No es el entierro del Conde de Orgaz, pudiera serlo, sino de quienes fallecieron intentando alcanzar a Tarek

Seis muertos que caminan por la gobernación de Anzoátegui

Los cuatro tipos, de rigidez cadavérica, como zombis, salidos de una atmósfera viscosa, oscura y maloliente, marchaban siguiendo un impulso inercial. Se bamboleaban dando la impresión que de un momento a otro rodarían por el suelo rugoso. Transportaban una caja mortuoria de dos puestos y de mala muerte, recubierta por una tela negra, barata, decorada con chapas plateadas y distribuidas sin orden ni concierto. No era el entierro del Conde de Orgaz, pudiera serlo, pero si de quienes fallecieron intentando alcanzar a Tarek. Y estas muertes antes fueron anunciadas.

  Aquella escena triste, melancólica y de marcado dramatismo, en teatro abierto, era protagonizada por cuatro opositores, provenientes de diferentes frentes, antes "diametralmente opuestos"; pero donde todo había quedado en penumbra y soledad. Solo muertos allí habitan. Los encerrados en la urna ya olían mal, por eso les llevaban al cementerio con premura. De manera improvisada, los dolientes apelaron a los primeros potenciales cargadores que por allí encontraron, cadáveres deambulantes, después de desechar a unos cuantos generosos borrachitos.

 Por eso, con sus muertos pesados, fríos y pestilentes, metidos en una caja de cuatro lochas, un exmilitante del MEP y del grupo de los 100, otro del MIR y luego de la Causa R, el tercero de Bandera Roja y el cuarto de AD, marchaban a paso lento y temeroso hasta la última morada; la de los muertos antes de tiempo de apoplejías y calenteras y, la de ellos cuatro, porque muertos venían siendo, desde cuando el de AD perdió sus cordones, guardaespaldas, pasaportes diplomáticos, cuentas a discreción y luz verde para baratear a Venezuela en los mercados del mundo y, los otros tres, brújula y Rosa de los Vientos. Estos, sin estas, se perdieron en los infinitos caminos y no pudieron encontrar el sitio prometido, desde donde se asaltaría el cielo.

 Pero, los cuatro, que llevaban a los muertos antes de la víspera y sin que todavía saliesen los abundantes números, pronunciaron un responso. Y dijeron que las elecciones del 23 de noviembre, a las que los muertos no llegarían porque rígidos estaban y cagados de gallina, serían fraudulentas. Y todo el llantear de la fúnebre caravana, era también porque a uno de sus candidatos muertos que trasladaban, lo inhabilitó el Contralor General de la República, Clodosvaldo Russián, por procederes indebidos en el manejo de cosa pública y el otro, el muchacho, porque no arranco ni con manigueta.

 Por los efectos de la canícula y la inveterada costumbre, se llegaron hasta el cafetín donde siempre acuden a sacar sus números, hacer sus proyecciones y sus presagios. Dejaron el féretro en medio de la acera y se fueron a sentar en una mesa, justamente rodeada de cuatro sillas, desde donde podían observarlo y cuidar vanamente que los muertos no se fuesen por sus propios pies o se les llevasen los "huele pega".

 Se lamentaban todos, llorando a moco suelto, que quien había sido Alcalde de Cantaura, militante de AD y les garantizaba, según decían, volver a la vieja trinchera, la Gobernación de Anzoátegui, que cual ubre inmensa les volvería a la vida, estaba ahora, largo a largo en aquella urna estrecha. Y lo más llamativo del asunto, es que quienes más se lamentaban de los cuatro muertos vivos que transportaban a los muertos de la caja, pese a que se había advertido a tiempo que uno de ellos moriría en fecha determinada, eran los tres primeros mencionados. Aquellos que no habían salido del mismo sitio de donde originalmente salió el primero de los muertos que entró en la caja y en ella boca arriba estaba. Quienes con él no se habían criado juntos desde chiquitos ni se hicieron, como dos de los personajes de "Pedro Páramo", "la promesa de morirnos juntos, para darnos ánimo, por si acaso encontráramos alguna dificultad". Pero quienes estirados y rígidos en la caja estaban, se hicieron la promesa que si uno moría, el otro le sustituiría en el combate. No obstante parecen haberse confundido y optaron por morirse juntos,

 En la mesa, cada uno con una taza de café al alcance de la mano, lamentaban de lo malo que las encuestas hablaban del muchacho Marcano, el de Lecherías y Primero Justicia; el mismo que con ternura aspira dejarle la Alcaldía a su mamá. Joven que pese a estar en la caja mortuoria, se ha atrevido retar a Tarek, quien de pié espera la contienda y al PSUV y la Alianza Patriótica, que apretujados como un puño le respaldan.

 Habían heredado de uno de los encerrados en la caja, asegurada con unos cuantos pernos, la obligación de dedicar "su moribunda vida", a respaldar a quien arribase segundo en las encuestas; pese a que los números no dan para pagar las cuentas y que difícilmente los votos ajenos, ofrecidos a otros, no son sino espejismos. Ante este pensar, Marcano también le dio la vuelta la cacho y cayó después, cuan largo era, en la urna. En las fosas comunes, en el camino que sube, desde el inicio, quedaron Herman Escarrá  y, apretujados, unos cuantos más.

 Pero lo que más les duele es que "er Conde", a quien no quisieron tomar en serio, no tanto por su condición de comediante y hazmerreír, ocupado en hacer crecer sus cuentas dinerarias, ha subido también la de sus votos; porque el tipo se la da por reírse de los otros, sobre todo de aquellos que moribunda vida llevan. Esto lo dijo, detrás de un largo berrido, el mayor de los cuatro; quien se crió con uno de los que acostado estaba en la caja y con quien allá dentro debía estar. Y esta condición, a los cuatro les hace más pesada la carga en la empinada cuesta de alcanzar a Tarek y toda la Alianza Patriótica. Y lo es también por el impulso inercial que significa Chávez. Aunque si suman lo que uno tiene, lo dejado por el primer cadáver y "Er Conde" atesora con demasiado celo, no alcanzarían a pagar los gastos del entierro de todos esos muertos que van y vienen. Tanto los que suben como quienes vienen en bajada.

 Después de consumido el café y cumplido el ritual en aquella estación, volvieron al sitio donde estaba el ataúd; éste a sus hombros subieron y se fueron; y como iban subían, pues como en Comala, el pueblo de "Pedro Páramo", en el camino opositor, quien "va sube y quien viene baja".

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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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