viviendas, de primera y segunda categoría o nivel, campo norte y campo sur, obreros y empleados y servicio de salud.

Justamente por esto, por haber en aquel campo una escuela y un liceo. Mi amiga Daniela, la del cuento, concursó, con la esperanza que entrando a aquel nivel su vida cambiaría.

Daniela estaba feliz

El Norte, Barcelona, Martes, 10 -10 -95

Daniela, feliz estaba porque ganó el concurso que le convirtió en subdirectora de la escuela secundaria que la empresa creó en Punto Fijo. Como la compañía es de esas del Estado que aportan grandes recursos al fisco, con fama mitológica de estar bien gerenciadas y de pagar con excesiva generosidad a sus empleados de "confianza", pues hablamos del ámbito petrolero, era razonable que aquella tarde de agosto Daniela bailase en una pata.

Ella es docente de quinto nivel. Eso significa, que posee título universitario y un postgrado en el área educativa de una universidad prestigiosa. Como Jesualdo, el legendario y casi apóstol maestro sureño, pasó gran parte de su vida enseñando jóvenes y niños campesinos.

Nos dijo a sus amigos, entre suspiros de satisfacción y risas estentóreas, que se acabaron sus angustias de quince y último, los aprietos cotidianos del docente.

-"Si el hijo de la señora Mercedes" -dijo ella -, "quién hace poco comenzó en esa empresa y apenas acaba de obtener el título de bachiller en una escuela nocturna, ya gana setenta mil bolívares por un cargo de poca importancia, como subdirectora de la escuela de la empresa (vale decir, empleada de confianza), debo ganar mucho más"

Y bajo aquel agobiante calor de la ciudad falconiana, nos dijimos "quizás no llegue a obtener las prebendas que a muchos funcionarios la empresa da; beneficios que parecen cuentos de hadas, o pendejadas de "negro pa' conversá", como dijese Nicolás Guillén, en un celebrado poema; "pero qué ganaría como si no fuese un docente", no albergábamos alguna duda.

Daniela se puso de punto en blanco para acudir a la cita con el funcionario de la compañía que le entregaría el nombramiento y le hablaría de su soñada remuneración. "Usted profesora", - habló el representante de la empresa, una especie de quincalla ambulante y hombre orquesta, con una entonación de "gente importante" – "ganará por cuarenta horas de trabajo semanal - de sesenta minutos - lo mismo que le pagaría el ministerio. ¡Firme aquí o déjelo!"

La compañía que tan bien paga al hijo de la señora Mercedes, el mismo a quien Daniela, de vez en cuando por las noches, da clases de gramática y redacción y hace las veces de portero de la escuela, a ella le ofrece una remuneración no sólo inferior a la de éste, sino a la que le pagaría el ministerio.

El Estado paga por horas docentes (de 45 minutos); es decir 25 por ciento más de lo que le ofreció el hombrecito a nombre de la empresa. ¡Y pensar que todo el mundo reconoce que el Ministerio de Educación paga salarios de hambre a los docentes! ¡Eso una vez más revela que para todos y en cualquier parte del país, los docentes nada valemos! ¡Y el mundo sigue andando!



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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