Desde este enfoque, el hombre de las cavernas fue un auténtico
epistemólogo, al teorizar y llevar a la praxis la asociación equitativa
con sus semejantes como el sistema más idóneo y eficiente para las
tareas de supervivencia (caza, pesca y recolección). Siglos después, con
la complejización de la economía y la resultante sociedad dividida en
clases, no fueron epistemólogos, sino legitimadores de la explotación
del hombre por el hombre, quienes apoyaron diversas teorías del saber,
donde la imaginación humana era rectora de la realidad.
Por todo lo anterior, profesamos el Materialismo Dialéctico (Léase:
“Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” 1886), por
ser la ciencia que nos muestra que la realidad nace de la materialidad y
se refleja en la percepción humana hasta convertirse en conocimiento;
dicha realidad implica un saber dialéctico, en virtud de la incesante
variación del todo ante el espacio, el tiempo y las circunstancias.
En Venezuela, algunos críticos del Marxismo, efectuando interpretaciones
propias del pensamiento del respetable camarada Ludovico Silva, han
insistido en que hay incongruencia entre el llamado materialismo
dialéctico y el materialismo histórico, pues a decir de ellos el primero
es estrictamente referido al campo de las ciencias naturales y el
segundo alude sólo a las ciencias sociales; han dicho estos camaradas
que la aplicación de un mismo método de análisis a objetos tan disímiles
constituye una interpretación mecanicista que persigue de modo forzoso
subsumir en una idéntica epistemología a la naturaleza y a la sociedad.
Han dicho algunos ludoviquistas que esto se trata de un experimento
unilateral de Engels al margen de los genuinos postulados de Marx, sin
embargo tal criterio resulta manifiestamente incierto, pues necesario es
recordar que décadas después el propio Lenin (Véase: “C. Marx” 1914)
reivindicó explícitamente la veracidad de la ligazón epistemológica
entre lo dialéctico y lo histórico en el marco del materialismo: “la
dialéctica es, según Marx, la ciencia de las leyes generales del
movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano".
De este ideario comprobamos el principio de la contradicción que nos
revela como el desarrollo opera en saltos y revoluciones, que son
"interrupciones de la gradualidad"; precisamente una transformación de
la cantidad en calidad, creada por la innegable colisión (en sociedad y
naturaleza) de las diversas tendencias; por ello la historia es dirigida
por las fuerzas de la sociedad, por la lucha de clases entre
explotadores y explotados y en tal sentido nuestra ciencia no admite
supersticiones, ni fanatismos, ni Mesías.
jesussilva2001@cantv.net
(*)Constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales.