Sobre economía, política, sociedad y cultura


Que la ganadería constituyó la base material de la manutención de la tropa y clases en el marco de los combates de la guerra nacional independentista no parece haber lugar a dudas, los hatos de los capuchinos en Guayana, la ganadería extendida de los llanos venezolanos, citando de memoria a Miguel Acosta Saignes en su Bolívar: Acción y Utopía del Hombre de las Dificultades u otro libro titulado Aspectos Económicos de la Guerra de la Independencia, cuyo autor no sé si es Germán Carrera Damas, fueron elementos fundamentales en las raciones del Ejército Libertador que luego de cruzar los Andes llegó hasta el Sur.

Otra cosa es que, como oímos estos días en una conferencia a los participantes del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña que ofrece la UPEL_IPB, se pase a la selección de materiales visuales y/o bibliohemerográficas, documentales, testimoniales y referenciales iconográficos que exalten los aportes que al respecto han dejado indirectamente los fundadores de gran tronío, capitanes de las empresas agropecuarias, la agroindustria; desde el Benemérito Juan Vicente Gómez hasta Rockefeller, la Compañía Inglesa y demás trasnacionales como las compañías petroleras que con sus Comisariatos modificaron los patrones de consumo alimentario del venezolano; como si la historia la hicieran los grandes hombres, individualmente y sin la participación de las colectividades campesinas, que se vincularon a esos enclaves creados en Venezuela por el capitalismo periférico y dependiente, en unas exposiciones que son insufribles por el sesgo que denotan.

Además, tienen un dejo clasista las exposiciones de ese tenor, una nostalgia cuarto
republicana y una solapada protesta frente a las acciones esporádicas del INTI que por indicaciones del comandante Chávez hizo algunas expropiaciones, según lo allí dicho no por justicia social sino por intereses políticos e impericia técnica, ya que sólo los técnicos de la UCLA saben científicamente cómo es el manejo de los rebaños de bovinos, y, en fin, porque no somos como en los Estados Unidos, donde hasta los indígenas adoptaron la cultura de la producción y el trabajo, herencia inglesa y demás; en cambio en Venezuela, los indígenas eran nómadas y recolectores, ya que el medio físico ofrecía abundancia, y así otras tantas descalificaciones a los nuestro. Todo en nombre de la modernidad y la tradición académica, que dice no adoptar el método marxista y su principio de la lucha de clases… Sino que en nombre de una tal neutralidad valorativa van metiendo su sesgada visión acerca de que el gobierno bolivariano no apoya a los productores agrícolas y pecuarios. Por eso los países del ALBA y otros como Nicaragua, El Salvador, Argentina, Paraguay, Uruguay, Paraguay o Brasil son los que nos están alimentado en estos últimos años, o sea, me dice un amigo mío, la vaina va al revés.

¿Sería que en la Cuarta República era diferente la cosa? ¿Se apoyaba más a los productores de café, arroz, maíz, papa y los cañicultores?

De ser así, la revolución bolivariana tendrá que hacer un conjunto de modificaciones en las políticas públicas y apoyar más a esos sectores, ahora lo que no se pude negar es que ciertos académicos del área agronómica y que forman en las licenciaturas a las nuevas generaciones universitarias mantienen una posiciones de oposición a ultranza, no dan resquicio al debate con posiciones diferentes, aunque sus explosiones adolezcan de un adecuado criterio porque privilegian unos datos, los de los productores poniéndolos como sufridos ciudadanos que con su esfuerzo alimentan las despensas de todos en las ciudades, pero nunca se refieren al campesino y al trabajador del campo, al jornalero mal pagado y mantenido en condiciones d fijación a la tierra.

Mas aún, no dicen nada de los procesos de la acumulación de tierras y hatos, o los mencionan de pasada, como anécdotas sin importancia, cuando ello constituye el núcleo fundamental del fenómeno en estudio; al contrario, repetimos, mantienen como una nostalgia porque el Hato Torrellera, ubicado en la población de Sarare, municipio Simón Planas, estado Lara, que perteneció a Juan Vicente Gómez y luego asignado a la UCLA, está improductiva; de que han hecho todas las diligencias para desarrollarla con rubros agrícolas o semovientes, lo que fuere, según la visión técnica y tecnocratica de quienes se consideran expertos en esas materias y no han podido, ¿Quién podrá solventar esa situación? Aunque si la resolvieran tampoco se irían a mostrar muy agradecidos que digamos.

Finalmente, la conferencia nos permitió hacernos de una idea somera acerca del talante de profesores de la UCLA donde todas las limitaciones en el desarrollo económico son consecuencia de la visión política de la gente de la revolución, pero nunca dicen mayor cosa de la política económica de la Cuarta donde se favorecía a los poderosos.
 



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Luís Saavedra

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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