Población y medio ambiente

Mucho se ha dicho sobre la necesidad de controlar la población de los países en desarrollo.

La población humana ha alcanzado tales proporciones que se teme exceda la capacidad del planeta para sostenerla. De los cerca de 8.000 millones que hoy tripulan nuestra nave espacial, más del 80% se encuentra en los países en desarrollo. El crecimiento de la población se encuentra también concentrado es estos países. Cada año nacen 140 millones de humanos, mientras 60 millones mueren. Cada año la población se incrementa en 80 millones. Cerca del 90% de estos nuevos tripulantes pasan a engrosar las masas de desposeídos del mundo en desarrollo.

Como consecuencia, las soluciones propuestas se encuentran dirigidas a controlar la población de los países en desarrollo. El flujo masivo de contraceptivos, esterilización en masa, dislocación cultural, y aun el genocidio han sido propuestos para alcanzar este fin. Todo en nombre del medio ambiente y del «desarrollo sostenible».

Sin embargo, la mayor parte de estos argumentos, así como la mayor parte de las soluciones propuestas, son sólo el reflejo de la ignorancia, el racismo, los intereses y los prejuicios que saturan el debate internacional sobre población, desarrollo y medio ambiente.

Algunas medidas efectivas para contrarrestar el crecimiento de la población de los países en desarrollo, tales como mejoras substanciales en la educación, la salud, la nutrición y la vivienda, la creación de empleos productivos, la diversificación de la actividad económica y la exportación de productos procesados o semi-procesados en lugar de materias primas, han sido apoyadas retóricamente en negociaciones internacionales. Pero en la práctica, han sido tomadas con una considerable dosis de aprehensión.

Se argumenta que tales medidas implicarían un aumento en el nivel de vida de las poblaciones afectadas, lo que conduciría a un mayor consumo de recursos naturales, de energía, agua, alimentos, minerales y productos industriales, así como a una mayor producción de desperdicios y contaminantes. Se utilizan argumentos ambientalistas para reforzar el ya poderoso interés por evitar modificaciones al profundamente injusto orden económico vigente.

El resultado ha sido el estancamiento o el deterioro de los indicadores de educación, salud y nutrición en América Latina y en otras regiones en desarrollo, el aumento del desempleo, mayor dependencia de las exportaciones de materias primas, millones migrando en busca de una vida digna, masas crecientes de seres humanos viviendo en la más extrema pobreza. Al mismo tiempo, la brecha entre el nivel de vida de países industriales y países en desarrollo ha alcanzado proporciones grotescas e inhumanas.

Cerca de 1.200 millones de seres humanos sufren de hambre y malnutrición, carecen de electricidad y agua potable en sus hogares, carecen de educación y servicios básicos de salud. Unos 14 millones de niños menores de 5 años mueren cada año de hambre, sed y malnutrición. Más de la mitad de la población humana sobrevive con un ingreso inferior a 5 dólares diarios, muy por debajo de costo de la canasta básica alimentaria.

El principal impacto de la población sobre el medio ambiente se relaciona con dos variables fundamentales: (a) el consumo de recursos, y (b) la producción de desperdicios y de contaminantes. En el año 2020 había aproximadamente 7.800 millones de personas en el planeta, 17% en países industrializados y 83% en países en desarrollo. Sin embargo, los países industriales eran responsables por cerca del 76% del consumo de recursos naturales a nivel mundial. Eran también responsables por una proporción similar de la producción de desperdicios y contaminantes.

Si midiéramos el impacto ambiental de la población humana con una medida uniforme, tal como la cantidad de recursos que consume una persona promedio en países en desarrollo, o la cantidad de desperdicios y contaminantes que produce, concluiríamos que, mientras en el año 2020 habían 6.500 millones de personas en el mundo en desarrollo, el equivalente poblacional de los países industrializados era de 18.000 millones.

Desde el punto de vista del impacto ambiental, ¿Dónde está entonces localizado el problema poblacional?

Si incorporamos a la discusión la larga historia de esclavitud, explotación y miseria que por siglos ha sido impuesta a los países en desarrollo por los principales países industrializados, nos encontramos ante una gigantesca deuda ambiental, económica y social, con la que hasta ahora se ha podido escapar una minoría de la población humana, localizada en países industrializados.

El insostenible crecimiento de la población en los países en desarrollo se encuentra estrechamente vinculado a los extremos niveles de pobreza a que han sido sometidos. La pobreza de los países en desarrollo es consecuencia del orden económico internacional, diseñado por los países industriales para fortalecer sus propios intereses, e impuesto al resto del mundo por siglos.

La devastación ambiental que se observa en países en desarrollo se encuentra también vinculada a las relaciones políticas y económicas internacionales. Los países en desarrollo deben cumplir con su función de exportadores de una cantidad cada vez mayor de materias primas [recursos naturales] a un precio real cada vez menor, para mantener la producción industrial y la riqueza de los países industrializados. Los países proveedores de materias primas internalizan la mayor parte de los costos ambientales y sociales, a su vez ignorados por el sistema económico vigente. Los desperdicios y contaminantes más peligrosos de los países industriales son además exportados a los países más pobres del mundo.

Los países en desarrollo son los más afectados por los daños sociales y ambientales derivados de siglos de imposición de un orden económico internacional extremadamente inmoral e injusto. Se les ha mantenido como fuentes de recursos naturales para alimentar procesos industriales diseñados y dirigidos principalmente por intereses económicos y políticos de países industrializados. Cerca de tres cuartos de la población de los países en desarrollo se encuentra atrapada en la pobreza, con cerca de 2.000 millones de personas sometidas a condiciones extremas de desesperación, miseria y marginalidad, mientras la minoría de la población mundial en los países industrializados se enriquece cada vez más.

Cerca del 70% de las emisiones acumuladas de dióxido de carbono (CO2) en los últimos 150 años se debe al consumo excesivo de energía en los países industrializados. Las emisiones de CO2 son la principal causa del calentamiento global, amenazando la estabilidad y seguridad de toda la humanidad y de los procesos ecológicos en todo el mundo, particularmente en los países en desarrollo localizados en la franja tropical del planeta.

El crecimiento de la población es ciertamente uno de los principales problemas con que se enfrentan los países en desarrollo. Acciones decisivas son necesarias para resolverlo, tomando en consideración el derecho a una vida digna y el respeto que merecen las características culturales, éticas y religiosas de los diferentes sectores de la humanidad.

La falta de sistemas efectivamente democráticos de gobierno, y la profunda iniquidad social, evidentes en la mayor parte de los países en desarrollo, se encuentran en la gama de aspectos donde cambios fundamentales son necesarios.

Pero el dilema de la población no debe aislarse del contexto económico y político en el que se ha gestado. La percepción del crecimiento demográfico en países en desarrollo como el responsable de la debacle ambiental mundial, es una falacia que debe ser erradicada. Sin embargo, se encuentra profundamente arraigada en la política internacional de la mayoría de los países industriales, como parte de su determinación por mantener el orden internacional existente, independientemente de cuan profundamente injusto sea para la mayor parte de la humanidad.

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Julio César Centeno

Ingeniero; estudios de maestría y doctorado en la Universidad de California. Profesor de la Universidad de los Andes. Director Ejecutivo del Instituto Forestal Latino Americano. Vicepresidente de la Fundación TROPENBOS, Holanda.

 jc-centeno@outlook.com

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