Crónicas de ayer del municipio Guasimos (Vlll)

Entre la carrera 3 entre calle 1 y 2 funcionó un viejo cine; con predilección por las películas mejicanas protagonizadas por figuras consagradas de la época; como Pedro Infante, Tin Tan, Viruta y Capulina, Cantinflas, las de Gastón Santos y una que otra películas de vaqueros del viejo oeste gringas. Los asientos de aquella improvisada sala de cine eran de tablas de madera; si llovía el agua se pasaba por troneras, que veces suspendía la función mientras durara el aguacero Cuando se cortaba la cinta o cambiaban el rollo, si ese lapso se prolongaba por mucho tiempo estallaban los insultos, los gritos y las palabras altisonantes. Esta sala fue atendida por un señor que se hacía llamar el mataor. En los viejos tiempos decían quienes lo conocían y él lo repetía ante sus amistades que había sido un banderillero de postín. Era un consumado artista del pincel en eso de delinear las letras que publicitara en los carteles colocadas en algunas esquinas; con un toque llamativo al nombre de la película y cuando los protagonistas eran conocidos los mencionaba, así como el día y hora de la función.

Los guarapos de Marcelino:

En el campo o en las barriadas cuando los recursos no alcanzaban para comprarse una cervecita o un cachicamo; los borrachitos y los que no lo eran optan por comprar un guarapo de piña "enfuertao" que era endulzado con panela. Para alcanzar el punto de fermentación también utilizaban hongos. Las bodegas poco surtidas eran las mas proclives para las preparación de estas espirituosas bebidas por el bajo costo utilizado. En la Estación había un señor que todo el mundo lo reconocía por Marcelino; dedicado a estos menesteres. Los mamadores de gallo, no sabemos hasta donde era cierto, pero circulaban rumores que para cebar a los incautos clientes; les metía una media de las que usaba en el recipiente donde enfuertaba el guarapo, dizque para crear adicción. Para quienes se dejan guiar por las creencias de nuestro pueblo cualquier fantasía es cierta. A Marcelino en cierta oportunidad alguien le toco el embrujo que utilizaba para atraer asiduos consumidores, se sonrió socarronamente, ni la desmintió, tampoco la rechazo

Debemos resaltar que Marcelino no era lo más pulcro en el vestir y así debían estar sus medias; lo cierto es que el aguardiente mata cualquier bacteria. Conozco pocos borrachitos que hayan sucumbido ante las envestidas del Covid, cuando estaba en su apogeo; y si los guamazos son de miche claro, están mejor protegidos. En días pasados el comunicador social Raúl Delgado, en su prestigioso programa Entre Guamazos nos sorprendió con una anécdota en su época liceísta, por allá en la década del 70, que en oportunidades antes de llegar al liceo, visitaban a Marcelino y entraban a clase tataretos. Lo cierto es que este tipo de negocios han venido cayendo con el tiempo y con la entrada en el mercado de los refrescos con aditivos de todo tipo que producen adicción y son un atentado para la salud.



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Luís Roa

Licenciado en Administración de Empresas (ULA). Luchador social. Jubilado de CVG Alcasa

 Luisroa519@gmail.com

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