1er Congreso Nacional de Trabajadores

Cerrando filas con la clase obrera

En el primer encuentro del Congreso Nacional de Trabajadores realizado en La Guaira, el cual contó con la presencia del Presidente Nicolás Maduro, se dijo que el camino que ha de transitar la Revolución Bolivariana es el del socialismo productivo, y también se afirmó que era inexcusable levantar un sindicalismo nuevo para posibilitar el modelo económico que permitirá derrotar a la burguesía.

Como es obvio, este tipo de eventos permite de alguna forma precisar como están pensando los diferentes elementos que actúan en las vocerías y representación, tanto del gobierno como de la clase obrera. Los trabajadores han dicho que se colocan de frente en la defensa de sus derechos laborales, y que están dispuestos a asumir responsabilidades de acción y vanguardia en el ámbito de la contraloría social. Obviamente que se elevó la crítica hacia la burocracia, ya que los portavoces asistentes al Congreso  instaron a aquellos funcionarios con altos cargos en las instituciones del Estado que no se sientan facultados en dar respuestas a la clase obrera (cosa difícil que lo reconozcan), que pongan sus cargos a disposición del pueblo.

En igual perspectiva, los campesinos asistentes presentaron una propuesta programática de desarrollo agrario que contrarreste cuanto antes la guerra económica con la creación de espacios productivos y que pasa por guerrear contra el latifundio, ya que las mejores tierras permanecen en manos de unos pocos. Los voceros del sector campesino también se pronunciaron para hacer seguimiento y control junto con el Estado de todos los recursos económicos y las maquinarias que se les concede al sector que labra la tierra.

Así pues, la clase obrera presente en el Congreso de Vargas considera oportuno abrir el debate a nivel nacional, estado por estado, para detectar y solventar los problemas que aquejan a las diferentes industrias del país, y que a su decir pasa por la formación técnica de los trabajadores para que puedan dirigir las fábricas. Por su parte, el sector pesquero prefirió referirse a la mercantilización de los productos del mar, al tiempo que solicitaron que se eliminen las mafias del transporte y se sinceren las ganancias.

Por lo pronto, el gobierno nacional exhorta a la clase obrera a activarse mediante el debate-acción para que los planteamientos surgidos en el Congreso Nacional de los Trabajadores puedan materializarse y ofreció instalar en los próximos días el Consejo de Gobierno Popular de la Clase Obrera, que tendrá alcances en cada región del país y se encargaría de la resolución de los problemas de la producción en el territorio nacional.

Con todo lo dicho allí, inmediatamente, uno se da cuenta que no hemos avanzado casi nada en el amalgamiento de las ideas que posibiliten la concreción del proyecto revolucionario conducido por la clase que la historia señala como conductora de la sociedad. Incrédulo, sí incrédulo, ese sería el adjetivo que mejor describe a los trabajadores en esta hora de grandes complejidades para la patria venezolana; y no es que la clase trabajadora no le crea al gobierno, sino algo más grave aún, ella misma no se cree capaz de activar la historia trascendentalmente por su propia cuenta.

Pero sería injusto negar el empeño que le está poniendo el Presidente Nicolás Maduro a la causa de los trabajadores; sin embargo, debe dar muestras de mayor contundencia política, de reanimación y de una confianza plena en la clase obrera, ya que mientras se privilegie mucho más al capital por encima del factor trabajo, la clase obrera no desarrollará todo su potencial creador. Pero lo que es más sorprendente aún es que a la clase trabajadora venezolana se le haya olvidado lo que Federico Engels precisó con toda claridad a finales del Siglo XIX, que el trabajo es la condición básica y fundamental de toda la vida humana, a tal punto que pudiera decirse que el trabajo ha creado al hombre mismo. Por eso luce postrada y sin creatividad.

Y es que el movimiento obrero surgido con el proceso bolivariano todavía no se ha templado en las luchas sociales, y no conoce la forma de lucha más extrema: la huelga, ni tampoco la movilización por iniciativa propia, y menos aún ha sido reprimido como en la IV República. Más bien ha surgido una práctica terriblemente perversa en la que ellos mismos se matan por cuotas de poder. Aunque a los campesinos si que los han asesinado por centenas por sus justas aspiraciones.

Sea como sea el gobierno debe generar mecanismos para aumentar el poder de la organización y participación de los trabajadores, y que éstos puedan constituirse en verdaderos actores sociales y políticos de la Revolución Bolivariana; y la clase trabajadora, por otro lado, está obligada a formular un nuevo discurso ideológico que le permita articular demandas, no obstante, dispersas y que a la vez incorpore una visión de futuro a la acción laboral, la cual está exigiendo con premura un sindicalismo nuevo en Venezuela.

Desde luego, sin un hombre nuevo no será posible construir un sindicalismo diferente al que tenemos ahora, y tampoco habrá posibilidad para crear las nuevas formas de organización de la clase trabajadora. Mientras la dirigencia obrera no se despoje del espíritu pequeño burgués que la tiene infiltrada hasta los tuétanos, no serán posible los consejos de trabajadores y trabajadoras que produzcan los bienes y servicios que satisfagan las necesidades del pueblo mediante iniciativas de apoyo, coordinación, complementación y solidaridad con el proceso social de trabajo.

Es una realidad que los sindicatos de las empresas privadas venezolanas y transnacionales, muchas veces poco o nada representan en relación con los intereses de los trabajadores, actúan en un contexto de dominio absoluto de las prerrogativas empresariales en donde frecuentemente deben revalidar importantes decisiones que no son materia de las contrataciones. Se da, incluso, el desconocimiento frecuente por parte de los trabajadores de que exista un sindicato en la empresa, y con ello la extravagante situación de que los empresarios pactan con los dirigentes sindicales sin que los trabajadores se enteren de la mala praxis sindical; lamentablemente esa antigua práctica sindicalera sigue existiendo.

Lo anterior no es muy distinto a lo que sucede en los sindicatos de las Empresas del Estado, donde un buen número de dirigentes sindicales, cuyas formas de vida en nada se parecen a la modestia con que viven sus hermanos de clase. La ostentación y el lujo los delata, pues, son poseedores de fachendosas camionetas que ni con los ahorros de veinte años de trabajo se puede comprar un jornalero; estos voceros de los trabajadores hacen colgar de sus pechos guayas de oro que cuestan una fortuna; amén de su gusto por la bebida escocesa cuya calidad viene cifrada en años, contribuyendo con ello al despojó del exquisito paladar que teníamos los venezolanos como buenos probadores y consumidores de ron que éramos.

Desgraciadamente, con ese tipo de dirigencia es imposible que surja el nuevo sindicalismo o las nuevas formas de organización de la clase trabajadora que se requiere en la situación actual. El sindicalismo nuevo no nacerá de la Ley Orgánica del Trabajo, ni tampoco convirtiendo a los trabajadores en gendarmes del capital o como ellos mismos peticionaron erróneamente en Vargas cuando sugirieron que se les nombre controladores sociales, la contraloría debe ser de toda la sociedad. Es con el trabajo productivo de sus propios medios de producción que se van a liberar de la tiranía del capital. Pero en todo caso será el modelo económico, el modo de producción que se establezca en Venezuela el que producirá la nueva dirigencia y los nuevos movimientos obreros que lucharán aguerridamente por la instauración del socialismo revolucionario.

Es innegable que la represión estatal que ha venido apareciendo en los últimos días en contra de los trabajadores de una de la empresas básicas del Estado, concretamente SIDOR, resquebraja la unidad de la clase trabajadora; estos hechos intranquilizan, y perturban la consciencia de la clase obrera porque evidencian una gran fatiga tanto en el gobierno como en los trabajadores, y trasluce el agotamiento de la política como posibilidad real para resolver los conflictos sociales.

Queda en pie la convocatoria hecha por el Presidente Nicolás Maduro para construir un nuevo modelo económico en el país con la clase trabajadora como protagonista de esa edificación histórica. Ya el Santo Tomás, uno de los evangelistas, expresó que tenía que ver para creer, pero que en mi caso no me quedaré esperando para poder ver ese nuevo amanecer revolucionario, sino que junto con los trabajadores y trabajadoras de Aragua, Carabobo y Cojedes estaré luchando codo a codo para hacer fraguar la realidad que el futuro inmediato reclama. Entonces cuando llegue ese día, en que nazca el nuevo movimiento obrero, diré que la lucha de Juan Bruno, de Casiano Díaz y de Carmen Daza no fue en vano.

POST/DATA: Es que la muerte no tiene parcialidad por nadie: tanto el pobre muere, como el rico muere; y si el viejo muere, el joven también muere… el mestizo, el blanco y el negro del mismo modo mueren. Pero está claro que si la muerte no privilegia al rico, el vivo sí que establece, muy bien, la diferencia entre el muerto rico y el muerto pobre. En nuestra querida Venezuela abundan los ejemplos. BARUCH SPINOZA, murió a los cuarenta y cinco años, minado por la tuberculosis y con una paz interior perfecta. Había pedido que se quemaran todos los papeles que dejase, pero sus amigos, haciendo caso omiso de su voluntad, divulgaron todo los escritos que pudieron localizar entre sus pertenencias. Había abandonado de a poco la religión judía ortodoxa, y los rabinos intentaron infructuosamente llevarlo de nuevo, si no a la fe, por lo menos a la práctica, y fracasaron con gran estrépito en sus intentos, por eso fue excomulgado el 27 de julio de 1.656. SPINOZA, siempre quiso conservar, por encima de todo, su libertad de pensamiento. Y así fue.

 



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Isrrael Sotillo


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