Deberíamos hablar también de las cosas buenas que tenemos

Del quejarse y otras malas mañas

Miércoles, 05 de abril de 2023.

Que tanto gusto había en quejarse, un filósofo decía

que a trueco de quejarse, habrían las desdichas de buscarse

Cuentan de un sabio que un día,

tan pobre y mísero estaba

que solo se sustentaba de una hierbas que cogía

¿Habrá otro, entre si decía, más mísero y pobre que yo?


Y la respuesta él halló,

cuando volteando fue viendo

que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó

                                                                            La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca.

 



Casi todos los seres humanos que habitamos, vivimos y respiramos sobre este planeta azul que nos vio nacer, nos alimenta, nos soporta y finalmente reciclará la energía que somos y nos acobijará en su seno, tienen o tenemos esta y otras malas mañas.

Me refiero a la mala maña de la quejadera constante y sin sentido.

Bueno, yo le quitaría el casi y me atrevería a afirmar que todos tenemos mañas, muchas de ellas, malas mañas y perdonen la insistencia.

Por cierto eso de mala maña suena un poquito redundante, nadie o casi nadie, otra vez el casi, habla de buenas mañas, maña es maña y su apellido es mala.

Me dice mi hermano Pedro Daniel, el único que me queda en el orden consanguíneo, que quejarse es bueno, que la gente descarga y que se siente mejor luego de descargarse, esa conversación la hemos tenido en numerosas veces y me parece que no nos pondremos de acuerdo en ese punto.

Cada quien con su razonamiento respectivo.

Yo personalmente, como diría un antiguo conocido, me refiero a lo de personalmente, creo que no es así, creo que los pueblos como las personas, como los seres humanos en general, coleccionamos malas mañas y perdonen el retornelo.

Y una de ellas es el de quejarnos, el quejarse constantemente, el quejarse impenitentemente, por todo, porque hace calor, porque hace frío, porque pega mucha brisa o no hay nada de viento, porque está lloviendo mucho o tiene tiempo que no llueve, porque me paré muy tarde o no pude dormir y me desperté muy temprano, demasiado temprano, o por que hice esto o aquello, o porque dejé de hacerlo, por todo, por todo, por todo o casi todo y casi todo el tiempo, se transforma en un vicio sin aparentes límites.

Y corremos el riesgo de convertirnos en aves de mal agüero, negativos y pesados, quejosos, cargados de mala energía.

Es un mal hábito colectivo que debemos identificar, precisar y superar por nuestro propio bien, por nuestra salud mental y espiritual, estamos en la obligación moral, ética, de combatir esa funesta costumbre de quejarnos por todo.

Puede pasar y pasa y debemos estar alertas, pendientes, auto observarnos y detectar cuando los síntomas están presentes y logran desbordarse e intoxicar toda la atmósfera que nos rodea.

Y de paso, no rodearnos de quejosos profesionales.

Se queja el que mucho tiene y el que no tiene nada, también se queja, por distintas razones pero con el elemento común de un arraigado malestar en el medio de nuestro pecho, que debemos identificar, combatir, neutralizar y erradicar de nuestra existencia, antes de que sea demasiado tarde y algún club de quejoso nos enrole en sus alocadas competencias de quejas casi olímpicas.

Hasta de los quejosos nos quejamos, como si uno no tuviera derecho a expresarse, a manifestarse, diría uno de sus voceros.

Y no nos damos cuenta que caemos bajo el efecto del fenómeno conocido como el de La Bola de Nieve, o algo parecido a esto.

En lo alto de una montaña nevada, donde sigue cayendo nieve constantemente, sin parar, se va formando una pequeña, casi minúscula bolita que comienza a rodar cuesta abajo y a medida que rueda se va cargando de más y más nieve, se va alimentando de más nieve que recoge en su descenso, hasta que se transforma en una bola inmensa, en un alud que puede hacer mucho daño en su loca carrera.

Creo que igual pasa con el fenómeno tan generalizado, en estos duros tiempos que nos ha tocado vivir, con el fenómeno de la queja constante y contagiosa, algunas veces me da la impresión que hay gente que, creo que inconscientemente, compiten para ver quien se queja más y mejor y entran en una especie de éxtasis, de frenesí, de una alocada carrera, de una competencia de quejas, desarrollando estilos y modos muy particulares y dignos de análisis.

Hay quienes se reúnen no más que para quejarse, mosca pues.

Aprendamos a disfrutar lo que la vida nos ha proporcionado, lo que nos hemos ganado o nos ha tocado, amemos y cuidemos a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestra gente, a nuestro país y a nuestro planeta, busquemos soluciones sin regocijarnos en las dificultades.

Cuidado, con ese vicio, se los digo de corazón, examinemos nuestros hábitos y liberémonos de esa maña, de esa mala maña y si no funciona la batalla en contra de ella, quejémonos por no haber podido superarla.

Las otras malas mañas se las debo, bueno, más bien el examinarlas y hablar de ellas y deberíamos hablar también de las cosas buenas que tenemos, para variar.

Buenas tardes Venezuela, diviértanse sanamente en semana santa, no abusen del sol y cuídense mucho.

Ah, y por favor bájenle dos a la queja.



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Luis Enrique Sánchez P.


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