Ministro Ali Padron: ¿Como va el turismo en Margarita? Le cuento la mia

Acabo de regresar desde la siempre hermosa isla de Margarita, estado Nueva Esparta. Hermosa geográficamente en verdad porque el resto deja mucho que desear.

Ya me he referido en otras oportunidades, a los elementos que se observan a lo largo y ancho de la isla que hacen difícil pensar que el turismo se arraigue en la misma (1,2).

Aparte de mis puntuales observaciones, recibí una respuesta de un lector que explica a fondo la inconformidad de los margariteños desde aquel decreto de Puerto Libre en la cuarta república, o sea en 1974. Pero además reafirmado en agosto del 2000. Realmente me hizo reflexionar y agradecí esa lectura de un habitante autóctono de ese paraíso natural (3).

Regreso de unas cortas vacaciones donde realmente disfruté de las playas, tal como hacíamos en aquellos años 80 y 90 cuando mis hijos pequeños pasaban horas con sus tablas en Playa Guacuco, una de mis preferidas. Hasta ese desdichado día cuando me enamoré de una propiedad frente al mar de El Tirano, pensando que pasaríamos nuestros merecidos años dorados en Margarita, luego de dedicar nuestro ciclo útil al país, a la Patria, con honestidad y, diría, hasta con inocencia.

Soñábamos con recibir, de forma rutinaria, las caricias de las olas que limpian todas las impurezas y malos recuerdos, la brisa marina que llena nuestros pulmones y nos hace olvidar de ese virus que nos mantuvo cerrados y amenaza siempre con regresar gracias a los laboratorios biológicos del imperio, quien busca todavía con ahínco aplicar el maltusianismo ya que, según ellos, los que se creen amos del mundo por su "destino manifiesto", sobra gente en esta humanidad.

Pero al visitar un sábado el santuario de la Virgen Del Valle, Patrona no solo de los orientales, y observar un bajo número de feligreses, entendí que algo andaba mal. Y no sólo los tonos crema y verde con los que pintaron la basílica que antes era rosada, al igual que todo en la película Barbie que fui a ver justo en Costa Azul. Pero para que no me tilden de frívola, antes de eso aprecié el film Oppenheimer, al que puse una puntuación de 14, a pesar de lo interesante e informativo del guion.

¿Qué? ¿Me preguntan que nota le puse a Barbie? Pues cero siete, raspada. Pero quise verla para entender todos los sesudos análisis en you tube de los analistas que admiro y que se burlan de ese film muy rosado.

Apreciados lectores, un día martes de septiembre yo era la única que estaba en la sala de filmación viendo Barbie. Y un domingo pasado, junto a mi hijo y su amiga, éramos los que cabíamos en los diez dedos de espectadores. A ustedes las conclusiones.

Como la caída de la tarde siempre me inspira pensamientos lúgubres y tristes, empecé a decirle a mi hijo acompañante, que Margarita nunca mejoraría, que desde hace años, como cuarenta o más que estoy visitando la isla, no ha pasado mucho más de bueno, que solo impactó las grandes avenidas de la avenida Bolívar, y los lujosos edificios en Pampatar, en la vía de Playa Moreno, donde dicen que Nacho, ese mismo, tiene su especial refugio margariteño en apartamentos que un conocido constructor italiano me había ofrecido recién construidos, en alrededor de cuatrocientos mil verdes.

Los pensamientos negativos siguieron y siguieron, viendo decenas de negocios cerrados en la otrora famosa avenida Cuatro de Mayo, así llamada para conmemorar la fecha de 1810, cuando la provincia de Margarita se unió al grito de la Independencia del 19 de abril de ese mismo año. El mismo panorama desolador se observa en la Avenida Santiago de Mariño en homenaje al prócer de la independencia nacido en Margarita.

Una querida amiga hija de italianos, pero nacida en Margarita y casada con un margariteño de pura cepa, siempre optimista, afirma que Margarita se está recuperando. A pesar de que en su negocio hace muchos años vendían perlas y oro, lo cual tuvo que terminar por los frecuentes robos. Ahora emplea perlas cultivadas y gold filling, imitación barata del oro, en artesanías muy creativas que vale la pena lucir y que algunos llevan de souvenir, como una novedad a Europa.

En esta oportunidad, como ya me he atrevido hacer otras veces, espero fervientemente tocar el corazón del simpático y agradable ministro Alí Padrón, haciendo una pública solicitud puntual: demoler una caseta ilegal, usada en el 2008, como sitio provisional para los ingenieros que hicieron la obra del bulevar que conduce desde Puerto Abajo hasta la Playa El Parguito. A pesar de las protestas y la promesa de que era una estructura temporal, la dejaron por saecula saeculorom, adosada además al muro de nuestra vivienda. A esa tapia llegan con mucha facilidad aquellos de malas mañas. Ya sea para robar el fruto de las palmas de coco, que pueblan el terreno, o para llevarse todo lo que ahí se coloca, hasta las puertas de caoba reciclada que mandé a realizar en Caracas. Justamente tengo las pruebas de los numerosos robos, lo cual ha hecho literalmente IMPOSIBLE vivir y disfrutar nuestra casita de playa para los años dorados: Guaiquerida.

Tanto la quisimos que ahora los dioses nos castigan sin poderla habitar so pena de que unos atracadores me amarren en una silla como hicieron hace un tiempo con una señora vecina, madre de los dueños de la ferretería cercana donde siempre comprábamos material y que hace unos meses pusieron en venta luego de toda una vida funcionando.

Al concluirse la obra del estupendo bulevar en todo el borde del mar Caribe, permanece una infraestructura muy útil pero abandonada, con terrenos aledaños usados para botar basura. Imagino que se deba a los mismos residentes de esos consejos comunales involucrados que no quisieron turismo, y no permitieron que ni el mismo presidente Chávez lo inaugurara.

Pues esa caseta, a pesar de lo provisional, de la ilegalidad de su construcción, de estar desde hace años abandonada, con aspecto de deterioro total, sin puertas, oxidado lo que se podía oxidar, y que puede servir de refugio para violar y asesinar las niñas del pueblo, no la han demolido. Está ahí, como exposición visible dando ejemplo de desidia total. Y además sirviendo de entrada cómoda para las residencias de los que ahí habitan, o como nosotros, que alguna vez soñamos con ese refugio frente al mar.

La canción de Simón Díaz cantándole a su esposa el resplandor de una luna en el mar de las Antillas, es especial para añorar tiempos mejores y seguir soñando. Los invito a disfrutarla (4).

A muy pocos metros, deduzco por el mismo motivo de que los habitantes de esa zona no quieren el turismo, se encuentra el otrora Hotel El Tirano, construido en los años setenta sobre una gran piedra frente al mar. Ese hotel fue querido rescatar por Chana Uzcátegui, la famosa conocida por los Ranchos de Chana, lo remodelaron con dinero del gobierno bolivariano, hasta lo inauguraron y la fiesta duró unos días.

Ahora no es ni siquiera un elefante blanco, sino otro trofeo a la vista de los turistas, los de afuera y los nacionales, desvalijado totalmente. Si alguno de ustedes necesita tejas para su techo, corra a buscarlas que todavía quedan unas cuantas. Y disculpen la ironía. Robaron desde colchones, vidrios, puertas, un desvalije total. A la vista la desidia.

Por último, apreciados lectores, me dio mucho gusto y hasta cierta sorpresa, observar en el pequeño bulevar de Playa Zaragoza, en Pedro Gonzáles (una de las más bellas playas) ver varias pizarras en cada lugar de refrigerio, escritas en idioma ruso mostrando el menú del día y los precios. Ciertamente la zona de playas es la que frecuentan los turistas rusos, por ahí mismo también en El Tirano.

Para remate final, nuestro vuelo de Conviasa al terminar este corto período debía salir a Maiquetía a las siete de la noche, y despegó a la una y treinta de la madrugada del día siguiente. Entenderán que llegamos a nuestro hogar casi a las cuatro a.m. debiendo pagar el mismo costo del vuelo para un Ryder seguro.

Y aquí estoy, intentando recuperarme de la jornada pues ya con setenta años a cuesta el cuerpo se resiente y no es lo mismo cuando joven aguantábamos las largas demoras de los ferris.

Sirva este relato para compartir la bitácora del corto paseo, pero sobre todo para alertar al ministro de Turismo Alí Padrón de la necesidad de realizar trabajos pequeños, no costosos, pero de alto impacto que pueden, y deben, hacerse en beneficio de complementar la belleza de Margarita y no deteriorar sus encantos geográficos.

Ah, y para yo seguir soñando pasar una temporada dorada en nuestra hermosa isla venezolana y ver la luna sobre el mar de las Antillas. Todos los venezolanos nos merecemos ese especial disfrute.

  1. https://www.aporrea.org/actualidad/a316158.html
  2. https://www.aporrea.org/actualidad/a289873.html
  3. https://www.aporrea.org/ideologia/a316209.html
  4. https://youtu.be/_MI54c3Z-ic?si=md89DdSQ9CplFYp2


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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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