¡No huele a azufre!, huele a formol

Que cuando se hieren de muerte los intereses y se topa con el monroísmo no hay poderío que valga; quien, o aquel supuesto que le haga, cava su sepulcro. Los intereses no solo son el dinero, van más allá, extrapolan, y más aún cuando se ve clarísimo que se inicia el despertar del apaciguado pueblo con 230 años de constitución sumido en el letargo, del ese, su oprobioso sueño americano.

Están a 3 por centavo de $ las revueltas populares y de calle. El kukuxklánismo, el racismo y la barbarie se soltaron los moños; pero, es que al final pasa lo de siempre, pecan, llega a su última fase imperial: el poder exacerba, desespera, desborda los abusos y sus horrendos crímenes, viola los derechos, desconoce la diplomacia que no esté a tono con su poder, enfermo de lujuria y herido de poder enloquece y embrutece, no mide consecuencias, le domina el delirio del poder (César-Roma).

Pero el poder jamás radica en una sola persona (hombre o mujer), es el establishment quien toma las decisiones y cuando la cabeza del poder sin medida cae en desgracia, la sentencia no se hace esperar, porque de no sentenciar, se puede correr el riesgo de que el nominado orate emperador encienda la comarca (César-Roma En Llamas).

El poder cuando se envalentona, desafía al mundo entero y osa imponer su impersonalidad a como dé lugar o a la fuerza, cree estar en condiciones de maniobrar, supone tener primeros 4 años de poder para poder esculpir los próximos 4 para pasar al Hall de la Fama Presidencial imperial; y es ahí, cuando la figura presidencial se impregna de formol, es cuando pierde el azufre y como el verdugo recibe de su propia medicina, y es ahí cuando se auto-sentencia.

El Pentágono no perdona el atrevimiento y para él no cuenta ninguna vida, solo cuentan los grandes intereses capitales.-



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Omar Ignacio Pinto


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