El sónico recule de Trump

Pronto se cumplen tres años del inicio de las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos. El 17 de diciembre de 2014, los presidentes, Raúl Castro y Barack Obama, anunciaron al Mundo el comienzo del proceso de normalización de las relaciones bilaterales, después de una larga negociación secreta donde intervino el Vaticano como mediador del acercamiento y los acuerdos alcanzados. Proceso que mejoró  la visión del Mundo y de América Latina hacia Obama y la política exterior norteamericana.

Los Jefes de Estado informaron decisiones históricas, la liberación de presos y otras no menos importantes como precedente al inicio de una nueva etapa en las relaciones entre dos vecinos que por más de medio siglo libraron una guerra a muerte. Después del establecimiento de las embajadas y la histórica vista de Obama a Cuba que acrecentó la participación de empresas y negocios que apuntaban a disminuir las consecuencias del embargo hasta que se dieran las condiciones objetivas para su eliminación por parte del Congreso norteamericano. Cosa que el Mundo celebró de manera explícita cuando visitaron la Isla en esos años iniciales los mandatarios de las principales naciones, así como líderes religiosos, intelectuales, artistas, deportistas y figuras de la política y la economía mundial.

Un proceso secreto, considerado estratégico para Estados Unidos y Cuba que dejó por fuera actores que se “consideran parte indispensable” de las relaciones entre las dos naciones, como el núcleo conservador del exilio cubano que ha liderado la vocería durante el tiempo del diferendo que han aprovechado para alcanzar posiciones importantes dentro del Congreso estadounidense y la sociedad norteamericana que ubican a la comunidad cubano-estadounidense, a pesar de ser pequeña, como muy influyente en los círculos políticos, militares, de inteligencia, sociales, culturales y económicos de esa poderosa nación.

Los cambios recientes ocurridos en el escenario latinoamericano con el ascenso de gobiernos de derecha y la llegada al poder de Trump y con él el ala más reaccionaria y radical del exilio cubano, produjeron este cambio diametralmente opuesto a la ruta que inició el presidente Obama.  De esos equívocos argumentos parte la posición asumida por la actual administración de Donald Trump. La marcha atrás contra Cuba está muy influida por los apoyos recibidos en la campaña electoral desde el exilio conservador y extremistas, evidentes durante la visita del candidato Trump en Miami a la Brigada 2506, de ex mercenarios de Playa Girón, que Fidel cambió por compotas, después de hacerlos prisioneros tras propinar al imperialismo la primera derrota militar en Latinoamérica, en abril de 1961.

A pesar de que los Estados Unidos asumían con Obama una posición responsable y constructiva de reconocimiento de los errores cometidos hacia Cuba para iniciar el proceso de resolución del diferendo, el exilio mantuvo su tradicional postura inmovilista y recelo manifiesto cuando llamaron “traidor” al presidente Obama, al jefe de la nación que los  apoya  durante más de medio siglo.

El giro evidente dentro del actual escenario norteamericano está plagado de esos vicios que caracterizan los oscuros círculos de poder que se oponen de manera sospechosa a cualquier arreglo entre Estados Unidos y Cuba. Porque sin dudas viven del statu quo y ven con desvelo que se venga abajo el control sobre los fondos federales dedicados a sostenimiento de una elite parasita que vive de la industria del anticomunismo montada en la guerra fría. Emisoras de radio, televisión, publicaciones, empresas de asesorías, aeropuertos, aviones y una escuela de entrenamiento paramilitar de corte terrorista.

El supuesto ataque  sónico y las medidas de Trump

No hay que rebuscar mucho para entender lo ocurrido, después de las medidas que Trump acaba de implementar contra Cuba, al menos queda claro, el panorama del pretexto como justificación de los procedimientos institucionales que desde la política exterior norteamericana necesitan ser cumplidos que hagan más o menos creíbles su comportamiento. Cuba no tiene armas nucleares, ni constituye una amenaza para los Estados Unidos a decir del Pentágono que hace un par de años sacó a la Isla de la lista de los países que patrocinan el terrorismo.

Después de anunciar las medidas de Trump, el tema de los ataques sónicos ha quedado casi en el olvido a no ser que los enemigos de Trump en el Congreso ahora quieren saber la verdad de los supuestos ataques sónicos a los diplomáticos norteamericanos en Cuba, la causa aparente de la marcha atrás en las relaciones bilaterales con la isla. Es decir, que le están metiendo el dedo en la llaga. Para eso están solicitando que las instituciones científicas norteamericanas certifiquen las evidencias que dicen tener los funcionarios y el presidente Trump. Pero entra en juego la posibilidad que estas instituciones propinen un desmentido a la tesis de los ataques sónicos que tiene en vilo a la comunidad científica que ha manifestado en distintos eventos que no hay manera de demostrar la efectividad de esos ataques llamados sónicos.

Según expertos, la explicación de los ataques sónicos está vinculada a la manipulación preparada por los organismos de inteligencia norteamericanos, al crear un escenario donde es casi imposible determinar la verdad, incluso de haber ocurrido el llamado ataque sónico. Desde la apuesta de Obama con Cuba, las fuerzas conservadoras hicieron lo suyo creando este escenario difícil, paralelo, sofisticado que garantizaría el pretexto suficiente para echar atrás los acuerdos implementados por el presidente saliente. La patraña queda develada con la llegada de Trump al poder, los acuerdos de apoyos mutuos con los sectores conservadores del exilio que se trazaron desde la campaña electoral, los cuales avizoraba el desenlace que en la actualidad está teniendo.

Las limitaciones del exilio cubano

Las cosas que podría hacer el exilio cubano y no hace tienen y tendrán a futuro una repercusión importante en el futuro de Cuba. Mantener el statu quo tiene un costo político y el desgaste del discurso es insostenible frente a una masa de exiliados que ven con pena ajena las limitaciones y el freno a mejorar las relaciones con sus familias y país. Como mismo el régimen ve peligrar su continuidad por la desaparición física del liderazgo histórico, el exilio de la inmovilidad va quedando consumido en su propio círculo vicioso, incapaz de renovarse en términos objetivos y prácticos. La invalidación de la ley de ajuste cubano y otros resortes que sostenían la necesidad del liderazgo del exilio dentro de la política norteamericana, los hacía indispensables para los exiliados ya no existe y los condena a pasar al ostracismo, de allí su respuesta ofensiva que coloca al exiliado en una posición de estás conmigo o en mi contra.

Otro aspecto que se suma que ya no son tan necesarios es la apreciación que de ellos tienen los propios estadounidenses que comienzan a verlos como algo del pasado y no como un mal necesario. El accionar perverso del exilio conservador queda reducido al daño que produce para imposibilitar dentro del Congreso norteamericano el levantamiento del embargo y la devolución a Cuba del territorio que ocupa ilegalmente la base naval de Guantánamo, aspectos vitales en cualquier solución al diferendo cubano-estadounidense.

El accionar exilio cubano se opone a la búsqueda de puntos comunes, del acercamiento al dialogo como los temas antes señalados que son prioritarios en cualquier esquema de negociación entre Cuba y los Estados Unidos. Con la posición vertical asumida por el exilio en el teatro Artimes, en Miami, de apoyo a las medidas de retroceso en las relaciones bilaterales de Trump, queda claro cuáles son las limitaciones del exilio, marcados por el desinterés y el esquema mental de la victimización que les impiden superar los más de 50 años de fracasos en una política que como reconoció Obama perjudica al pueblo cubano.

El llamado Dialogo del 78, es otro ejemplo que demuestra las limitaciones ideológicas y prácticas de la clase política reaccionaria que predomina en esos círculos de poder pro-anexionistas. Que respondieron con violencia y terrorismo en contra de sus propios aliados y compatriotas quienes asistieron a las conversaciones en La Habana. De ese evento resultaron la puesta en libertad de más de 3600 presos políticos y los que no fueron liberados es porque no aceptaron, los que a partir de ese momento se denominaron Plantados. Otro resultado fue el inicio de los viajes familiares de la comunidad cubana, un paso importante en la normalización de las relaciones con los cubanos emigrados en Estados Unidos que permitió a los cubanos que salieron con salida definitiva regresar y reencontrarse después de muchos años con sus familiares.

Ese es el exilio cubano, una maraña mafiosa, conservadora y reaccionaria que hoy vemos alineados al gobierno de Donald Trump, que secunda a la oposición venezolana en la tramitación de sus necesidades de financiamiento para el auspicio de la  subversión ante las autoridades estadounidenses. El mismo que se opone a cualquier cambio con respecto a las visitas a los parientes de la Isla, la reunificación familiar, al envío de remesas familiares y de cualquier gesto humanitario o posición de aceptar el dialogo y reconocer el gobierno de Cuba. Son los mismos que conspiran en contra de cualquier ayuda, gesto de solidaridad que beneficie al pueblo cubano ante el azote de los huracanes o para mitigar las consecuencias del embargo, de cualquier ayuda que parta de Cuba hacia cualquier nación que la necesite. Una posición que los aleja de formar parte de la solución de los problemas que la Isla enfrenta y que los condena ante la historia, ante el pueblo cubano, ante la comunidad internacional y que servirá definitivamente de sepulturero del octogenario extremismo y del conservadurismo a ultranza.

 

agapitoman1926@yahoo.com



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