Perogrulladas

Juán José Meléndez, el de La Canducha

Algunos se han preguntado cuál es el sentido de la vida …muchos más solo se han encargado de vivirla , y poco a poco van llenando su historia con pedazos de la historia de otros …como una gigantesca sinapsis vamos interactuando y en muchos casos esa relación se va estrechando al punto de que ya es inseparable de nuestro recuerdo …. al punto de que esa historia es también la nuestra. Para 1970, hacía mucho tiempo que Juan José Meléndez formaba parte de nuestras vivencias en un caserío perdido llamado La Candelaria, en la denominada La Otra Banda del Municipio Pedro León Torres del Estado Lara; ya que entendíamos, de este lado del río Morere, casi adherido a Carora como un vecino que en ocasiones desataba su furia y devolvía al pueblo grande las suciedades que por décadas este le había vertido; se desarrollaba el progreso, con carros y calles vestidas de adoquines, concreto y asfalto.

Del otro lado , La Otra Banda , la de los hombres de arcilla y piel erosionada por el sol y el viento, surcada por años de trabajo y empeño, en un afán por dominar la naturaleza hostil de esa zona, con interminables periodos de sequía, con quebradas que al llenarse se embravecían con el agua dulce de la lluvia, pero que luego se tornaban tan saladas como el mar… con caracoles, coralitos y mapanares, que no son más que cascabeles sin maraca, y que brillan como un oscuro relámpago en los viejos caminos de los chivos, cuando el sol los obliga a salir de sus guaridas.

Para ese tiempo los cardenales y turpiales adornaban las casas cuando si ningún temor, se adentraban a los jardines vestidos de flores de sábila y trinitarias, cultivadas con el esmero de las mujeres de la casa, que en sana lid se disputaban el jardín más hermoso del entorno. Juan José vivió La Candelaria mítica, la de las Fiestas Patronales con sus juegos tradicionales, su palo encebao, su sarten endiablao y su toro e´candela. Fue espectador de los interminables cuentos de Polencha, narrados cada tarde en el patio de su casa donde se daban cita los muchachitos luego de recoger los chivos y corretear el conejo que siempre dormitaba bajo los estantillos que se utilizarían en la ampliación de la casa.

La Candelaria que veía brillar en la oscuridad de la noche los tesoros escondidos, repletos de morocotas, y que debías perseguir para colocarle encima las alpargatas al revés, para señalar su ubicación, porque no podías extraerlo de noche, teniendo el cuidado de no perder el camino por donde lo habías seguido, ya que el tesoro podía arrastrarte para siempre…Nadie nunca consiguió luego sus alpargatas, se reía Juan José. "Mas nunca ! " decía.

Fue con Rafael Palma, Fulvio Diaz y Don Mario Leal, entre otros, artífice del Centro Social del Caserío. Allí se presentaron alguna vez Los Imperial’s de Maracaibo, una gran orquesta que trajo en sus trajes e instrumentos el barro del camino porque los agarró un "palo de agua" en una gran extensión de tierra pelada que mientan "Pele el ojo". En esas extensiones de tierra anegada por la inusual tormenta, se quedó el camión de los toros que traían para el coleo…cuando los bajaron se caían solos, de hambre y fatiga … Presenció con emoción cuando regresó "Yiyo", como llamaba con cariño al Maestro Alirio Diaz, y fue de los que fueron a escucharlo, ya que también con él había compartido la dulce miel de la savia del yabo y el embriagante contenido de las matejeas y mamedeas, porque así se llaman las avispas negras y atigradas que generan ese particular dulce en sus casas hechas con estiércol de res y barro de los viejos y oscuros pozos.

Fue por mucho tiempo, con Don Julián Almarza, nuestro medio de transporte. Era en la parte de atrás de su carro que nos alegrábamos al divisar la casa de Polencha, la de Maria Bertalina, y que representaba para sus pasajeros la seguridad y la tranquilidad del regreso a la casa grande de cien casas. Siempre mantuvo un corral de chivos. Siempre recuerdo el queso que se producía en su casa, rico y salado, chillando en los dientes con cada mordisco. También estuvo cuando al fin se logró extraer agua del subsuelo con un molino de viento, agua que llegaba directamente a cada casa. En nuestras últimas conversaciones me preguntó si tendríamos nuevamente agua en La Candelaria. Ya no verá ese milagro.

Había despedido hacía poco a Juana Tita, su compañera de toda la vida, y a quien nos presentaba con su mordaz humor como su madre…Nunca perdió eso: su humor…y nunca quiso como tantos abandonar el terruño. Prefirió esperar al que regresaba. Entonces entendemos que no es sólo un sitio geográfico, con sus pájaros, olores y caminos polvorientos…sino que son también personas que allí nos esperan anhelantes de saber de nosotros…con su abierta hospitalidad …y nos aferramos a la creencia de que siempre estarán allí …y cuando se van se llevan consigo un pedazo de nuestra historia …un pedazo de La Candelaria, y así nos vamos quedando solos siendo tantos. Como dijo el cantautor candelarense Juan Leal "…con alma de bohemio,allá en el cielo está ..recordando a su pueblo querido, a su pueblo natal". Imagino la soledad de su corral de chivos y de su chinchorro meciéndose con la tibia brisa de la tarde…cuando el crepúsculo se torna purpura. Estaremos en ese encuentro Juan José… Meléndez …el de La Canducha, El Chato.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1400 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter