Inmigrantes e imaginario

—Compa mire usted, una de las mentiras que alimenta el imaginario del venezolano es que en este país se recibió a los inmigrantes con los brazos y el corazón abierto. Esto es una pseudo verdad.

—Aja y por qué usted dice eso.

—Los inmigrantes europeos que llegaron a este país en las décadas del 30, 40 y 50 fueron recibidos sin ninguna reserva, eso es cierto. Pero eso fue más por la actitud pueblerina que existía en ese entonces, que por una verdadera conciencia de lo que era un inmigrante.

—Lo de campechano es muy cierto, todo el que era extraño era un musiu y más nada.

—Por el contrario, al colombiano que es el vecino continental por excelencia y con el cual el venezolano ha tenido más roce no fue bien recibido, siempre se le tuvo cierta reserva y cuando se pudo se le trató mal. Lo mismo pasó con los ecuatorianos y peruanos en los últimas dos décadas del siglo XX y principio del presente siglo; estos últimos no han olvidado el maltrato recibido, esas historias llegaron a su país y a sus compatriotas.

—A estos se le miraba como gallina que mira sal. Ahora se hacen los paisas si uno dice eso.

—Cuando la policía arremetía contra los buhoneros, muchos de ellos oriundos de estos países americanos, en el Centro o en Sabana Grande no tenían ninguna consideración por la nacionalidad. La orden era desalojarlos a la fuerza, a veces le decomisaban la mercancía, otras no; a veces se los llevaban presos, otras no; a veces los maltrataban, a veces no.

—Lo certifico, porque yo una vez estuve de buhonero porque la cosa estaba muy mala y la policía no perdonaba si eres venezolano o extranjero, le daba con todo al buhonero.

No sé porque se quejan ahora.

—Yo no recuerdo que nadie hiciese una alharaca porque esos eran extranjeros necesitados, solo eran vistos como una molestia y un estorbo. Aún hoy en día hay comentarios xenófobos contra la gente de Petare y los del Valle del Tuy porque muchos son colombianos.

—Ni le paraban ni les interesaba. Cada quien hacia su vida y más nada. Pa’lante es pa’llá.

Dígalo ahí

—Otra cosa más, muchos venezolanos se reían a mandíbula batiente, a finales de los ochenta y principios de los noventa, con aquellas parodias que les hacían a gallegos y portugueses en «Radio Rochela», y decían eso es solo «un chiste». Como no eran ellos el objeto de la burla y la parodia eso no se podía considerar xenofobia, porque estaba hecho con el cariño venezolano. En ese programa cómico no se tenía ninguna consideración por la condición de esos inmigrantes, la mofa era el pan de cada programa.

—Se burlaban de ese gentilicio a como les daba la gana. Y todo el mundo reía la gracia.

—La burla llegó a tal grado que la comunidad portuguesa se quejó ante la directiva de RCTV. No recuerdo si se tomaron cartas en el asunto.

—Recuerdo eso. Así como usted lo dice fue.

—Nunca se consideró esto un problema xenófobo, porque el imaginario del venezolano estaba y sigue estando distorsionado a ese respecto. El venezolano pensaba que eran simples chistes, algo jocoso propio del buen humor del mismo. Todo se reducía a eso, a que era un chiste o una broma.

—Y con los chinos también fue igual, pero éstos cómo que se hacían los desentendidos. Porque más tarde iba el venezolano a matar el hambre con el arroz frito.

—Yo no sé si es que esa palabra xenofobia no se conocía en ese entonces, porque aquí adentro nadie la usaba. No estaba de moda.

Ahora que por estos sinvergüenzas que gobiernan el venezolano ha salido a dar lastima en otros países se la pasan quejándose.

—Así mismo es.

Hoy no vamos a hablar mucho porque tengo cómo un quebranto y a lo mejor es gripe.

Voy a buscar unas ramitas de toronjil. Nos hablamos luego.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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