¿Cómo interpretar el regreso del embajador a Bogotá?

En verdad quedé atónito, asombrado con la decisión en sí y las circunstancias dentro de las cuales se tomó con respecto a lo de devolver nuestro embajador a Bogotá.

Es más, ayer sábado, en la primera reunión para constituir nuestra patrulla, los asistentes que fueron unos cuantos, coincidimos en calificar inoportuna e incomprensible la medida.

No obstante, como lo han hecho algunos articulistas, muchos se dejaron llevar por el subjetivismo y lo emocional e hicieron a Piedad Córdoba, con lo que alguien llamó su “actitud piadosa”, virtualmente responsable de lo que es una decisión de competencia estrictamente presidencial y “difícil de comprender o asimilar”.

Uno entiende y por eso antes de la senadora colombiana vino el ex presidente Ernesto Samper, que el retiro del embajador, “el congelamiento” de las relaciones y el anuncio de sustituir las importaciones procedentes del país vecino con las de otros, es un rudo golpe a la economía neogranadina. El sólo anunciar esas medidas ya lo es. Recordemos que el intercambio comercial se expresa en una elevadísima cifra de dólares y en una balanza ostensiblemente favorable a aquella nación. La frontera misma es muy dinámica y lo es en gran medida por la capacidad de compra del lado venezolano.

Para hablar con equilibrio, uno no podría asegurar que las medidas inicialmente anunciadas por el presidente y lo expresado por este mismo al señor Samper, que la normalidad en las relaciones entre los dos países estaba sujeta a la posición definitiva del gobierno colombiano con respecto a la instalación de nuevas bases militares por parte de Estados Unidos, fueron estrictamente pertinentes. Aunque, reconocemos la gravedad de lo concerniente a las bases militares y la irresponsable denuncia de Uribe sobre los cohetes, que sólo son chatarra, presuntamente encontrados en manos de las FARC.

Hace pocas horas, desde Guayana, en el Estado Bolívar, nuestro presidente ha alertado acerca del peligro de agresión bélica contra Venezuela, aprovechando las tan mentadas bases militares. Y esto lo expresó, doce horas después de haber ordenado la vuelta del embajador.

Es cierto, que el presidente Chávez ha dicho posteriormente que las relaciones se mantendrán congeladas y que el retiro del embajador no estaba asociado a una decisión drástica en el área comercial. Pero uno no sabe lo que eso significa estrictamente.

Sin embargo, el gesto relacionado con el embajador, por sí solo, es un hecho de cierta envergadura, de mucho peso al momento de manifestar una inconformidad. Se cree que eso debe estar precedido de un estudio ponderado, una evaluación significativa de los motivos, propósitos y consecuencias. Son acciones que al emprenderse pocas veces se piensa que habrán de revertirse en lo inmediato.

Resulta muy difícil entender que una medida de esa magnitud se revierta rápidamente sin que se perciban las contundentes razones que justifiquen esta última actitud.

Es significativo que unos cuantos articulistas y hasta un número importante de los integrantes de nuestra patrulla, creen encontrar las razones para reenviar el embajador a Bogotá, en la solicitud que la senadora Piedad Córdoba y los paisanos que le acompañaron hicieron al presidente.

También lo es que horas antes, el ex presidente Samper, a quien se le atribuye actuar en representación de los grupos comerciales e industriales colombianos que podrían ser seriamente afectados por las decisiones del gobierno venezolano, no pudo obtener – pensemos que esa fue una de las cosas que se propuso – una respuesta positiva en ese sentido.

En todo caso, lo que importa es la interpretación que en definitiva, tanto en Colombia como en el resto del mundo, se le dé a la conducta de nuestro gobierno.

El reenvío del embajador a Colombia, pocas horas después de haber sido retirado, podría interpretarse de dos maneras. Que la decisión primera resultó de un acto apresurado. También, para Uribe, los gringos, paramilitares y hasta los del narcotráfico, como falta de seguridad en la toma de decisiones y hasta de debilidad.

Esto último se hace más peligroso si tomamos en cuenta que el presidente de Colombia, de manera inocultable, ha intentado enredar y hasta jugar con la buena fe y generosidad del venezolano.

Es cierto que no se puede hacer política, desde la perspectiva de un revolucionario, jugando con el hambre y dificultades de los pueblos hermanos. Tomar medidas que en última instancia afectarían primordialmente a los más humildes pobladores de la nación vecina, no se compagina con la esencia del gobierno y el presidente venezolanos. De modo que, uno no abogaría por usar la palanca del comercio binacional para obligar a Uribe a revisar su disposición en materia militar y política internacional, a menos que nos coloque entre la espada y la pared. Pero lo del regreso del embajador es un gesto de otra naturaleza y lo son también los mensajes que envía.

El presidente Chávez, en esa reunión con la senadora Córdoba y sus acompañantes, dejó la impresión a alguna gente – este lo recogí en mi patrulla y de lo que han expresado otros cuantos- que fue allí y en respuesta a lo que se le solicitaba, donde se tomó esa medida. El mismo presidente ha admitido que actuó de esa manera por que el grupo de colombianos por la paz, le pidió un gesto de buena fe. A nuestro parecer, al presidente venezolano no le hace falta gestos con ese fin, demasiados ha hecho ya.

Independientemente del sitio y circunstancias, mientras Chávez asumía como siempre una actitud que también es una demostración de amplitud y buenos deseos por la amistad con los colombianos todos, Uribe del otro lado, socarrón y provocador, respondía desautorizando por adelantado a cualquier funcionario de la zona fronteriza, alcaldes, gobernadores, etc., para atender al llamado del presidente venezolano a conversar con la finalidad de tender puentes para alcanzar la armonía.

damas.eligio@gmail.com


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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