El caballo de Troya

Siempre es más temible el enemigo interno que el externo. Aquello que socava por dentro a una nación, a un sistema, a una organización social, a un proceso político e, incluso, a una persona. En la actual coyuntura venezolana me preocupa más lo que sucede entre nosotros que la posibilidad de un desembarco de infantes de marina norteamericanos.

No porque no pueda ocurrir, porque la historia es rica en ejemplos, incluso los más grotescos, como las "heroicas" invasiones de Santo Domingo, Panamá, Haití, Granada.

También hay agresiones menos burdas, con libreto más sofisticado, como ocurrió en el Chile de Allende.

Habían transcurrido pocos días del triunfo popular en ese país cuando en una célebre reunión, que aparece registrada en los papeles desclasificados por Clinton, el presidente Nixon le dijo a su secretario de Estado, Kissinger, que había que "hacer aullar a la economía chilena". Y lo logró. Al gobierno de Allende le bloquearon los créditos en el exterior y el caballo de Troya, la derecha dura y la Democracia Cristiana desplazada del poder, se lanzaron por el camino de la aventura. Los empresarios acapararon productos, sabotearon las cadenas de distribución, la escasez campeó por todas partes, los transportistas recibieron subsidios de la CIA y paralizaron el transporte, en tanto que los medios de comunicación convirtieron la mentira en verdad. El puntillazo lo dio Pinochet con la oficialidad traidora el 11 de septiembre de 1973.

El segundo golpe petrolero. La ExxonMobil, la madre de las empresas petroleras, experta en el manejo mafioso de la industria, acaba de develar los alcances de la conjura contra Venezuela. En un acto insólito, mediante un procedimiento sin precedentes, manipulando un tribunal común en Londres, logró una medida cautelar contra el Estado venezolano. La declinación de la jurisdicción nacional, que permite que asuntos de soberanía se diluciden en organismos internacionales -herencia maldita de la apertura petrolera cuartarrepublicana-, facilitó el fallo judicial espurio.

Pero más que la medida en sí, que seguramente se caerá por falta de sustento jurídico, el fin que persigue es político y mediático. Uno de los ocupantes del caballo de Troya que opera en Venezuela, el inefable Luis Giusti, ex presidente de Pdvsa y desvergonzado asesor en materia energética del presidente Bush, afirmó con inocultable satisfacción que "la congelación tendrá efectos terribles para los papeles y bonos del país", y agregó luego: "no se descartan los embargos de crudo venezolano en alta mar". Por supuesto que nada dijo en defensa de los intereses del país, al igual que la oposición que lo acompaña con un silencio ominoso. Lo que el gobierno del presidente Chávez tiene que asumir con urgencia es que está avanzando, a cámara lenta, otra aventura golpista. Pretenden reproducir el golpe petrolero de diciembre de 2002 en el 2008, liderado por la ExxonMobil, empresa a la que están vinculados miembros prominentes del gobierno de Bush. También se han disparado otros dispositivos de hace cinco años que luego del fracaso fueron objeto de revisión y reajuste: medios de comunicación, transporte, cadenas distribuidoras y ahora el factor colombiano. El caballo de Troya cumple su función, y para desenmascarar la conjura el recurso es mantener informados a los venezolanos, rectificar fallas y errores, y no subestimar al enemigo. Una vez más están de por medio los intereses de Venezuela frente a las pretensiones de la oligarquía y el imperio, así a algunos les disguste esta caracterización.

La mitad de la verdad. Me apropio -y lo declaro sin rubordel título de un artículo del escritor y periodista colombiano Oscar Collazos en El Tiempo de Bogotá. Es esclarecedor lo que afirma este colega respecto a la marcha contra las Farc del 4 de este mes. Escribe Collazos: "Muchos tememos que la otra mitad de la verdad no tendría el mismo eco que la marcha del lunes 4", y confiesa que marchó ese día pese al asco que le produjo saber que Salvatore Mancuso llamó a participar. Por cierto, yo no lo sabía, y la verdad es que provoca náusea que un asesino como este jefe paramilitar convoque a la gente contra la violencia.

Cualquier causa, por noble que sea, apoyada por alguien como Mancuso, se deshonra. Pero sigo con Collazos. Él dice que la otra mitad del problema colombiano, tan escalofriante como el de las Farc, estuvo ausente.

"Muchos temen -agrega- que esa otra mitad no interese a tantos millones de personas, y que las 120 mil víctimas hasta hoy identificadas del paramilitarismo no tengan nunca la marcha que merecen y que les debemos como acto simbólico de justicia". En efecto, la marcha fue una vulgar manipulación: más que un repudio a las Farc -que se lo merecen-, fue un apoyo tácito a los paramilitares; al podrido vientre del uribismo; a la parapolítica representada por decenas de parlamentarios y gobernadores actualmente procesados. El escritor termina así: "Si no se llegare a concretar la condena masiva de ese otro horror (el de los paramilitares), los colombianos nos habríamos mentido con una verdad a medias. Al hacerlo, habríamos cometido el más monstruoso de los errores y abierto nuevamente camino al rencor colectivo.

No habríamos cerrado el círculo de violencias vindicativas.

Les estaríamos abriendo un nuevo episodio a guerras que tienen su origen en injusticias históricas". Ciento por ciento de acuerdo: JVR.

jvrangelv@yahoo.es


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José Vicente Rangel

Periodista, escritor, defensor de los derechos humanos

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