Revisemos el asunto de las mascarillas

¿Qué fue de aquel revuelo, de aquella histeria, de aquella competición de mascarillas? Mascarillas que te protegen a ti pero no al otro, mascarillas que protegen al otro pero no a ti, mascarillas que protegen a los dos, y mascarillas que no protegen ni a uno ni a otro. Menuda estupidez, una tras otra, todos los días y a todas horas...

¿Qué clase de "evidencias científicas", expresión ésta a la que recurre todo charlatán cuando tiene delante una cámara, deben tomarse en serio cuando es casi un deber discrepar entre sí "los científicos" del ramo, de este ramo, como sucede con tantas otras materias, y en esa discrepancia e independencia del científico radican los avances de la ciencia en general?

En los Congresos, simposium y revistas la clase médica, pertenezcan o no los galenos a equipos de investigación, intercambian los resultados de sus estudios y conclusiones acerca del objeto de la especialidad que de que se trate.

Pero, aparte de que la opinión y el diagnóstico del especialista prudente, por muy relevante que sean él y el Laboratorio donde trabaja, nunca deben traspasar la barrera que convierta al diagnóstico y a la opinión (doxa) en dictamen o sentencia ¿no incumbe a cada cual cuidar de su salud desde su instinto personal de supervivencia?

Si se niega esto, bajo el pretexto de que la salud pública está por encima de la individual, habrá entrado de lleno la sociedad mundial en un sistema brutal y represivo parapetado en una ponzoñosa legalidad sin precedentes en la historia. Y con mayor motivo si, como se perfila en algunos sitios, la vacuna (que propiamente no lo es, es simple ensayo) se dispone como obligatoria. A menos que se piense que no fueron brutales la Inquisición, los absolutismos monárquicos, las dictaduras y los totalitarismos.

Dictaduras y totalitarismos que al menos compensan al individuo con su seguridad material el sacrificio de las libertades públicas. Pero en este caso pandémico, primero, se han malogrado severamente esas libertades; segundo, la retribución o compensación no ha pasado hasta ahora de promesas; tercero, está claro de antemano que aunque sea efectiva la ayuda, nunca llegará a remediar la miseria de millones y millones de personas. Por último, si la vacuna, directa o indirectamente, se dispone como obligatoria, el ADN se modificará, irá enfermando y muriendo sucesivamente por esa causa parte de la humanidad, y sumirá al resto en un invierno existencial en espera del extintivo cambio climático...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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