Búsquese un oficio, no una profesión

Oleadas de jóvenes quieren hacerse doctores, llevar un pomposo título (semi-nobiliario) con el fin de darse caché, meterse mucho billete y tratar de trabajar lo menos posible. Ahora mismo la locura es buscar como sea dólares o euros. Que es una manera también de hacerse con reconocimientos y proyectarse como una gran cosota por las redes sociales, y por lo mismo en cierto modo acabar provocando estragos, desgracias, entre los seres humanos.

Por el contrario, el que se busca un oficio quiere realmente trabajar: haciéndose agricultor, carpintero, albañil, ordeñador, becerrero o todo lo que tenga que ver con el oficio artesanal.

En Mérida se creó la Fundación Cultural de la Lana para rescatar el tejido con lana o con hilo pabilo, que en esta zona se cultivó con mucho ahínco durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX. En tal sentido, se impartieron clases y se entregaron, durante el gobierno de Alexis Ramírez, más de sesenta telares (de mesa y de pedal) en distintas comunidades del Estado. Gracias a este enorme esfuerzo, hoy más de treinta tejedores se ganan la vida con este oficio y llevan sus productos al local (RUTALANA) que está situado en el Teleférico de Mérida. Estos productos han ido a parar a muchos lugares del planeta y son muy apreciados por los turistas.

Nos resulta difícil imaginar que el proceso textil en la historia del hombre hay sido tan esencial para la sobrevivencia del mismo, que se hunde más allá de las tinieblas de la prehistoria. Cuando vemos a esos seres de las cavernas con unos andrajos por encima medio cubriéndoles el cuerpo nos preguntamos: “¿Cómo se hicieron esos trapos?”¿Con qué técnicas tejieron?, ¿con qué materia prima trabajaron?, ¿cómo la hilaron?, ¿en qué telares hicieron sus trapos?

Hoy sabemos que en el tejido prehispánico se encontraron “…dos telas llanas que dejaron su huella en dos pedazos de arcilla, y que data de 2.500 a.C., pertenecientes a la cultura Valdivia en su fase tardía, es la evidencia más temprana que se tiene sobre el desarrollo textil en el área andina y fueron encontradas en la costa norte ecuatoriana”.

Ya todo esto que llamaba nuestra atención y curiosidad, por supuesto que rebasaba con creces en los propósitos del proyecto de RUTALANA. Pero se fue planteando en varias reuniones: los aborígenes de nuestra América se la ingeniaron mucho antes de que llegaran los españoles para tener un tejido que fuera compacto; tuvieron hilos para la urdimbre que iban bien tensados, y llegaron a obtener un ligamento o tela básica con la cual se vestían o se protegían del frío.

De los telares más antiguos en los pueblos andinos está el de cintura, que se ajustaba alrededor de las caderas. Para la trama se ayudaban con los dedos, posteriormente se utilizó una lanzadera que se pasaba a través de los hilos de urdimbre; para mantenerlos compactos se requería de un peine muy similar al que se utiliza para el cabello. Para la tejeduría lo esencial es la selección de la materia prima, que puede ser natural o animal: extraídas del lino, algodón, moriche, ceiba, bora, curagua, fique. Las animales provienen de la oveja, camélidos: llamas, alpaca, guanacos y vicuña, del capullo de coyuyo y del gusano de seda.

Es interesante observar que la utilización de fibras naturales se hace cada vez más reducida porque la renovación natural de ésta afecta al medio ambiente, y la demanda del mercado, ha hecho que la gente teja con fibras sintéticas y artificiales. Y uno se pregunta, ¿hasta cuándo se conseguirá bora y curagua, fique o moriche?

A Venezuela se trajeron telares de pedal de España y algunos de ellos fueron hechos por nuestros artesanos en Caracas, en el siglo XIX, y los conocieron, por ejemplo, Humboldt y Bolívar. Pero debemos decir que la inventiva para tejer es algo que se dio entre nuestros aborígenes siglos antes que llegara Colón a nuestras tierras. Se tejía en toda la América precolombina, y fue mucho después cuando se usó el telar horizontal hispano.

En el siglo XX en Venezuela se tejía con telares en varios pueblos de la región andina, en Caracas y en zonas frías del Estado Miranda.

En RUTALANA se logró hacer (lo hizo el profesor Fernando Durán) un tipo de telar de tres lisos como los que inventó el genial Juan Félix Sánchez.

Así es, en este batallar recordamos mucho a Juan Félix Sánchez quien se murió sin haber podido ver realizado su sueño, el de instalar en su casa paterna de San Rafael de Mucuchíes “La Escuela de Tejidos del Páramo”, que aspiraba dirigir él mismo. Y en aquella época, podía conseguirse harta lana, había bastantes rebaños, en casi todas las casas se escarmenaba y se hilaba la lana. Casi toda la producción de cobijas, ruanas, gorros, guantes y bufandas las hacía la propia gente del páramo.

Juan Félix Sánchez se dedicó a implorarle a la gente de su pueblo y a los políticos de partido (terrible ingenuidad) que le ayudaran para establecer esa Escuela que habría sido algo maravilloso y único en Venezuela. Nadie le hizo caso.

Desperdiciamos en Venezuela la gran sabiduría de Juan Félix Sánchez; los últimos catorce años de su vida fueron un tormento (todo eso está en mi libro “La cultura como sepultura”).

El noble Hombre del Tisure, quiso hacer de su casa paterna una escuela donde se aprendiese, bajo tu dirección, a tejer, a modelar la arcilla y a esculpir la madera. Juan Félix confeccionaba sus propios telares que eran de tres lisos, únicos en el mundo, como dijimos.

Él quiso formar muchachos y muchachas para que aprendieran a trabajar la piedra, porque era un maestro dominando el arte de la ubicación de la laja y la piedra para hacer muros, capillas y casas, sin usar para nada cemento. Él decía que el cemento le quitaba el mérito a la piedra.

La cultura es el resumen de todo aquello que el hombre ha hecho a pesar de sus semejantes, y en el oficio y la dedicación está el arte supremo. Siempre un doctor, un profesor o un profesional cualquiera siempre está muy por debajo del que domina un oficio.

A pesar de vivir Juan Félix Sánchez como un mendigo, en un rancho a fuerza papita y café, a pesar de haberlo entregado todo y vivir arrimado en su propia casa paterna (porque de ella lo había echado el gobierno copeyano de Rondón Nucete) y haber sido el centro de pleitos inacabables entre agentes que querían controlar y administrar lo suyo; él fue un santo que hasta el último momento sólo estuvo pendiente de aprender y de hacer...

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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