El poder político debe reaccionar

Reaccione el poder político. Deje de escuchar el parecer de los expertos y escuche los registros del sentido común y del instinto, que son guías mucho más seguros incluso que la razón, y con mayor motivo que los dictámenes de quienes no hacen más que ir corrigiendo erroresy dando palos de ciego por la presencia de un virus cuyo genoma se ha alterado y cuya posible solución sólo está en manos de sus fabricantes. Además, la prueba de que nadan todos ellos en aguas pantanosas es que discrepan los epidemiólogos entre sí y discrepan los biólogos, los bioquímicos y muchos médicos. Todos tan solventes y académicos como los que están decidiendo nuestra suerte y nuestra salud pública. Déjense por este motivo de intentar vacunas, porque al igual que en la informática nunca dañan los sistemas virus conocidos sino uno nuevo que arrasa, este virus de la pandemia mutará constantemente y perseguir una vacuna fiable será como la paradoja de Aquiles y la tortuga...

Inhalamos O2 y exhalamos CO2. Inhalamos oxígeno y exhalamos dióxido de carbono. Con la mascarilla ¿qué respiramos?: dióxido de carbono. Cuando los chinos llevan tiempo usando la mascarilla, sin duda habrán pensado que la cantidad de dióxido de carbono respirado en sus grandes y hiperpolucionadas ciudades es superior al inhalado con la mascarilla. No puede tener otra explicación sencilla. Nuestra salud individual y colectiva es demasiado importante como para dejarla exclusivamente en manos de médicos, de epidemiólogos y por supuesto de políticos....

Usada la mascarilla por periodos cortos, no habrá de tener consecuencias. Pero las personas obligadas por su oficio o su negocio a respirar a través de ella durante horas todos los días, a medio o a largo plazo indudablemente acabarán contrayendo una enfermedad. No digo una siclicosis, por ejemplo, del minero. Pero sí una insuficiencia respiratoria, por ejemplo, y de ahí a cualquier otra patología. He leído últimamente que los odontólogos de Nueva York están detectando cada vez más caries, halitosis, aftas en personas cuya constitución orgánica no era proclive a contraerlas.

Si llevamos siete meses en unas condiciones penosas en todos los sentidos, aparte los efectos económicos desastrosos me atrevería a decir para media población española, a las consecuencias de empobrecimiento generalizado, no hay más remedio que, desde la profanidad pero también desde la lucidez de la experiencia y la reflexión, que concluir lo siguiente: si esta desgraciada situación se mantiene mucho tiempo, sin duda se irán declarando, primero trastornos leves en la salud y luego, a medida que pase el tiempo, trastornos no tan leves. Y más adelante, enfermedades conocidas o desconocidas contraídas por vía artificial. Y todo por la pretenciosidad, la incompetencia y la necedad de muchos en todos los países, secuestrados por poderes a los que por su sumisión a los tíulos académicos de médicos de todas clases, son incapaces de responder y contrarrestrar. ¡Ah! y !también por los ingentes beneficios de unos pocos...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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