“Ta´barato, todo a millón”

Del lado derecho de mi cama, encima de la mesa de noche, tengo un pequeño altar donde se destaca un cuadro con la foto de C.J. Borges vestido de raso blanco, con un manto azul celeste chispeado con lentejuelas que brillan durante la noche, además, todo cubierto con joyas de similor que lo engalanan. Todos los días adorno al minúsculo tabernáculo con macetas de margaritas y geranios donde perpetuamente está presente aquel santo viviente. Así mismo, nunca olvido mantener encendida la llama sagrada en los cirios que me recuerdan que debo elevar mis preces al cielo por el favor concedido al pueblo vernezolano, por el venerable expresidente de la AN en desacato.

Durante las noches, antes de dormir, escribo en un papel “gracia C.J Borges por el favor concedido”, no a mi en particular, sino a todo el pueblo de Venezuela, el cual debe alabar sus acciones. En tales gestiones, le pidió a sus amos más sanciones que coadyuven a que los residentes de este país coman menos, consecuencia de la hiperinflación causada por sus solicitudes; de esta manera nuestro organismo no se desgastará y podremos vivir más tiempo. Una vez que elevo mis rogativas al cielo, procedo a quemar la nota para que el vaho suplicante, junto al humo consagrado, se eleve al empíreo como agradecimiento al Señor.

Mi dormitorio lo convertí en un oratorio, dado que del lado izquierdo de mi cama, sobre la otra mesa de noche reposa una pequeña talla de un arcángel, con categoría superior a la del ángel situado a la derecha de mi lecho, es el protector de muchas personas dispersadas en varias partes de mundo, sobre todo en Venezuela. Quien se adentra en mi diminuta ermita avistará la escultura del bienaventurado Lorenzo, el hombre del oso, ornado con un terso y magnífico manto de terciopelo negro, bordado con hilos de plata, costeado por los fervientes seguidores de su feibuc. Su preocupación por la alimentación de su pueblo lo convirtió en un instrumento del espíritu del bien, carente de la coquetería irreflexiva e instintiva de los avaros magnates. Su magnanimidad lo condujo a luchar de manera inflexible y eficaz para evitar que el pueblo de Venezuela se envenene con los productos distribuidos por su empresa, y para esto elevó todos los precios a un millón y a más de un millón de bolívares. Una manera de asegurarse, como buen arcángel, que los consumidores de las clases populares no tenga acceso a aquellos productos tóxicos. “Larga vida a los hombres y mujeres de las clases populares”, escribo en mis jaculatorias y se la coloco al pie de la escultura para quemarla durante la noche, con el mismo fuego sagrado que elevan los cirios que perennemente lo alumbra.

Aquel arcángel vivo se atisba, en algunas oportunidades, por la tv y se reconoce por su andar airoso y reposado, su elegante estatura, lo terso y despejado de su frente, la profunda y pura luz sobrenatural emitida desde su mirada. Un espíritu agraciado con tantos dones y excelencias, siempre iluminado por aura celestial que lo convirtieron en el bien hechor de los pobres. Estos ya no tendrán que preocuparse por comprar los productos de la empresa polar, dado que los costos de tales son tan onerosos que los consumidores no tendrán ansiedades, simplemente, no podrán adquirirlos a más de un millón. Bien aventurados los pobres que no podrán comprar “alimentos” de la empresa polar.

Otras de los desvelos del arcángel es lo referente a la salud de los carentes de recursos económicos. Ahora ellos y ellas no se enfermarán consumiendo mantequilla con nitrato potásico y colorantes; su salud no correrá riesgos comiendo queso fundido que contiene ácido láctico, cítrico, tártrico y sales de sodio, además polipastos de sodio y calcio; los pobres padecerán menos dado que no calmarán la sed con gaseosas preparadas con gomas vegetales, ácido fosfórico, azúcar en abundancia, colorantes, a cambio, solo utilizarán al agua inodora, incolora e insípida. Gracias a la preocupación del arcángel del oso por la salud los pobres no tomarán cerveza por lo elevado de su precio; por lo tanto, se privarán de ingerir anhídrido sulfuroso, caramelo y nocivos colorantes, diastasas amilolíticas o proteolíticas que dañan la salud, conjuntamente, la horripilante barriga cervecera desaparecerá. Son bastantes los productos nocivos de las empresas del arcángel Lorenzo. Este ser generoso, preocupado por la salud de los pobres, elevó los precios de sus comestibles dañinos a más de un millón de bolívares para quienes no los consuman preserven su salud. Prosternado frente a su escultura rezo todos los días: “Gracias Lorenzo por los favores concedidos”.

Mis vecinos, conocedores de mi pequeño santuario acuden a visitarme para elevar sus súplicas al cielo, no solo por el ángel C. J. Borges y por el arcángel Lorenzo, también lo hacen por mi corte celestial. En las paredes de mi ermita tengo colgados numerosos iconos religiosos, pintado con la misma técnica del arte bizantino, donde permanecen otros santos benefactores del pueblo venezolano.

Entre los santos que se destacan en la pared aparece un productor y un distribuidor de carne de res. Ambos, preocupados por la salud de los pobres, se reunieron y decidieron aumentar a más de un millón de bolívares el kilogramo de carne roja para protegerlos de enfermedades como: malestares emocionales, riesgos de padecimientos de cáncer en el colon; la diabetes; infecciones y dolores corpóreos; riesgo de la endometriosis en las mujeres; enfermedades cardiovasculares; entre tantos males ocasionados por el consumo de carne roja. Por tal motivo, entre mis vecinos y yo elevamos nuestra jaculatorias agradeciendo a a los productores, distribuidores y vendedores de carne roja por el aumento desmesurado de este comestible, esto le evitará a los pobres el sufrimiento por diversos padecimientos.

Entre los benefactores del pueblo venezolano, en calidad de beatos, se encuentran los productores de pollos y huevos, quienes, al igual que los industriales de la carne roja, utilizan hormonas para agilizar el crecimiento de los animales que sacrificarán para la venta al consumidor. Al enterarnos de los precios del pollo y sus derivados (muslo, alas, pechuga…), mis vecinos y yo nos congratulamos al conocer que el kilogramo de estos productos sobrepasaba al millón de bolívares. Entendimos que estos mártires no lo hacían por avaricia, sino que era una marera de impedir que los pobres consuman hormonas que conllevaría a la modificación del período de desarrollo de los niños. Así mismo, durante nuestras oraciones rezamos por el alma viviente de los lusitanos, dueños de los supermercados, quienes encumbraron el precio, de manera desmesurada, de todos los productos para proteger la salud de los pobres y así impedir la compra de sus productos. “Gracias portugueses por el favor concedido” se escucha como una mantra entre mis vecinos, intentado que aquellos santos vivan en la gracia de Dios. Tal absolución se distinguirá en sus testas como una luz divina, para que los precios se mantengan elevados a más de un millón de bolívares y los pobres no coman sus productos dañinos empaquetados, envasados en plásticos y embotellados.

Ciertamente, son muchos los beatos benefactores que se preocupan por la salud de los pobres evitando, en lo posible, que ellos consuman proteínas, carbohidratos y grasas. Según sus opiniones, en la medida que la persona coma poco el cuerpo se desgasta menos y el pobre tendrá una larga vida, al igual que los faquires de la India. Es el caso de los vendedores de frutas, como el mango y el aguacate, dos productos silvestres que lo único que necesitan es sol y agua de lluvia que son gratuitos, y que en algunos casos tales frutos se pierden en las inmensas sabanas del país, sus fotos santifican mi capilla en reconocimiento de sus favores concedidos al pueblo. Como si fuera poco, nuestros benefactores de los supermercados venden tales frutas a precios exorbitantes y prohibitivos para el pueblo, como delicateses importadas. Pareciera que las pepas de ambos productos contienen un aditivo fabricado en Dinamarca.

Abandono el sarcasmo para enseriar el artículo y así denunciar nuevamente a esa inclemente, miserable, avara, inicua, pútrida, servil, indolente, deshonesta…clase comerciante y sobre todo, a la de alimentos y las medicinas. Los mismos que de manera despiadada utilizan el hambre y las enfermedades como arma de guerra, en solidaridad con el gobierno de EEU y los de la UE, en sus pretensiones de derrocar el gobierno del presidente MM y de evitar lo imposible, como es el triunfo de la revolución bolivariana el 20-M. La única pretensión de aquellos mentecatos es acabar con la democracia participativa y protagónica, para reestablecer en Venezuela un gobierno de derecha que cumpla con los dictámenes del FMI.

Ante las amenazas que siempre están presentes desde afuera de la patria y desde adentro, dado que nunca faltarán sicofantes, apátridas serviles, es bueno tener siempre presentes las palabras de nuestro insigne Libertador, en este caso, parecen dirigidas a C.J Borges y a Antonio Ledezma: “El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos y se humilla en las cadenas”. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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