De los que no se rajan: de esa madera estaba hecho mi pana ñángara Enrique Pérez Luna

Un Texto de El Tal Cucho Berbín para un alto pana del alma que se nos ha ido.

"A trastiempo", como solían decir Las Abuelas, me he enterado de tu partida, Enrique. Pero igualito te hago un muy merecido honor ¿Quién te resta méritos, ah? Que nadie nos va a quitar lo baila’o, Enrique. Un puerto de atracar y zarpar imágenes de barcos era, es tu casa en San Miguel, urbanización cumanesa. El Cementerio de Barcos. Barcos y más barcos en la sala de tu hogar. Una hipérbole de imágenes de embarcaciones derruidas en puertos que signaron tu vida, Enrique. Barcos, muchos barcos. ¿Era un oxímoron, Enrique? ¿De allí "También la Mar Se queda Seca"? Ando en búsqueda febril de El Hilo de Ariadna. Hay imágenes technicolor de un Cementerio de Barcos, que ya desapareció, situado en la salida de Cumaná, más allá de Caigüire y El Peñón. Están, en tu sala, en tu hogar, las imágenes de El Cementerio de Barcos, vuelvo y digo; toditas-todas las fotografías de esos barcos longevos, oxidados, hartos de salitre, a punto de entregar sus sentinas vencidas al Golfo. Agua de mar: tanto mar y tan azul que hiere las retinas, me dijo una vez Perucho Aguirre. "El Mar es como un Potro" es una novela venezolana que voy a releer un día de estos en La Perimetral, quizás hundiendo mis pies en la piel del agua … -recordándote, pana. Una metáfora regia esta del mar como corcel indómito.

Tan sólida como la de "Las Formas del Fuego" de Ramos Sucre, Amarilis. Porque en cuanto a movilidad se refiere tanto el mar como el fuego están hechos de la misma sustancia inasible, de serpiente que se muerde la cola y que nunca se está quieta. Claro: a excepción de las tardes cuando el horizonte rojizo se traga a El Sol Cumanés, a la salida de El Golfo. Pero es un espejismo efímero, sin anclaje existencial. Quimera, quimera. Una verdadera quimera, Celso Medina, Amarilis, Sonia Jiménez. Porque, al día siguiente, inexorablemente, el mar estará rebelde, dulcemente irascible de nuevo. Vienen las olas contra las piedras sólidas, negras, milenarias … Y hay múltiples estallidos que invaden los sentidos. Mas vital, gratificante y afrodisíaco … imposible. Y de ese choque estrepitoso, de cíclopes, resultan miríadas de hilachas de espuma. De allí nace toda-toda la arena dorada de las playas del ancho mundo, aseguran geólogos y astro-biólogos. Solo que me resulta una explicación harto superficial para tamaño fenómeno de tanto tronío universal. ¡Tan Cósmico, Enrique! Harto difícil que la mar se quede quieta, Enrique. Y mucho menos se va a quedar seca nunca, Enrique. Un poeta-astrónomo gringo, dice que NO deberíamos llamar a este Planeta … "Tierra". Debería ser, en justa semántica: "Planeta Agua" ¡Con tanta superficie oceánica que supera con creces La Tierra Firme Seca! … ¿Cómo es que -entonces- por pura jodienda y capricho tuyo, "También La Mar Se Queda Seca"? … Enrique? Más seriedad, pana. NO te lo dije en vida. Pero igualito es válido. Y se acuerda uno de Moby Dick. Del Capitán que viaja desde siempre y hasta siempre en el vientre del Nautilos. Y de los Piratas al abordaje. Y del Castillo de Araya. ¿No era, acaso, para cañonear a esos carajos bucaneros que venían de tan lejos a robarse la sal, Enrique? Allende los mares. ¡Qué fraseología tan verraca para un niño nacido a ras de la arena! Salpicado de olas. Vigilando al amanecer las gaviotas. Y trae a la memoria uno -también- los tesoros con doblones, joyas de mil facetas diamantinas. Y de Los Corales. Y Las Islas Ignotas. Y hasta canciones infantiles como: A la Víbora de La Mar/por aquí podrán pasar, rememora uno. O esta otra recién bajadita de Internet para mi nieta: "En El Fondo del Mar Hay Un Pulpo Colorado".

Hablando de otra cosa, Enrique, porque como decía otro ñángara jodedor: "Basta Ya de Estar En El Mismo Adverbio". Una vez me dijiste que ibas a escribir una novela de Un Boxeador. Del Clan Boxístico Invencible de Los Gómez o Los Invictos Marcano. Y a esta hora de quietud de la noche cumanesa, poco importa la precisión a efectos escriturales. Resultó -siempre según tú- que uno de ellos peleó y ganó en Japón. Donde había que matar y rematar a carajazos a los boxeadores asiáticos. Porque son más apretados que tornillo de barco. Y porque siempre hubo un mar de dólares de por medio. Bien, ganó Este Gómez o Un Marcano. Y, como buen cumanés, para mantener el folclore cañandongo de su ciudad nativa, se fue a reventarse a palos después de la victoria. Solo que se fue íngrimo y solo. Perdido en la noche de neón, exótica, y cosmopolita a rabiar de Tokio. Perdido por dos o tres días. O una semana con sus días y noches. Un regocijante extravío a miles de kilómetros de tu Cumaná, Enrique. Siempre según tú, el relato, Enrique. Mientras tanto: Eli Montes, -además de un traductor colombiano, de esos que de todo saben, y que nunca faltan-, … y el tipo del balde que recoge la saliva en la esquina del ensogado, indagaban preocupados. ¿Cuánta dosis de ficción habría en hechos inicialmente fácticos? No importa, Enrique: licencia narrativa y poética, libre albedrío en la creación de Mundos de La Fantasía Novelística. Mientras más masa -creíble y plausible dentro de un universo ficcional- más mazamorra. ¿Cómo se las arregló El Boxeador Cumanés? ¡Fácil!: me dijiste, Enrique, en una noche de tragos alegres y música en el céntrico Bar Sport cumanés: lenguaje universal de señas entendible en todos los sitios de caña fina en este Planeta Tierra, Cucho. Y billete como sorgo. No recuerdo bien, a esta hora, si te lo dije, Enrique: yo hubiese añadido una geisha bien delicada de rostro de porcelana. Una habitación con velos. Un lecho tibio. El descanso del Guerrero. Sexo kamikaze de un cumanés avispado. ¡Qué los pendejos se mueren chiquitos! Para no hacer mi relato muy largo, pues el espacio escritural apremia: El Último Capítulo, era un cierre magistral tuyo. Está el boxeador muerto en su ataúd, los guantes de box encima de la fina madera, ataviado el sarcófago con La Bandera Nacional y la de El Estado Sucre. Yo le hubiese puesto un dulce rumor de rezanderas cumanesas. Arca de Alianza, Estrella de La Mañana. Rogar por Él (…). Cero políticos neceando: por pavosos.

Ciberlectores, Enrique: hacía muchísimo-muchísimo tiempo que no me salía una ciber-crónica en una sola sentada

¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, ENRIQUE!



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Cruz Berbín Salazar


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