En mi modesta opinión, y sin mucha explicadera, desde hace un par de años las condiciones del país demuestran que no se deben realizar elecciones de cualquier tipo.
Ningún país en guerra, creo recordar, ha celebrado elecciones presidenciales o de sus respectivos congresos en plena guerra. Y nuestro país está bajo fuego, mediático, alimentario y económico en general, desde 2001.
Claro que le hemos echado bolas a realizarlas, pero como en estos años se ha acrecentado el proceso de guerra nacional e internacional de manera permanente, con acciones terroristas (mortandad de campesinos sin investigación, ahora asesinatos de funcionarios y/o familiares a diestra y siniestra, asaltos y robos de variada clasificación pero con sentido político, de sicariato selectivo, etc.) en todos los flancos y de variado género, así como la incómoda situación debido al fenómeno natural de El Niño y que al pasar esta sequía actuará La Niña con el extremo climático de lluvias e inundaciones, no debemos realizar ninguna elección o referendo.
Las condiciones psicológicas que deben prevalecer para actuar conscientemente están sumamente alteradas y las consecuencias son tan irregulares como tomar una decisión de importancia familiar luego de una tremenda discusión. Desastre total que desembocan hasta en un divorcio indeseado para que luego de un proceso de reconciliación vuelva a unirse la pareja y vuelvan a estar felices sus hijos que son los que más sufren con esos graves traumas, y todos los demás.
La propuesta que he venido sustentando en los grupos sociales donde intervengo la dirijo en ese sentido: aplazadas cualquier tipo de elección hasta que el país entre en equilibrio.
Por ello el Tribunal Supremo de Justicia debe pronunciarse al respecto.
Y no escribo más, por hoy.
