Todd Robinson: La Diplomacia del invasor

La injerencia del Encargado de Negocios de la embajada de USA en los asuntos internos de Venezuela, no es nada nuevo para él ni para quienes saben que en el único lugar del mundo donde no se promueve un golpe de estado (violento o blando) es en EEUU, porque, obviamente, no hay Embajada norteamericana

Con un prontuario dibujado, quirúrgicamente, por el psicólogo social Marcelo Colussi (https://www.aporrea.org/actualidad/a258051.html) no cabe la menor duda de la feroz intención que trae entre manos este operador político disfrazado de diplomático, vinculado a la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright, presidenta del Instituto Nacional Demócrata para los Asuntos Internacionales, una institución de fachada de la CIA. Él conoce al dedillo cómo atacar por los lados, con qué tipo de medios, a qué hora y dónde hacerlo para crear la realidad que deben imponer, bien a punta de manipulación mediática, sanciones económicas o con fusiles y bombas. Todo depende de la capacidad de respuesta y conciencia política a enfrentar. Es de ingenuos esperar de algún diplomático norteamericano el respeto a la soberanía e identidad del país donde instalan la Embajada-CIA. Están muy bien ubicados con el rol a desempeñar, aunque no hablen correctamente el castellano.

Su paso por Guatemala dejó una estela de muerte, la fría pericia de ordenar acciones a cipayos para que se comprobara que América Latina "es el patio trasero de EEUU". Han cambiado los años y los actores que protagonizan los gobiernos de turno de aquí y de allá, pero la mentalidad imperial y la subordinación de los pitiyanquis se mantiene intacta como piedra lunar

La última década latinoamericana no le resultó fácil al imperialismo norteamericano, porque aun cuando los gobiernos emergentes, "izquierdosos", ladraron más de lo acostumbrado, pues, ningún llegó al fondo de una revolución. Surgieron con el ala marcada y los pies temblorosos. Pretendieron construir un nuevo modelo de sociedad con discursos carismáticos, alucinantes y efervescentes pero sin cambiar la esencia de la estructura capitalista: las relaciones de producción, la extracción de plusvalía, la dependencia económica y el control directo de los recursos naturales renovables y no renovables.

El Sr. Robinson no come cuentos porque no llegó para solazarse entre brindis aduladores, cenas opíparas y asistencia a eventos aburridos. Para eso están los diplomáticos circunstanciales, camaleones. Él está en las grandes ligas de la Diplomacia, por eso trajo en la valija la orden clara de asestar golpes contundentes contra el gobierno venezolano. No importa si para ello tenga que morderse la lengua cuando se reúne con la mediocre y repulsiva oposición criolla. Peor es nada. Conoce perfectamente la mentalidad vendepatria de la derecha latinoamericana y las despiadadas peleas entre ellos, al momento de recibir la tajada en dólares para sentirse "peones bien pagados".

Nada puede sorprender de este Diplomático gringo porque el tipo de sangre ideológica que lleva en las venas está descubierta desde hace casi doscientos años cuando en 1826, el Libertador Simón Bolívar convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá con el objeto de buscar la unión o confederación de los estados de América. Ahí estuvieron Richard C. Anderson y John Sergeant, como representantes norteamericanos con la cizaña y las garras imperiales a flor de piel.

Y en 1829, el mismo Bolívar sentenció para la posteridad cuando le escribió al coronel Patricio Campbell, en carta fechada en Guayaquil el 5 de agosto de ese año que, "los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". De tal manera que el Estado Venezolano tiene en sus entrañas a un funcionario altamente peligroso, dispuesto a negociar bajo la sombra, crear caos, azuzar recurriendo – hasta cuando sea útil- al esqueleto ambulante llamado MUD, buscar debajo del estiércol aliados verde oliva, civiles con mentalidad Disney y bufones con aspecto de políticos "demócratas" y "republicanos".

Nuestra historia es soberana como soberana la decisión de expulsar a cuanto intrigante con rostro de hiena y pensamiento imperial, pretenda socavar la dignidad y el honor de la Venezuela heroica y valiente. El imperialismo norteamericano no juega a perder ni sabe perder y cuando ha perdido es porque las bolsas negras donde embalan los cadáveres de soldados utilizados para masacrar pueblos nobles, empiezan a pudrirse.

Con los gringos ni a misa porque son capaces de amenazar y derrocar a Jesucristo, con el apoyo del sacerdote pedófilo, el fiel empresario parásito y el monaguillo alcahuete.

* Periodista. Escritor. Diplomático.



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Elmer Niño


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