(Antecedentes coloniales de la corrupción burocrática venezolana)

Conozcamos la Tradicional Comuna Nacional y Venezolana

“Alonso Díaz Moreno es tenido por el más rico de la colonia, tan rico que pagó su caudal, cuando era vecino de

Santo Domingo, gran parte del rescate en oro y perlas que impuso Drake para no incendiar la ciudad.

Y encima le ha sobrado dinero para dotar y casar, sus hijas y cuñadas con hombres principales.

Ha de ser una inmensa fortuna, que Sebastián Díaz quedó arruinado después de casar dos nietas.” 

(Drake sólo imponía por las armas que estos saqueadores

no se quedaran con todo, y él sabía   cómo ellos estaban

burlando la Corona española) Isaac J. Pardo,,

En Esta Tierra de Gracia, citado en pie de página..

El paréntesis es mío.

Queremos referirnos al poder popular, económico y político que desde hace ½ milenio viene ejerciendo una parte de los habitantes de Venezuela, su base más popular, esa que no ha llegado nunca a las altas jerarquías burocráticas, pero que ha sabido controlar para sí y  con elevada  eficacia a casi todos los servicios públicos que  los gobernantes, antes realistas y después dictadores, y demócratas  urredecos,  adecos,   copeyanos  e izquierdistas, y civiles y militares, y religiosos  y laicos, y doctos  y pulperos, y profesionales de carrera  y de bachilleres, etc., todos esos quienes han injerido en la calidad de los servicios públicos locales, estadales y nacionales, y los  han moldeado a su antojo y, por supuesto, con ello ha sembrado una ruinosa, vergonzosa, inmoral y contraproducente cultura burocrática nacional, tan  arraigada y reciclada que su ideología  forma parte del refranero popular, y así, a manera de Himno  Comunal,  se dice: “no quiero que me den, pero, sí que me pongan donde haiga” (sic). [1]

Como es bueno recordar, por enseñanza y aprendizaje de la Historia Universal y de Venezuela, el síndrome de la corrupción burocrática  que nos caracteriza, que está  feraz y equilibradamente distribuida,   echó raíces desde hace sus buenos 500 años (50% del tiempo que duró la larga Edad Media que precedió la llegada de los españoles a estos territorios con una población nativa que vivía en condiciones de virginidad cultural  y no estaba entrenada en las actividades regulares que en Europa se las conocía como trabajo jornalero y asalariado[2], compraventas, etc.

Todo comenzó con la inmigración de los “realistas” españoles, ancestros de quienes ya para finales del siglo XVIII comenzaron a luchar por la conquista del poder político  monopolizado a la sazón por los “colonos”  de Colón - así lo decimos para  fijar un tronco común de connotada importancia genética, política, administrativa y comunal -.

Hasta el siglo XVIII, en la Venezuela colonial regía un poder meramente administrativo, militar y religioso cristiano que controlaba el más importante Ingreso Económico Colonial que saqueaba el Imperio Español, derivado del trabajo de los esclavos y siervos. Ingreso en principio a favor de la Corona, pero un ingreso fiscal mediado, cuantificado, manoseado y filtrado por sus representantes políticos y religiosos, conocidos como “realistas” o blancos peninsulares.[3]

 

Esa clasificación social la introdujeron los historiadores burgueses sólo para distinguirlos de los blancos criollos o “;impuros”;, para una época en que se desconocía la subyacente,   dinámica y verdadera clasificación clasista que nos había llegado de Europa, mezcla de un Capitalismo Comercial emergente e indetenible, al lado de una modo Feudal decadente en Europa pero susceptible de ser repotenciado en estas tierras vírgenes, en el más amplio sentido económico y sociológico de estas expresiones. Blancos criollos descendientes de españoles pero nacidos bajo condiciones de opresión colonial. Digamos que el blanco criollo[4] - los mantuanos caraqueños de Venezuela - era una atípica mezcla geográfica de vencedores y vencidos, que recogía, en verdad, una oprobiosa discriminación social básicamente a favor de los encomenderos[5]. Estos representaban el estrato superior de los invasores y saqueadores europeos.

Aquellos blancos criollos cargaban con  un currículo manchado   sólo por haber  nacido fuera de la península; ejercieron un poder   político y económico comunal limitado a lo que entonces se llamó “poder cabildante” y que hoy conocemos como Poder Municipal. Esta limitación económica y política engendró odios y alienaciones causantes de todas las tentativas independentistas contra la Corona representada por los “realistas”, otra denominación acomodaticia que solapaba la denominación correcta, la de explotadores, en la postcolonial terminología marxista. Tales odios se canalizaron a través de una lucha doméstica contra esos “realistas”, aunque el pueblo humilde, el blanco de orilla[6] ni los artesanos tuvieron acceso ni siquiera al Fisco Colonial ni municipal.

Sin embargo, las modalidades de corrupción que caracterizaron la gestión colonial y municipal fueron del conocimiento de todos los ciudadanos a través de sus agentes mediáticos naturales: la servidumbre de los realistas y mantuanos en general.

Bien, son esas lecciones del manejo ilícito[7] de los fondos públicos de la Corona las que presentamos como antecedentes de la corrupción burocrática que tan familiar y desvergonzadamente se practica en este país, pero con la particularidad de que, como   corrupción “oficial” y ya coadmitida por la ciudadanía, ante su impotencia para su abolición por parte del pueblo de orilla, ella desde entonces “caminó”, simultánea y paralelamente, con la corrupción comunal primaria, ejercida con elevada eficiencia, disciplina y estabilidad por los funcionarios públicos de menor rango burocrático a quienes se les “encomendaba” labores de recaudación, fiscalización, control y vigilancia de las actuaciones comerciales, inmobiliarias, sanitarias, portuarias, agrícolas, mineras, tal como, cambiando lo que se debe modificar, hoy sigue rigiendo y hasta con mayor y putrefacta rentabilidad.

Es este poder comunal al que damos en llamar Comuna Nacional, Tradicional y Venezolana. Suponemos que este poder, de vieja data y con impune asentamiento popular, podría, para bien o para mal, conflictuar con las flamantes Comunas Municipales que el gobierno actual improvisa como forma directa y concreta de ejercicio de poder protagónico popular.

P.D.: Hoy nos enteramos de que para los presentes días de carnestolendas, el gobierno nacional ha dotado a la vigilancia vial con instrumentos de alta y flamante tecnología electrónica que produce pruebas irrefutables de la mala praxis por parte de los usuarios irrespetuosas de normas de tránsito terrestre. Nos preguntamos: ¿si bien los vigilantes controlan la ciudadanía, quién los vigila y controla a ellos, en su condición de poder comunal?




[1] De perogrullo, nos referimos a la gente de procedencia humilde que ha llegado a las altas esferas del Poder legislativo, ejecutivo y judicial y contralor, y electoral y moral y municipal, y estadal, y nacional, y bla, bla, blaes, que lo han hecho al precio de pisotear alienadamente su   más debilucha honrilla.  Nunca han querido que les den, sino que los pongan donde “haiga” qué robar, qué malversar, qué disponer a su antojo, qué regalar a sus favoritos, que despilfarrar, qué capitalizar para su “salto de talanquera “al mundo burgués. Han sido personas usadas por la alta burguesía, local,  nacional e internacional, que los han llenado de unos cuantos dólares, le han pintarrajeado  una aureola de oropel para así esconder el logro indirecto de sus rentas, mismas  que han crecido a  la par con el servilismo, la disciplina y el entreguismo que esos saltatalanqueras proletario- burguesas, de pendejos a capitalistas, de pobres a ricos y hasta con la mayor brevedad; esos ex humildes que  hayan    mordido la nefasta trampa del ejercicio de un Poder Político o Religioso que de partida está reservado a la  clase tradicional, poderosa y dominante que se nos implantó desde que el genovés o portugués osó “jollar” sobre esta “tierra de gracia”. Cónfer: Isaac J. Pardo, Esta Tierra de Gracia.

[2] “Con la generalización del trabajo asalariado, el capitalismo se presenta, en comparación con los sistemas que le precedieran, como portador de libertad. Sin embargo, consagra una dependencia en el plano económico, por más que ésta se opere entre personas jurídicamente «libres». La tensión entre capitalismo y democracia se manifiesta desde la acumulación primitiva y reaparece sin cesar. Históricamente, el trabajo asalariado libre no es, por lo demás, sino la punta visible del iceberg del trabajo dependiente. La esclavitud de las plantaciones, la segunda servidumbre, el trabajo bajo contrato de los migrantes, el trabajo forzado colonial o en campos de concentración, son anomalías recurrentes y duraderas. Cónfer: http://www.universidadnomada.net/spip.php?article133

[3] Isaac J. Pardo, Esta Tierra de Gracia.

[7] La administración de la Hacienda Colonial se delegó en ciudadanos extranjeros   debido a que los realistas, al parecer,  no entregaban buenas cuentas fiscales a la Corona. Cónfer: http://www.britannica.com/EBchecked/topic/248959/Compania-Guipuzcoana

Dejamos salvos los posibles vicios administrativos que pudieron sembrar los administradores militares o “militares mercenarios” que la Corona contrató para la defensa antibucanera de marras, y que añadimos como antecedentes complementarios de la corrupción burocrática venezolana. Cónfer: http://www.mipunto.com/venezuelavirtual/000/000/001.html

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez


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