De grandes cogorzas sin haber tomado licor…

15-2-2023: Estuvimos despiertos hasta la una de la madrugada, al tiempo que escuchábamos la música merenguera de la celebración, pero a las cinco de la mañana cesó la rumba y nosotros hubimos de ponernos en pie de guerra, a preparar el primer café.

El día ha estado nublado y ha caído una leve llovizna, pero la tierra se ve reseca y los caños moribundos. Me siento frente a la computadora, pero no hago más que ver los arreboles por el lado del ventanal de la cocina. No tengo nada que escribir, no tengo ideas, cero pensamientos, lo que quisiera es irme hasta el río, hasta el cambural y luego a la troja. Aquí impone su voluntad la grandiosidad del amanecer.

Hoy me he dedicado a recoger café. A media mañana nos visitaron el señor Corsino y su hijo Ángel. María Eugenia trabaja en la poda y arreglo del jardín. Aquí, en este paraíso, nos encontramos armoniosamente incomunicados del mundo, sin televisión y sin internet, pero en sintonía con lo que más importa: con la naturaleza.

Nos visitan tres nietos de Avenildo (Alejandro, Andrés y Cathy) y María Eugenia departe con ellos en el jardín.

Por la tardecita llegan Neptalí, Marcolina y Toñito quienes nos traen un queso y café de nuestra cosecha que ellos nos habían cilindrado en su finca de El Cobre.

Dice Neptalí que si mañana amanece buen tiempo se dedicará a apalear arvejas. Me cuenta que ayer se apareció Ramón Isidro en una mula, preguntó por nosotros y le dijo que nos tenía unos plátanos.

Se lleva Toñito el alimento que le traje para sus cabras, creo que le han parido dos.

María Eugenia se ha encontrado cinco alacranes, lo que no habíamos visto en bastante tiempo: anuncio de suerte. El vecino Avenildo cuenta que en lo que va de año ha matado más de cincuenta. El verano los alborota.

Nos dedicamos a regar las matas.

16-2-23: Día de pertinaz lluvia. Se le dañó a Neptalí el apalamiento de las arvejas que tenía para hoy. Esperamos no volver a tener diluvios como los del año pasado.

Hoy nos hemos dedicado a trillar en el pilón un poco de café en laja, el que nos trajo ayer Neptalí. A decir de todos los aldeanos, la cosecha de café ha estado mala, sobre todo por los costoso que ha estado el asunto del abono. A veces pienso, cuando todo el mundo dirá: "-Todo está de maravillas, no nos hace falta nada…".

Tuvimos que cortar el ficus que teníamos en el porche, porque había crecido demasiado, llegando a alcanzar el techo y levantando la canal que recoge el agua. El peligro de estas matas es que pueden dañar las casas, porque en algunas, sus raíces suelen buscar las tuberías internas, las cañerías. Este ficus tenía con nosotros dieciséis años, primero cuatro en nuestro apartamento de Mérida y aquí en La Coromoto siete años. Nos dio mucho dolor tener que troncharlo.

Luego, hemos podado un limoncillo que se desparramó cubriendo matas de café y enredándose con nuestra hermosa y empinada mata de menta. Lo doloroso al echar abajo estas matas son los nidos de pájaro que uno se encuentra, luego se ve que estos pajaritos quedan desorientados buscando sus madrigueras. Qué maravilloso enjambre de ramas y pajas logran hacer las aves para empollar sus huevos. Todo en este mundo es un milagro y un misterio. ¿Quién nos hizo a nosotros? ¿Quién o quienes hicieron a los que nos hicieron? ¿Quién hizo al Dios mismo del que se dice hizo el universo?

17-2-23: Anoche ha hecho el frío más intenso que hayamos conocido en este lugar. El termómetro marcó por debajo de diez grados centígrados. Vino Ángel y conversamos hasta las nueve, y nos contó el horror sufrido durante la vaguada de septiembre. De cómo el agua y el barro fue bajando y arrasando con árboles y las casas que encontró a su paso. En el sector de la vaguada, todos los inmensos árboles hoy están secos, porque el mar de lodo corrió por debajo de la tierra y destruyó sus raíces, a la vez que se fue apelmazando y creando un desierto de lajas a lo largo de un centenar de metros. Se pensaba que el barro y un inmenso pedregal bajaría hasta el pueblo de Canaguá, pero misteriosamente luego de rodar por el río La Coromoto unos doscientos metros, se atascó, poco antes de llegar a la casa de Silvio.

Una de las grandes tragedias que han provocado las vaguadas en este sector se aprecia en los estragos que han ocasionado en los camburales. Un lugar en el que el cambur verde sancochado es esencial en la dieta diaria del campesino de esta zona.

El día ha estado nuevamente nublado. Ha pasado Avenildo y ha dicho que vio un Siote, signo de que se avecinan lluvias.

Ha venido Consuelo y nos ha traído papas, dos huevos de pisca, morcillas, una cuajada y limones. Las piscas, los pavos y gallinas de Consuelo, bajan y suben varias veces al día por el camino real. Entre esa bandada hay un pavorreal blanco que despliega su hermoso abanico de plumas, y su glugluteo es un llamado de respeto y de imposición machista sobre las demás aves.

Yo he seguido trillando café, aunque me he sentido un poco desganado e indispuesto por un malestar estomacal.

Ángel bajó al pueblo y son 5 de la tarde y no ha vuelto. Había dicho que cuando volviera nos acompañaría a ver los destrozos ocasionados por la vaguada. Comienza a llover nuevamente. Como que se está cumpliendo lo de las "Pintas".



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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