Entre la guerra y la crisis climática

Ni bien se tenía avances para superar la crisis sanitaria global ocasionada por el COVID-19, las medidas para mitigar los esfuerzos se vieron drásticamente interrumpidos por la invasión de la Federación Rusa a Ucrania. Esta irrupción profundizó problemas ya existentes y desencadenó no solo la suspensión de los flujos de alimentos y de energía, sino que coloca a la humanidad en un panorama de incertidumbre extrema y bajo el dominio de grandes riesgos globales.

Ha pasado un año desde que iniciara la guerra entre ambas naciones con escasas esperanzas de una inmediata solución. Desde el 24 de febrero de 2022 hasta el 15 de febrero de 2023, según estimaciones de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se registran 21.293 víctimas civiles en 1.141 asentamientos de Ucrania, incluidos 8.006 muertos y 13.287 heridos. Entre las bajas los niños representan el 57,0 % y las niñas comprenden el 43%. Si se toma en cuenta el número de civiles muertos en la Federación Rusa, la cantidad real de víctimas mortales es sin duda considerablemente mayor.

A los miles de fallecidos, destrucción y devastación a causa de la guerra se suman 8 millones de personas que huyen de Ucrania y se refugian en alguna parte de Europa, 17,6 millones requieren asistencia humanitaria y aproximadamente 5 millones se desplazan al interior de Ucrania (Oficina regional para Europa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2023).

Además de esta confrontación bélica, el Foro Económico Mundial (2023) asegura la existencia de otros graves riesgos "que se sienten completamente nuevos y extrañamente familiares", entre los que se encuentran el fracaso en la mitigación del cambio climático, los disturbios sociales generalizados, así como el espectro de la guerra nuclear y una volatilidad con choques múltiples que acentúan trayectorias divergentes.

El fracaso de las acciones frente al cambio climático

Después de más de tres décadas de definir acciones multilaterales ante la crisis climática global, se observa un panorama desalentador y el inminente fracaso de los compromisos asumidos. El Informe 2023 del Foro Económico Mundial sostiene que los niveles atmosféricos de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso han alcanzado máximos históricos, haciendo difícil que se pueda conseguir la meta global de limitar el calentamiento a 1,5°C, incluso el G7 ha pronosticado un incremento de 2,7°C a mediados de siglo, muy por encima de los objetivos trazados en el Acuerdo de París.

Tanto las tensiones geopolíticas y la presiones económicas se contraponen a avanzar en la mitigación del cambio climático, un ejemplo es el gasto de aproximadamente 50 000 millones de euros por parte de la UE para la construcción y ampliación de la infraestructura de los suministros de combustibles fósiles, así como el reinicio de las actividades en las centrales eléctricas de carbón en varios países.

Los disturbios sociales generalizados

El decremento de la estabilidad social, individual, del bienestar colectivo, así como de la productividad económica, clasifica a los disturbios sociales como uno de los riesgos globales más graves que enfrenta la humanidad del siglo XXI. Crisis de deuda, inestabilidad estatal e inflación impactan negativamente el costo de vida, el cual puede llevar a una recesión económica prolongada y ahondamiento en la pobreza y la pobreza extrema.

Ante el colapso global, las protestas como procesos de movilización sociales son enormes y sus manifestaciones exigen soluciones colectivas en la defensa de sus territorios y la preservación de la naturaleza como principios de vida para hacer frente a los riesgos globales. Mientras la extrema derecha va ganando terreno en Europa, la centro izquierda ha resurgido en América Latina y las fracturas en las alianzas son evidentes, lo cual limita la cooperación regional/global que conduce a una dinámica mundial más volátil.

La geopolítica y la confrontación

Otra de las amenazas globales planteadas por el Foro Económico Mundial (2023) es la referente a las confrontaciones geoeconómica/geopolíticas, que incluyen además de los conflictos bélicos, las sanciones, las guerras comerciales y el control de inversiones. Asimismo "La militarización de la política económica entre potencias globalmente integradas ha destacado vulnerabilidades planteadas por el comercio, las finanzas y interdependencia tecnológica" (Foro Económico Mundial, 2023, p. 25).

Está claro que en el (des) orden mundial, las tensiones son cada vez más violentas en la disputa geopolítica y geoeconómica por el liderazgo global (EEUU/OTAN vs Rusia, incluida también China), la elevación del gasto destinado a las destructivas actividades bélicas que redundan a favor de la industria militar y a la utilización masiva de combustibles fósiles. Cada dólar que se destina al gasto militar además de incrementar las emisiones de gases de efecto invernadero desvía recursos financieros para solucionar amenazas existenciales afirma un informe de Transnational Institute (2022).

En estos tres últimos años, la pandemia por COVID-19, la guerra y la crisis climática se entrelazan como riesgos globales que aceleran el complejo escenario de la crisis civilizatoria, impactan en la destrucción del planeta e impiden mirar el futuro de manera optimista.

 

eximi@hotmail.com



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