El rey ahogado

En Venezuela existe un profundo conflicto político que atraviesa transversalmente a la sociedad desde, al menos, los últimos veinte años. No obstante, los recientes acontecimientos que se desprenden del 23 de enero han complicado la crisis política nacional. La proclamación de Juan Guaidó como presidente interino, apoyado por más de una veintena de naciones de cardinal importancia geopolítica para el país, aunado, a un conjunto de sanciones económicas, personales y amenazas de todo tipo, emprendidas por Estados Unidos, contra el gobierno de Maduro, agudizaron el ya critico panorama político nacional e invita a pasearnos por los peores escenarios que podamos imaginar.

La situación venezolana se ha convertido en un problema trasnacional, la máxima expresión de esta realidad, fue la reunión de Roma concertada entre Rusia y EEUU. De los resultados de este encuentro se puede leer que la política de los EEUU sigue siendo apoyar al gobierno paralelo a través de una estrategia de aislamiento internacional, cerco financiero, presión interna y búsqueda de una fractura en el bloque de poder, (queda claro, según lo expresamente dicho por Elliott Abrams, que no está planteado una intervención militar, sino una "solución pacífica", esto mismo sostuvo el Jefe del Comando Sur en su último comunicado). Por su parte, el portavoz ruso ratificó la posición de su país sobre el conflicto venezolano, lo que supone que Rusia seguirá siendo una suerte de salvavida económico para el gobierno de Maduro, permitiendo la comercialización de petróleo y otro tipo de transacciones a través de canales financieros alternativos, realizando inversiones en áreas estratégicas y brindando apoyo político y reconocimiento a Miraflores.

A nivel interno, el chavismo se atrinchera en el poder y logra conservarlo. Las Fuerzas Armadas permanecen leales a Maduro y el entramado burocrático sigue funcionando con normalidad. Para la oposición, las expectativas generadas en torno al 23E comienzan a debilitarse, las movilizaciones convocadas acusan desgaste y comienzan a surgir competidores internos que le disputan el liderazgo a Guidó. No obstante, la presión internacional y la inigualable ineficiencia acumulada del gobierno de Maduro siguen deteriorando la calidad de vida de los venezolanos y hacen inviable el país a mediano plazo. Esta situación es descrita por algunos analistas como "empate catastrófico" o de estancamiento destructivo. Lo cierto es que mientras no existan mínimos acuerdos la situación económica empeora y se hace más cuesta arriba la recuperación del país. Ahora bien, ¿es posible un acuerdo entre los polos? Creemos que existen varios obstáculos:

En primer lugar, la dirigencia venezolana, de bando y bando, ha perdido parcialmente el control sobre el desenlace de la crisis nacional, debido a la marcada injerencia de potencias extranjeras. En segundo lugar, los dirigentes de ambos bandos han quedado presos de su propio discurso, ahora los radicales les marcan la agenda a los verdaderos líderes que tienen posiciones más pragmáticas. En tercer lugar, la oposición sigue considerando que el colapso absoluto del país representará su victoria sobre Maduro. No obstante, se equivocan, prueba de ello, fueron los días del apagón, el cual fue, verdaderamente un punto cero para el país, sin embargo, no se tradujo en un estallido popular, ni en un quiebre de la institucionalidad. Es decir, es posible que Maduro siga siendo gobierno en medio de un colapso general. Por tanto, la oposición, que ya debió desechar el mito de la intervención militar, ahora tiene que desechar el mito de que el cambio de gobierno llegará por medio de un colapso general del país. Por último, el chavismo, que vive atrincherado en el día a día, tiene que darse cuenta, que a mediano plazo, la destrucción del país, producto del aislamiento y las pocas opciones que tienen de mejorar la situación, será devastador.

El juego está trancado, los actores tienen muy poco margen de maniobra. Si pudiéramos establecer una analogía entre el juego de ajedrez y el juego político en Venezuela, diríamos que en el ajedrez un bando puede vencer al otro a través de un jaque mate. La virtud de la estrategia del ajedrecista se mide por el menor número de movimientos para lograr el mate al rey contrario. No obstante, cuando se acorrala de tal manera al rey contrario, y este no tiene margen para realizar ninguna jugada reglamentaria, se conoce como "rey ahogado" y el juego termina en empate. En este sentido, aun estando el rey en minusvalía de piezas frente al adversario que lo asedia, este puede empatar la partida.

El gobierno de Maduro se encuentra muy aislado internacionalmente y la asfixia financiera cada vez es mayor. La oposición pide "cese de la usurpación" y se niega a un espacio de negociación o diálogo. A pesar que la situación económica cada vez es más crítica (deterioro paulatino del sistema eléctrico, caída de la producción petrolera, problemas de vialidad, transporte, suministro de agua, gas, parálisis de empresas públicas) y el margen de maniobra para el chavismo es menor, si mantienen la unidad interna (PSUV, Burocracia, FANB), La situación será de empate permanente.

Ahora bien, los contrincantes que se disputan el poder en Venezuela y que hoy se niegan a sentarse en una mesa de negociación, tienen que ponerse en los zapatos del ciudadano de a pie, que sufre las terribles consecuencias de una crisis política, económica y social del país. La ciudadanía necesita soluciones sobre los problemas más básicos de la vida contemporánea, lo que invita, a los políticos a sentarse en la mesa de negociación. En Venezuela, hemos tenido un ejercicio jacobino de la democracia, en el que, con el cincuenta más uno de los votos, el ganador impone el 100% de su programa político. En este contexto, la negociación, es un oficio de trastelones de "políticos", asociados a términos negativos como "traición", "tráfico de principios", etc. Ahora bien, salir de este escollo amerita desestigmatizar la negociación política, hacer una verdadera labor pedagógica que explique, que la política no es solo el espacio de confrontación de visiones diferentes, también es un proceso de acuerdo permanente para que diferentes puedan convivir.

La tarea de incorporar en el imaginario político venezolano la idea de la negociación no es solo tarea de los políticos hoy atrincherados en sus bandos. Es necesario el esfuerzo colectivo de la sociedad, universidades, intelectuales, comunicadores, influenciadores, que presionen a la clase dirigente y a la vez les hagan el camino más sencillo hacia una solución política. Es importante recordar que las transiciones políticas no son "cambios de régimen" entendidos como el desalojo de una fuerza política que es suplantada por otra, a través de una mayoría circunstancial. Mucho menos, un proceso de exterminio, ilegalización, persecución y anulación del contrario, como muchas veces han expuesto algunos sectores de la oposición. Una transición pasa por reconocer a los bandos como partes importantes de la sociedad y que deben compartir el poder político.

Se abren dos caminos para Venezuela. El camino del exterminio al contrario, que no se trata únicamente de anular, neutralizar o rendir a otro partido político, sino, de aplastar a una parte de la sociedad, o el camino de una negociación política similar a la de Nicaragua. En ella, el ejército, que siguió siendo "sandinista", fue el pilar fundamental para el respeto a los acuerdos, la normalización del país, y las garantías civiles y democráticas a ambos bandos. Para lograr un acuerdo de esa magnitud, hace falta un gran debate político de altura, con participación de las fuerzas vivas de la sociedad, después de veinte años de polarización y confrontación política, Venezuela necesita un diálogo social, de las magnitudes de los Acuerdos de Paz en Colombia, que permitan, dentro de lo posible, suturar las heridas sociales de este conflicto, para poder mirar a un futuro, donde ni el chavismo desaparezca como opción política, ni las diversas fuerzas opositoras lo hagan. El camino es largo, pero los venezolanos tendremos que decidir entre el fratricidio o la convivencia democrática.



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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