La isla de la fantasía de Gabriela Arellano

Erase una vez una mujer que se decía estudiante en un país que atraía, por su riqueza petrolera, las agallas del imperio norteamericano. Cansada de estudiar, pero sin llegar a graduarse, comenzó a madurar a nivel mental. Fue entonces cuando  pensó que ella podía ser útil al imperio, si asumía su responsabilidad ante la historia de su país. Y de esa manera ganar la fama, la que no pudo alcanzar a través de los libros. ¿Qué hizo esta mujer, posiblemente nacida de las entrañas de un cerro cualquier, poblado de ranchos de Venezuela. Una mujer con color a pueblo. Con olor a pueblo. Con sabor a pueblo. Con tongoneo de pueblo. Y cabellos de pueblo. Con cara de pueblo y voz de pueblo. Pero, he aquí, su dolorosa historia: un buen día, traumatizada por sus fracasos en sus estudios universitarios,  decidió militar en un partido llamado Voluntad Popular. Pues, pensó que había llegado su oportunidad para hacerse famosa. No más libros fastidiosos. Exámenes engorrosos. Profesores lujuriosos. Es así, como aterriza en el partido que creó Leopoldo López: Voluntad Popular. Y se convierte en su mano derecha para la guarimba, la captación de dólares, etcétera.

2. La isla de la fantasía de Gaby

Todo el mundo tiene derecho a soñar. Todos tenemos nuestras fantasías. Unas son a colores. Otras son en blanco y negro. A Gabriela le toco una isla de la fantasía en blanco y negro. Se dice que es pobre, pero con el alma de rico. Le gusta, desde pequeña, el poder. Una vez soñó que era la primera dama de un presidente que había llegado al poder por obra y gracia del espíritu santo. En el sueño, el presidente, que es su esposo, la nombra como jefa de las misiones que había dejado el chavismo. Pero pronto, muy pronto, acabó con las misiones y creó su propio organismo, no para ayudar a los pobres, sino a los ricos, pues, había perdido la memoria y no se acordaba que había sido pobre toda su vida. El sueño se segmentó y así, de pronto, se encontró en el aula magna de la Universidad de los Andes (ULA), vestida de toga y birrete, esperando que la llamaran para hacerle entrega de su título. De pronto oyó su nombre Gabriela Arellanoooo. Lo percibió lejos. Muy lejos. La llamaban para que se presentara ante el Sebin, para ser interrogada acerca del magnicidio y sobre su contacto con un funcionario de la embajada de los Estados Unidos.

3. Tranquila, amiguita mía, esto no es un secuestro

Nairobi, es mi amiga. Se dijo para sí, Gaby. Y se durmió pensando en su amiga. No tardó en aparecer el sueño. Esta vez se trató de un auto secuestro. No quiero no quiero no quiero, dijo, mientras  una fuerza endemoniadamente superior la empujó hacia el interior del carro y vio a su amiga, Nairobi. Estaba acurrucada en el asiento de atrás. Amordazada y con un bolsa de tela que le escondía su rostro. Gaby se introdujo en el vehículo de color negro, y tomó la bolsa de tela y liberó el rostro de su amiga. La abrazó y le dijo: Estoy contigo, amiga. Sólo se trata de un paseo por un jardín encantado que poseo en una montaña, de árboles milenarios, a orillas de un riachuelo que canta por las noches, versos sobre su tristeza de estar corriendo y corriendo, sin que nunca haya llegado a un río y que ese río lleve sus aguas al mar. ¿Estoy secuestrada?, repuso su amiga Nairobi. No amiga, sólo te llevó a mi isla de la fantasía, para compartirla contigo.

¡Volveré!

Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la isla del Burro, en la década de los 60.

teofilo_santaella@yahoo.com



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

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