Lu lamento por Lula

Mi fuerte no es la alquimia ni los procesos mediante los cuales
ciertas sustancias producen resultados asombrosos al transmutarse en
metales, alimentos o combustibles.

No pongo en duda, sin embargo, el poder del metabolismo en
determinadas circunstancias. Tengo un morrocoy a quien, con perdón del lugar
común, el término conchudo le vendría al pelo (si lo tuviera). Desde que era
poco mayor que una avellana el quelonio se empeñó en no comer sino lechugas.
De nada me sirvió intentar que diversificara la dieta. Le daba cambures y
los rechazaba, igual hacía con zanahorias y tomates. Lo único que no probé
fue suministrarle flores de cayena pues me pareció ridículo andar saqueando
jardines para complacer a un espécimen empeñado en ser lechuguino y
caprichoso.

No obstante, con el paso de los años el morrocoy (se llama Azul, en
honor al semanario humorístico), fue creciendo tan robusto y fuerte como
cualquiera de su especie, con una concha o caparazón que no parece hecha a
base de lechugas, sino más bien de huesos o conchas de coco.

El asunto del quelonio me ha hecho pensar que en materia
alimentaria estamos en pañales y, por la misma medida, en la cuestión
energética. Se dice, por ejemplo, que, si supiéramos explotarla, la energía
contenida en un litro de agua bastaría para recorrer medio universo en
camino de ida y vuelta.

El problema real, según mi modo de ver, es que si el agua funciona
como combustible lo difícil será calmarnos la sed, a menos que inventen un
agua ³light² para beber, que sea el subproducto, aumentado y corregido, de
la otra.

Con el paso del tiempo saldrán al mercado combustibles vegetales
como el mentado etanol o gasolina verde. Lo problemático es que para
producirlo se requieren miles de hectáreas sembradas, abonadas y regadas con
sustancias cada día más escasas.

Mientras tanto sería una tragedia que Brasil, o cualquier otro
país, deforeste sus bosques para producir el susodicho, a menos que decida
hacer del Mato Grosso un peladero de chivos como el Gran Cañón del Colorado.

Tampoco me pareció necesario que Lula da Silva abrazara a George W.
Bush como si fuera su pana del alma.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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