No se equivoquen conmigo

¿Qué le pasa a la dirigencia oposicionista? ¿Qué le pasa a la derecha amarilla? ¿Qué pasó con Acción Democrática y su máximo líder, Henry Ramos Allup? ¿Qué le pasó a lo poco que queda de Copei? Ahh, unos se volvieron más brutos de lo que han sido en su vida política, nacida bajo el manto de la corrupción. Estamos hablando de la derecha amarilla, capitaneada por Henrique Capriles y el loquito Leopoldo López. Y los otros se dejaron joder (perdónenme el término), permitieron que los amarillos los bozalearan, como becerritos.

A tal punto que ni siquiera les permiten hablar, declarar y decir sus estupideces. Los voceros, los grandes, quienes marcan la pauta son los de la derecha amarilla. Los otros están anulados. Parecen bobos. Aquel verbo encendido, de Ramos Allup, cuando los llamó “Mariposones”, “Lechuguinos”, “Petimetres”, “Espichados”, “Hijos de mamá y papá”, etcétera, a través de las cámaras de la televisión, se perdió, se esfumó. Lo callaron. Lo maniataron. Está secuestrado. Anulado. Tremendo bozal de arepas.

Pero esta camada de dirigentes los nuevos y los viejos, han puesto la torta en todos los tiempos. Subestimaron a Hugo Chávez. Se atrevieron a llamarlo “loquito”, administrador de cantinas, en el ejército. Y él, El Gigante, ya con el poder sus manos, les dijo varias veces “no se equivoquen, ésta es una revolución pacífica, pero armada”. Se los repitió varias veces. Pero no descifraron el mensaje. Su brutalidad no les permitía ver más allá de un metro de distancia. Se equivocaron con Chávez, hasta sus últimos días. Pues, llegaron a creer en el viejo dicho que reza “muerto el perro se acaba la rabia”. (Ahora hay más chavistas que nunca).

Pero ahora, con el hijo de Chávez. La persona que él, antes de abandonar este mundo, eligió como su sucesor, se han vuelto a equivocar. Lo subestimaron, desde el mismo día en que lanzó su candidatura a la presidencia, y lo hicieron aún después que los revolcó en las elecciones del 14 de abril. Y el ex chófer de autobús, el presidente obrero, les dijo: “No se equivoquen conmigo”. Pero cometieron los mismos errores. Se pusieron cómicos. Y ahora, el hijo de Chávez, los tiene entre la espada y la pared. Y lo que viene es más profundización de la revolución. Ese es el espíritu de Nicolás Maduro, y mientras más locos se pongan, más profundización vendrá. Hace poco les volvió a recordar: “NO SE EQUIVOQUEN CONMIGO”. ¡Se cansa uno! ¡Volveré!



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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