Del doble poder al poder popular

Ponencia presentada en el III Seminario Internacional sobre la vigencia del pensamiento de Schafik Handal

"Experiencias de construcción de Poder Popular en el contexto

de la contraofensiva imperialista".

Buenos días a todos y a todas. Es un placer enorme estar aquí con ustedes. Vaya mi agradecimiento muy grande al Instituto de Estudios Shafik Handal, al FMLN, y a todos ustedes militantes que hacen parte de un acervo histórico de la lucha revolucionaria.

Este es un proceso que poco aparece y poco mencionan los medios de comunicación. Ni siquiera la derecha continental menciona al gobierno de El Salvador cuando ataca a los gobiernos progresistas. Un sector de esta derecha apuesta a silenciar las experiencias y conquistas de los gobierno de izquierda, y de paso ocultar la estrategia cuasi golpista de la oligarquía local. Mientras que unos sectores reaccionarios creen que este proceso ya está perdido para el imperialismo, la izquierda continental asume que es el proceso más sólido y que el futuro está asegurado. Y ambas partes tienden a equivocarse. En esto, el pasado heroico de la lucha del pueblo salvadoreño, lleva a conclusiones simplistas. Toda esa experiencia revolucionaria, social, armada y popular, fue un referente de transformación y lucha revolucionaria en todo el continente. Basta recordar la gran cantidad de comités de solidaridad que se hicieron por todo el continente y Europa para apoyar la lucha del pueblo salvadoreño en aquella época, dimensión que lleva a unos en la derecha a pensarla como una experiencia de la cual es mejor no hablar mucho, y más bien hacerse al poder económico y financiero en forma callada, mientras otros desde los sectores progresistas y de izquierda, asumen es intuyen que el proceso de la izquierda salvadoreña en el gobierno ya está afirmado. Y ustedes saben que no es ni lo uno ni lo otro, y que hoy más que nunca se requiere la difusión de lo que sucede en este país, y la importancia del apoyo solidario de todos los sectores demócratas, progresistas y de izquierda del mundo.

La derecha salvadoreña, asociándose como cola de león a grandes capitales extranjeros que están realizando inversiones financieras en el país, sabe muy bien lo que tiene que hacer, y el FMLN sabe que los procesos avanzados durante los veinte cinco años del acuerdo de paz no han sido fáciles, y que no han logrado concretar todas las aspiraciones previstas. En Colombia se está iniciando un proceso de construcción de paz, y como militante socialista del Frente Amplio por la Paz, nos preocupa mucho el aprender de todos estos procesos, de sus éxitos como de sus errores, pues los hemos vivido en nuestra experiencia. Como izquierda amplia hemos ganado durante tres periodos continuos el gobierno de la alcaldía de Bogotá, que tiene nueve millones de habitantes, donde finalmente los resultados no han sido los que esperábamos, y para decirlo con delicadeza, nos ha ido en general mal. El primer alcalde cambió de bando y se pasó al sistema, y el segundo está preso. Y el tercero, que fue el mejor, lo tienen inhabilitado casi de por vida, y no por corrupción, sino por la ofensiva reaccionaria que le han hecho desde el campo jurídico, frente a sus políticas de recuperar para el Estado servicios públicos como el aseo, el agua, la salud y la educación. Estrategia disque legal, que ustedes también todos los días sufren con su propia Sala de lo Constitucional. Al compañero lo tienen hasta ahora inhabilitado para ser candidato presidencial, pues es el que encabeza las todavía prematuras encuestas. Fueron estos tres líderes los que en el ejercicio de sus funciones de gobierno, combinaron, cada uno en distinta forma, actitudes mesiánicas, narcisistas, sin responder ni consultar a sus partidos que los habían elegido, y escuchando muy poco a la gente del pueblo. Fue una "suerte", dicen los militantes, que no nos tocó gobernar el país, porque si no, no volviéramos a gobernar por mucho tiempo.

El Che decía que el poder popular era el espacio colectivo de la construcción de la consciencia socialista, claro, en una revolución triunfante, y esa si tiene que ser nuestra meta. Schafik Handal decía, "luchamos para cambiar el Estado, y no para que el Estado nos cambie a nosotros". Es decir, que cuando entramos a gobernar pasamos a dormir con el enemigo, y a ser parte de una estructura de dominación del enemigo, y si queremos ya no utilizar la tesis del enemigo de la guerra, hablemos del contradictor antagónico. Y para eso no estábamos preparados. En Colombia no se creía, pero sobre todo no se pensaba, que alguien líder de la izquierda pudiera ser corrupto, si bien existían casos en el sindicalismo, y eso sucede porque nunca habíamos gobernado. Fue así que descubrimos también esa vaina de la corrupción. Y no era que la relación con el Estado develara algo conscientemente oculto en cada uno de estos líderes, sino que el ejercicio del poder en una estructura del Estado capitalista, tendía a sacar los peores lados de cada uno, y descubrimos que por ser de izquierda y decirnos revolucionarios, ninguno de nosotros debía de ser considerado santo por anticipado.

Si nos estimulan lo más atrasado y no tenemos un colectivo que nos apoye y controle, estábamos destinados a serlo, pues se gobierna un aparato de opresión que también es un aparato de corrupción. Sin embargo, lo que se demostró con estos gobiernos de izquierda, es que desde sus limitadas funciones pueden recortarle las alas al crecimiento y acumulación del capital, pueden visibilizar al ciudadano colectivo, como lo decía Carlos Marx, y no al individual encerrado en el consumismo, y puede abrir políticamente muchos espacios que ayuden a la población a organizarse y a realizar experiencias del doble poder. Pero también aprendimos que estamos rodeados permanentemente de serpientes del diablo, estamos peor que Adán en el paraíso, pues es un paraíso complicado, lleno de tentaciones, unas interesantes y otras nada interesantes y perversas.

Bien, estamos en el gobierno y los gobiernos de izquierda luego de sus avances, pero también sus golpes y retrocesos, intentan hacer un balance de su gestión. Una de las críticas y autocrítica más dura que he escuchado son las que dijo ayer Frei Beto sobre el proceso y golpe en Brasil. Se trata de aprender de lo pasado y en eso lo dejó muy claro: "no podemos repetir los errores que ya han realizado otros compañeros", y la realidad es que se han repetido. Lo más importante de nuestra misión internacionalista, es entender que no se reduce a la solidaridad y a difundir los avances alcanzados, sino que es también aprender de los errores nuestro y ajenos y adelantarnos a los hechos que los provocan. Alguien puede decir, "es que nunca me lo contaron", bueno allí está la función informativa y formativa que hay que hacer, y no para cargarnos sobre las espaldas lo que pasó en Brasil, sino para aprender de ese pueblo que hizo muchos avances y llegó hasta allí. Así como fue con la Comuna de Paris, que sirvió de ejemplo y enseñanza para todos los revolucionarios del mundo, al punto que, cuando en la revolución rusa habían pasado los 100 días de su resistencia, Lenin hizo una celebración: "hemos durado un día más que la Comuna". Porque los bolcheviques sabían que la experiencia inicial no tenía asegurado su futuro, que podía no durar y ser aplastada, porque estaban jugando en un campo mundial imperialista. Y con los gobiernos de izquierda pasa lo mismo y peor, no está asegurada su continuidad porque estamos jugando con las reglas del enemigo, que nos exige a nosotros cumplirlas mientras que ellos las rompen combinando lo legal con lo paralegal y lo ilegal, porque tienen los soportes nacionales e internacionales para interpretar las leyes a su gusto, y aclaro que estoy hablando de Colombia, porque sólo ustedes sabrán si aquí sucede algo parecido.

Lo peor que puede suceder es creernos el cuento de que si nosotros respetamos las reglas del juego, ellos también lo harán. No es así, ellos están irrespetando las reglas de la democracia burguesa para darnos golpes parlamentarios y jurídicos. Antes acudían a los golpes de estado, costumbre que no se les ha ido del todo, vean Honduras y Venezuela, y para eso existía el ejército, contando que después normalizaban el funcionamiento de la supuesta democracia. Hoy ese proceder autoritario no les es tan fácil en todos lados, porque los ejércitos son más pensantes, sobre todo cuando no viven guerras internas. Y aclaro que no descarto, de lograrse una paz completa, que en el futuro en Colombia puedan aparecer militares democráticos, aunque deberá pasar un tiempo. Van a aparecer militares críticos del sistema, que antes vivían dedicados a acabar con en el enemigo interno, y eso no les permitía pensar como seres humanos, como ciudadanos sujetos de derechos. Nadie, o muy pocos seres pensantes, pueden actuar como una instancia permanente de implementación violenta del poder al servicio de reducidas oligarquías, fomentando la violación de los derechos humanos utilizando las instituciones del Estado, sin entrar en contradicciones consigo mismo. Y eso fue lo que le pasó a muchos miembros de la iglesia, como monseñor Romero, y le sucede a los militares, cómo fue el caso de Chávez, que son seres humanos que no pueden aislarse de pensar que su familia y sus vecinos, su pueblo, está viviendo en condiciones denigrantes e indignas.

Pero resulta que, y eso nos preocupa en Colombia, nos venden el discurso que ya llegó la paz, y que cada uno se va a su casa, a comprar zapatos, o a juntar dinero para comprar zapatos, como recordaba la compañera Norma Guevara. La consigna parece ser: engorden bien aunque les genere enfermedades diabéticas, porque así después, tendrán que preocuparse por su salud y no de la salud de la sociedad. Esa es la alienación generada por un discurso mentiroso de la paz, no solo porque separa la economía de lo político, sino que separan los valores humanos del mundo de la vida y nos ponen a pensar al revés, algo que le decía preventivamente Marx a su hija en un cuestionario que ella le hace sobre su frase, color y lema preferido, y él le responde: "vive como piensas o pensarás como vives".

En la guerra era evidente que había que vivir pensando en el ideal socialista a alcanzar, y no quedarse preso del dolor de los caídos, de la violencia necesaria para responder al enemigo. Pero como ahora "estamos en la paz", se asume que ya se puede pensar como se vive, porque "ahora consumo y voy a tener todo lo que me proponga", y comienza a creerse de mejor familia porque ya tiene un tenis de marca. La consecuencia es el encierro en la individualidad y el pasar a pensar que se acabó la lucha social y de clases. Para el pueblo este es el veneno más grande. Nada peor que este discurso, el que después del mayo francés del 68 y la caída del franquismo, desmovilizo a media Europa que venía en alza de sus luchas, y permitió el ingreso del neoliberalismo con la Tacher, lo que culminó cooptando al primer gobierno de izquierda alcanzado después de 50 años, que encabezó Miterrand. Recién ahora están renaciendo con fuerza las resistencias de los pueblos de Europa, porque se creció la desigualdad, se cayó el Estado de bienestar y aumentó la pérdida de derechos. Mientras que aquí necesitamos ganar derechos, en Europa los están perdiendo y la crisis ya está llegando a las capas medias, lo que tiene como consecuencia que allí como en Estados Unidos, los trabajadores están votando por la ultraderecha y los jóvenes por candidatos socialdemócratas progresistas.

En El Salvador, como en toda América Latina, ya quedan pocos trabajadores proletarios clásicos, muchos de ellos fueron base social del FMLN, caso el comandante Ramiro. Pero tenemos a los nuevos trabajadores, como los califica Eduardo Antúnez, que son todos aquellos que viven de su propio trabajo. Sea que trabajan en una empresa de servicios, lo hacen vendiendo pupusas o trabajan en una cooperativa, esos son los trabajadores y las trabajadoras que quedaron. La diferencia con el pasado, para los que dicen que ha muerto la clase obrera, es que la clase obrera de hoy no es colectiva en su proceso productivo inmediato, porque eso lo hacen ya las máquinas de alta tecnologías o muy focalizadamente las maquilas. El trabajador proletario clásico es aquel que, por ser parte de su proceso fabril de producción colectiva, adquiría consciencia reflexionando con el que estaba a su lado en la línea de producción, y luego, al salir del trabajo, veía que su patrón se subía a un carro de lujo mientras que él caminaba pensando en cuándo lograría comprar su bicicleta. Así entendía, sin mucha dificultad, cuáles eran las diferencias de clases, la explotación, y comprendía que con las horas de trabajo que dejaban de pagarle, ese señor se enriquecía y acumulaba un capital. ¿Pero cómo entender hoy la contradicción de clase cuando el antagonismo de la contradicción capital-trabajo, que sigue determinando el modo de producción, funciona invisibilizado?

¿Cómo se crea hoy conciencia de clases? Sólo con el discurso del partido? Engels dice en el entierro de Marx, que lo más importante que aportó Marx es que explicó la plusvalía. Bastaban unos minutos para que obrero entendiera lo básico del mecanismo de acumulación del capitalismo y cómo funcionaba la sociedad. Y esa consciencia básica de clase en sí, con sus luchas, se extendía a los campesinos, pueblos y pobladores. ¿Pero cómo lograrlo en esta etapa del capitalismo, con los roles asignados por la nueva división mundial del trabajo? En busca de respuesta he planteado la tesis que es en el territorio donde se construye consciencia antisistémica. En lo rural es más fácil, pues la gente tiene identidad por vecindades, veredas, regiones, y en lo urbano más complejo. Es en la vida en el territorio, donde comunicarse es más fácil, y el hacerlo lleva a entender la región, a adquirir identidades que no son siempre de clase, pero sí de proyectos productivos, de vida y con dependencias comunes. Es una identidad con su territorio, con su hábitat, con su equilibrio ecosistémico, con la naturaleza. Pero de improviso y sin aviso, llega un extraño con mucho dinero y le dice: "aquí vamos a poner una mina, de aquí me llevo los árboles, de aquí me apropio del agua," y la comunidad empieza a sentir que se le están apropiando de sus riquezas naturales y de su vida presente y futura, y más lo siente y comprende cuando son empresas extranjeras, porque entiende que le están quitando algo que es de su territorio, que es público, es de todos pero no es de nadie, y menos de los de afuera. Para esto necesita tener una lectura ecológica y de impactos ambientales. Necesita una comprensión básica del por qué los equilibrios ecosistémicos, cuál es la importancia del agua para la biodiversidad, del por qué no de las contaminaciones que llegan a impactar no sólo la vida sino el cambio climático, pero lo hace partiendo de entender los valores de la convivencia de los seres humanos en un espacio común, algo que las guerras y las formas de violencia generalizada siempre quieren destruir. El espacio del territorio debe ser defendido, inclusive de la violencia urbana que individualiza al ciudadano y lo incapacita para defenderse, aislándolo de su vida pública y llevándolo hacia los centros comerciales o palacios del consumo.

El territorio, la escuela del territorio rural y del barrio, son los espacios para reconstruir colectividades y resolver entre otras, las brechas generacionales que están abriendo las nuevas tecnologías. Los jóvenes dicen: "mi padre, mi abuela no saben nada, yo sí sé porque ingreso a Facebook, a internet y al doctor Google que todo me lo responde". Así las cosas, los mayores pierden autoridad con ellos, los que, al no tener opciones laborales ni lazos familiares sólidos, tratan de migrar o ingresan en las bandas delincuenciales. Con la realización de bazares dominicales culturales en las escuelas, donde, aprovechando las salas de computadores, los muchachos les enseñen a sus padres y abuelos a navegar en internet, a tener un correo electrónico desde el cual puedan saludarse quincenalmente con sus amistades y familia distante. Y todo eso hay que acompañarlo con charlas y cursos que partiendo de sus realidad concretas, los articule con la mirada antisistémica y de vínculo con el modo y las relaciones de producción, algo que deben preparar y aportar los amigos y miembros del partido, como parte de los líderes que integran esas asociaciones vecinales y de padres de familia de escuelas y colegios, sin dejar de incluir las miradas culturales territoriales.

Las identidades y las culturas hay que preservarlas, pero se crean y transmiten naturalmente desde la misma vida social y productiva, así como la relación con la naturaleza es ancestral y se puede fortalecer recuperando memorias y saberes populares y campesinos, mientras que la comprensión de la economía familiar, regional y global con sus cadenas productivas, se aborda desde las organizaciones sociales territoriales, nacionales y temáticas; pero son la ideología y la política las que permiten articular todos estos saberes y experiencia a partir de la práctica concreta y volverlos consciencia social transformadora, lo cual es tarea del proyecto político, del partido, aunque no exclusiva, pues de cada uno de estas áreas antes mencionadas, surgen los lineamientos emancipatorios que ordenan su propuesta política contrahegemónica. El partido no es solo un periódico, como decíamos y hacíamos en épocas pasadas, donde el periódico creaba y orientaba al partido, y si bien son importantes pequeños periódicos para cada territorio rural y urbano, y un periódico o revista para la vida política y teórica de la organización política, se trata también de aprender a utilizar los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Reconocía Frey Beto que en Brasil nunca dieron la lucha mediática, y que después de 15 años de gobierno no tienen un periódico del partido de circulación nacional, no tienen un canal de televisión del partido, no tienen una radio del partido, y otros agregaban que sus dirigentes se ponían felices cuando los entrevistaban de la cadena reaccionaria de O Globo, estimulando los egos de unos y jodiendo a los otros. Si eso le pasó a un partido como el de Brasil, hay que aceptar que aquí en El Salvador tenemos dificultades de comprensión y acción, pero no tantas como allí.

Pasemos entonces al tema del poder popular que nos concentra en este tema. ¿Quién lo realiza y cómo se construye? Primera tesis, desde el Estado no se construye poder popular. Lo primero que le sucede al funcionario, comenzando por los concejales y alcaldes, cuando se acercan a darle charlas de poder popular a sectores poco politizados de la sociedad civil popular y con líderes clientelizados por el sistema, que son muchos, lo primero que le contestan, es: "sí claro, pero por favor me asigna unos pesitos para un proyecto". Así uno se pregunta dónde queda el presupuesto participativo que tantas veces se implementó por estas tierras, con resultados diversos. Todos se vuelven tus amigos y el alcalde revolucionario termina sacando platica de su bolsillo para los medicamentos que le piden, en un asistencialismo que su conciencia rechaza. Y ahí sí dicen, "que buen alcalde", lo cual dura hasta que el gobierno cambia de manos electorales y ya no te saludan y van a saludar al nuevo mandatario. Esa base social no es la expresión más elevada del pueblo, sino que es producto de líderes que aprendieron a sobrevivir así como consecuencia del clientelismo, que los premiaba o los excluía del reparto de recursos para sus comunidades

Pero como mostraba Carlos Fonseca en su intervención, desde el Estado se pueden hacer cosas que estimulan la construcción del poder popular. En Bogotá, el alcalde Petro reestatizó la recolección de basuras que es un negocio enorme. Después de fuertes disputas con el Concejo Distrital y el gobierno nacional, el 50% quedo en manos del Estado y el resto bajo gestión privada. La gente le dijo al funcionario responsable, quién lideraba un movimiento de izquierda que promovía la democracia directa: "hagamos cooperativas, ustedes nos pagan unos salarios al año para que los hijos de la gente del barrio recojan, seleccionen y reciclen las basuras, y el resto se las dejamos en la avenida principal para que el camión del Estado las acumule y las lleve al depósito distrital. La respuesta bien intencionada pero bien equivocada fue: "eso es privatizar, lo revolucionario es estatizar", y aclarando que el M-19 del cual provenían una parte de los cuadros dirigentes de la Alcaldía, no provenía de la escuela soviética que tenía el estatismo como principio y la burocracia como consecuencia. Si esa propuesta se hubiese aceptado y concretado, hoy los nuevos gobernantes neoliberales no estarían diciendo que al Estado no le interesa quién lo recoja sino que lo haga bien, estrategia dirigida a re-reprivatizar todo el sistema. Si la cooperativa comunitaria estuviera funcionando, con una cantidad de empleos definidos en asamblea de la junta vecinal, y con recursos adicionales del reciclaje que dan ingresos para pequeñas mejoras en la comunidad, quién le quita a la población esa cogestión de una parte del proceso? Lo que era una función total del Estado, pasaba parcialmente a manos de la comunidad, que sin manejar los recursos de nómina, define y controla el cómo y a quién se contrata para el trabajo a realizar. Cuando el Estado maneja y asigna los recursos, lo normal es que haya corrupción en su relación con los contratistas, pero si los asigna y controla participativamente la comunidad, es mucho más difícil que esto suceda, y además, con el beneficio de que parte de ese dinero queda en salarios para los pobladores del territorio. El control y la veeduría social es directa, pues es toda la comunidad la que está observando, y la que, en la reunión periódica de evaluación de su organización, dicen si el muchacho o la muchacha seleccionada, recogió con regularidad y buen servicio los "residuos sólidos", porque han recibido formación sobre el tema, y adicionalmente, se puede decidir que son los y las jóvenes estudiantes quienes realizan y controlan el proceso de compostaje y reciclaje.

He conocido procesos de control social sobre obras de pavimentación urbana, donde al igual que la anterior propuesta, pero aquí implementando prácticamente la idea, el Estado cede parte de sus funciones a la comunidad organizada, a través de personas de la comunidad que controlan las materias primas y la calidad de la obra. En unos cuadernos todos manoseados, el alcalde del municipio de Montenegro, departamento del Quindío, mostraba las notas de la veeduría ciudadana, para una obra que hacía parte de las aprobadas en el proceso Presupuesto Participativo. Su propuesta había sido que fortalecieran y renovaran sus juntas vecinales-comunales para que controlen la ejecución, pongan mano de obra que quiera trabajar allí, y la alcaldía les colocaba los ingenieros, las maquinarias y el cemento. Lo primero que uno piensa, conociendo la clientelización de una parte de las juntas comunales urbanas en Colombia, es que se iban a robar los materiales y que la obra sería de mala calidad. Pero pasó todo lo contrario, los cuadernos reseñaban algo así: día tal, 8 am., camión placa tal descarga 40 bultos de cemento; día tal, 10 am., volqueta placa tal descarga un viaje de arena; día tal, 10 pm., camioneta placa tal se lleva 10 bultos de cemento!! Qué paso ahí!! Y luego muestra otro cuaderno donde decía: día tal, mide 9; día tal, medía 7 y se hizo subir a 9; día tal, mide 9. ¿Qué era eso? Estaban midiendo diariamente el espesor de la capa de asfalto. La primer pregunta que uno se hace es, cómo lo logró? ¿Contrató veedores todo el día y la noche? En realidad, la comunidad había seleccionado para realizar el control y veeduría a mujeres mayores que, por su edad, sólo pueden caminar cortas distancias, y se la pasan gran parte del tiempo mirando por la ventana, las que fueron contratadas con recursos de la alcaldía, dos por cuadra de la obra. Ellas eran las que realizaban el control social durante el día y si era necesario, cuando escuchaban ruidos raros, lo hacían de noche. Pero que, además, al fin de cada jornada tomaban la medida del espesor del asfalto colocado. Ustedes saben que a estas compañeras no se las pasa nada por alto de lo que ocurre en el barrio, quién anda con quién y otras cositas de la vida cotidiana. Es igual a cuando uno camina por un sendero rural y no ve a nadie, mientras que toda la gente que vive o trabaja por allí, lo vio a usted. Y estas señoras que han sido excluidas por la sociedad por una relación de género, pero también por su edad, encuentran una función que las reintegra a la sociedad, y de ser calificadas coloquialmente como "chismosas", pasan a ser las personas más importantes pues garantizan la transparencia, la ética y la calidad de una obra pública que les sirve a todos. Experiencia que encierra también el ejercicio de un poder dual territorial a través de la participación social, eleva la consciencia social y realiza funciones de "extinguir el Estado en la sociedad civil organizada", como planteaba Lenin para el socialismo avanzado.

Construir poder es acumular una fuerza social con capacidad para enfrentar o suplantar otra fuerza o acción estatal o privada. Se ha dicho que el poder es una relación entre dos o más partes. El que tiene más poder es el que oprime a otro que tiene menos poder. Por lo tanto, yo tengo que tener más poder para que ese señor, funcionario, gobernante o empresa, respete mis derechos humanos, y de ser funcionario del Estado, también me los garantice. Por lo tanto, me tengo que organizar para aumentar mi fuerzas; construyo una organización social o comunitaria, un sindicato, impulso asociaciones de jóvenes, de mujeres, organizaciones culturales, ambientales, artísticas y así me empodero para reclamar los derechos del conjunto de asociados, pero también los individuales. Empoderarse no significa que se dedica al fisicoculturismo y saca músculos, sino que conoce sus derechos y entiende sus contenidos y alcances, así como conoce los mecanismos para incidir y exigirlos, lo que permite ganar legitimidad y fuerza social para luchar y movilizarse por ellos.

Cuando se está oprimido, solo, y sin tener organización común con otros iguales para resistir, la situación es de cero poder. Si me organizo, investigo, entiendo, y acumulo fuerzas para exigir mis derechos humanos, y esto se realiza en un territorio determinado, la correlación de fuerzas comienza a mejorar y se reducen las diferencias de poder, las asimetrías con la otra parte, al punto de que puedo lograr una relación permanente de doble poder o poder dual, en la que la otra parte tendrá que tener en cuenta nuestra presencia cada vez que se proponga tomar decisiones que puedan afectarnos.

La transformación de un conflicto social-político armado, implica la posibilidad de abordar las contradicciones coyunturales y estructurales por la vía del diálogo. Diálogo que tiende a ser idealizado, como si, al realizarlo, hubieran desaparecido las asimetrías de poder. Sin conflicto armado por medio, las libertades para la exigibilidad de derechos serán mayores, y lo que se resolvía a tiros pasa a intentar resolverse por la vía del diálogo. Pero hay diferentes formas de concebirlo. Hay diálogos entre iguales, que son los que siempre impulsó el pensamiento de Paulo Freire, donde el escucharse mutuamente en relaciones simétricas de poder, es la esencia de reconocer al otro y realizar un intercambio de saberes, la que permiten la construcción de propuestas por la vía de la democracia participativa directa. Pero también se ha llamado diálogo a las relaciones asimétricas de poder entre las comunidades organizadas y las instituciones del Estado, donde se intenta concertar las necesidades exigidas, con las obligaciones de garantizarlas como derechos. Igualmente se le llama diálogo a las negociaciones de las comunidades organizadas con empresas privadas que intentan explotar recursos en sus territorios, donde las asimetrías de poder son generalmente más amplias. Con la salvedad del diálogo freiriano que sustenta el derecho a la participación de los ciudadanos organizados, en los demás diálogos mencionados siempre existe una parte que mira desde arriba y subestima a la parte social y comunitaria.

En la medida que se reduce la asimetría fortaleciendo la organización colectiva, adquiriendo comprensión de la realidad por la vía de la formación política, desarrollando capacidades comunicativas, analíticas y productivas, el poder incrementado permite pasar a hablar, ser escuchados y respetados, lo que implica un potencial ejercicio del poder dual, que por lo general, son de carácter territorial o local, con tiempos de vida activa que, cuando más se extienden, más afirman la legitimidad de su causa. Pero no hay que confundirlos con el poder popular, si bien son el componente básico del mismo.

Recuerdo que durante la fase final de defensa del gobierno de Salvador Allende en Chile, se pasó a la construcción de Cordones Industriales, que se basaban en la asociación de las estructuras obreras de distintas fábricas y organizaciones comunitarias, ubicadas en un territorio común. Sus representantes debatían cómo defender las conquistas de la propiedad estatal de las empresas intervenidas por el gobierno. De las primeras decisiones que tomaron, fue publicar un periódico común y organizar milicias obreras para defender el gobierno popular. Pero fueron interpelados por compañeros formados en la ortodoxia marxista, alegando que lo que se estaba haciendo era paralelismo sindical, y que además deformaba la función de los sindicatos, que debían concentrarse en defender las conquistas laborales de los trabajadores. Que esas tareas de los cordones industriales, a las que no se oponían en principio, eran tareas que debían asumir los partidos de la Unidad Popular. Entonces se les dijo que lo que se estaba construyendo eran coordinaciones de representantes de las distintas organizaciones sociales del territorio, en las que se integraban a los más decididos y conscientes militantes de los organismos de doble poder en lo fabril, campesino y barrial, como eran los sindicatos, las asociaciones campesinas y las juntas de abastecimiento y precios de los barrios, y se construía en conjunto una propuesta política para disputar el poder a los enemigos del gobierno legítimo y legal. Lo que se estaba intentado era construir organismos de poder popular, conceptualmente similares a los soviets (consejos de obreros, campesinos y soldados), que con la conducción desde su interior por los militantes del partido bolchevique, encabezaron la revolución rusa y se convirtieron en la base del nuevo estado obrero, que no por casualidad se llamó Unión Soviética. Y fue así que estos compañeros lograron comprender lo que estaba en construcción y se sumaron.

Se entendió la diferencia en funciones con los diversos poderes duales, como lo llega a ser el sindical, y la dimensión política revolucionaria cuando se conciben como poder popular. El poder popular se desarrolla en los momentos insurreccionales o de defensa de los gobiernos que logran ganarse el nombre de populares, y para sostenerse en el tiempo deben alcanzar sus objetivos, pues de lo contrario, tienden a retroceder cuando decae el impulso de la lucha revolucionaria transformadora de estructuras.

Cuando las organizaciones sociales, con características de órganos de doble poder, sin dejar de asumir sus funciones específicas, destinan un equipo de compañeros para prepararse para la defensa de la que consideran su causa política, ese poder que se va construyendo tiende a considerarse como un poder popular, cuya legitimidad crece cuando más político antisistémico logra ser en su discurso y actuación. Situación que en los casos de los gobiernos de izquierda como el de El Salvador, la tarea del poder popular sería defender en las calles a su gobierno, para que no lo paralicen o destituyan a fuerza de golpes basados en las leguleyadas que se inventan, o los golpes de mano entre poderes del Estado. El poder popular nace cuando la necesidad política lo exige, siempre que existan poderes duales sólidos en que apoyarse y un partido dispuesto a encabezar el salto político en la aspiración de poder, que implica su construcción. No se puede tener un poder popular a la defensiva y en la resistencia en forma permanente, a menos que se convierta en el poder que sostiene una nueva estructura fundacional del nuevo Estado en formación. Y no se debe llamar poder popular a aquellas experiencia de poderes duales que no tienen su proyección política, pues el resultado es frustrante cuando no se logra la respuesta política esperada por parte de esas organizaciones. Existen poderes populares permanentes en los pueblos indígenas que administran territorios propios, y los mismos trabajadores podrían llegar a construir espacios similares si fueran más allá del gremialismo corporativo que les da origen, y se plantearan controlar la producción de sus empresas, intervenir en la definición de las políticas públicas y en la priorización de sus presupuestos. Para ser un poder popular hay que adoptar un programa social político que no es exclusivamente el del partido. El partido tiene militantes en el interior de las organizaciones sociales promoviendo su programa y estrategia de lucha, pero debe disputar esa hegemonía con otros partidos, organizaciones y sectores políticos, más o menos revolucionarios, que pueden no compartir todas sus posiciones. Son esos delegados de organizaciones de doble poder los que deben tener, al interior del órgano del poder popular en construcción y acción, el voto ponderado de acuerdo a su número y peso en la vida y producción y reproducción de la sociedad, para decidir cuál posición debe adoptar el organismo de poder popular.

Aclarando que estas secuencias son simplemente líneas conceptuales generales, las que tendrán que tener su propia génesis y desarrollo, de acuerdo al desarrollo de la lucha social y de clases en cada territorio, región y país.

Para terminar definiendo que, los espacios de los organismos de doble poder son generalmente públicos, donde inicialmente a nadie se le puede impedir su ingreso, sea un sindicato o una organización vecinal. Mientras que la participación en un organismo de poder popular es una decisión particular, reducida al filtro programático e ideológico que en la marcha de la lucha realicen las organizaciones políticas y los representantes de los movimientos sociales que han surgido como sus delegados a esa instancia de poder. De la misma manera el ingreso a un partido como el FMLN es una decisión que hace parte de la privacidad y libertad de elección de quien solicita el ingreso, pero donde el partido se reserva "el derecho de admisión", cosa que no puede hacerse en un espacio público.

Usted no puede pretender que todo un sindicato adopte la línea del FMLN ni se adhiera al organismo de poder popular, porque se debe respetar la democracia sindical y las posiciones de quienes divergen en el terreno político pero no en el sindical. El FMLN tiene una propuesta construida por su equipo de trabajadores al interior del sindicato, para defender el interés de los trabajadores, pero deberá buscar que la mayoría en la asamblea la adopte, sin que esto implique que la directiva sindical ordene a sus afiliados ingresar al organismo de poder popular o a votar por el FMLN, cosa, esta última, que sí hacen los sectores oportunistas y de derechas que dirigen sindicatos y organizaciones vecinales.

El gran desafío es agrupar a representaciones de las distintas formas de organización social, de doble poderes potenciales o ya desarrollados, para crear una coordinación que se proponga objetivos políticos que correspondan al nivel de acumulación de fuerzas del poder popular, por ejemplo, la defensa de los acuerdos de paz y del gobierno popular, el rechazo a los golpes de estado de espurias salas constitucionales, la defensa de la democracia participativa directa con nuevas formas de cogestión y autogestión de las empresas públicas, y del control ciudadano y social de las privadas.

Muchísimas gracias.

Febrero de 2017





 



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